jueves, 21 de julio de 2011

Conmoción y consecuencias. Por Fernando Fernández

Gracias Camps, si todos los errores de juicio se pagasen de la misma forma, no habría espacio en el panteón de hombres ilustres.

PENSABA hablarles de la economía europea, o mejor de lo quede de ella tras la Cumbre de hoy en Bruselas si los líderes europeos no recuperan la confianza de los mercados en su capacidad de liderazgo. Vamos si no acuerdan algo parecido a la dimisión de Camps, una noticia en el sentido técnico que los economistas damos al término. En política monetaria hace mucho tiempo que se discute que las variaciones esperadas en los tipos de interés tengan efectos duraderos. Solo los ruidos en el sistema, las sorpresas, sirven para modificar el comportamiento de inversores y tienen efectos reales. Esa podría ser la lógica que ha llevado a Merkel a rebajar expectativas durante toda la semana. Conocedora de que el compromiso alcanzable en Bruselas será de mínimos —un poco de rebaja de tipos de interés para los rescates y un poquito de más capital y flexibilidad para el fondo de estabilización— se ha dedicado a negar toda posibilidad de acuerdo para intentar sorprender y conseguir al menos un ligero respiro antes de irnos de vacaciones y retomar la discusión en septiembre. Más de lo mismo. No hace falta que les describa el riesgo que entraña. Pero Europa le ha cogido querencia a vivir al borde del precipicio.

Es la misma estrategia que ha aplicado el gobierno español en su política económica. Hablemos de reformas, subrayemos su dificultad y aprobemos luego algo nimio e incomprensible a ver si cuela. Los resultados están a la vista. Nadie espera ya nada de este gobierno, ni sus presuntos partidarios según hemos aprendido esta semana. Mientras, en los mercados financieros la pregunta más repetida es muy reveladora, ¿cree usted que el presidente Rajoy tendrá el coraje suficiente para hacer las reformas necesarias? Mi respuesta era hasta hoy un acto de fe. No es un problema de coraje sino de inteligencia. No se trata de lo que Rajoy quiera hacer sino de lo que pueda hacer, y creo que entiende que si él no hace el ajuste económico, se lo impondrán desde fuera; si no aplica y diseña su propio programa del FMI, vendrá el FMI de la mano de la Unión Europea a aplicarlo, como en Grecia. Porque nadie espere que los alemanes se vayan a contentar con dar dinero gratis, con los eurobonos que ha descubierto con pasión de neófito el candidato Rubalcaba, sin exigir cobrar la factura. Lo ha escrito Otmar Issing, el padre intelectual del euro en Alemania como director de Estudios del BCE: No hay más salida que la expulsión de Grecia. No nos rasguemos cínicamente las vestiduras, ¿no es lo mismo que volver a exigir visado a los rumanos y cargarnos Schengen como contempla el gobierno español? Qué fácil es ir de europeísta cuando pagan otros.

Tras la decisión de Camps, la cuestión Rajoy ya no es un acto de fe, como sigue siendo la cuestión europea, sino de evidencia empírica. Ni sus principales enemigos esperaban algo así. Vaya con el diletante. Ha generado una verdadera noticia, ha producido una auténtica conmoción que tendrá resultados electorales y económicos. Hace insostenible la posición del ministro Camacho y la de Rubalcaba, que cada vez se parecen más a Murdoch en News of the World, todo exigencias éticas para el pueblo pero barra libre en casa. Y tendrá consecuencias económicas. ¿Quién se atreve ahora a dudar de que el gobierno Rajoy sabrá embridar a sindicatos y autonomías? Gracias Camps, quién sabe si la historia te absolverá y podrás volver con todos los honores. Si todos los errores de juicio se pagasen de la misma forma, no habría espacio en el panteón de hombres ilustres.


ABC - Opinión

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