jueves, 21 de julio de 2011

Camps da una lección

La grandeza de los líderes políticos se mide por gestos como el que protagonizó ayer el hasta ahora presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, que anunció su dimisión tras soportar durante más de dos años una campaña de acoso y derribo como en pocas ocasiones se ha visto en España. Esta decisión personal tan honorable responde a su firme determinación de defender su inocencia puesto que no ha habido nada irregular en su actuación política, ya que pagó los trajes, y también es un acto de sacrificio político y personal para no perjudicar a la Comunidad Valenciana, a su partido y a su líder, Mariano Rajoy, ante las próximas elecciones generales. Político experimentado e inteligente, Francisco Camps sabe que con su dimisión, «sentida» como él subrayó, neutraliza los ataques interesados de la izquierda, que había puesto en marcha un juicio paralelo con un desprecio absoluto de la presunción de inocencia, como se ha comprobado día tras día, de forma abyecta y censurable.

Lo que nadie le podrá negar a Francisco Camps es el formidable legado que ha dejado en la Comunidad Valenciana, situándola entre las comunidades autónomas más pujantes de nuestro país y entre las que mejor están soportando la crisis económica. La realidad es que Francisco Camps era un líder imbatible, un gran capital para el PP, que siempre ha estado al servicio del partido.


Lo que la izquierda nunca ha conseguido, ganarle en las urnas, lo ha logrado por medios tan cuestionables éticamente como orquestar una formidable campaña difamatoria, llena de inexactitudes y hechos nunca contrastados. A lo largo de tres legislaturas consecutivas, Francisco Camps logró amplias mayorías absolutas. La última, el 22 de mayo de este año, en la que ganó las elecciones autonómicas con 55 escaños, frente a los 33 de los socialistas valencianos, que no supieron rentabilizar –o simplemente los ciudadanos valencianos no los creyeron– todas las infamias que lanzaban contra Camps, que siempre contó con el mejor respaldo, el de los votantes que volvieron a confiar en él.

Los que acusaban maliciosamente a Mariano Rajoy de inacción ante esta situación deberían replantearse su opinión. Hay constancia de que el líder del PP sabe manejar extraordinariamente los tiempos y, como a él le gusta, con discreción, rigor y eficacia ha conducido este desenlace del que la Justicia dirá la última palabra. Rajoy sabía que no era momento de declaraciones pomposas y huecas, y sí de hechos, y ante ellos nos encontramos. El líder del PP, después de cómo ha gestionado desde Génova la dimisión de Camps, ha salido fortalecido. Es de desear que, a partir de ahora, la generosidad y coherencia que ha demostrado Francisco Camps al dimitir sirva de ejemplo para muchos cargos socialistas implicados en casos más turbios, aunque menos publicitados, de corrupción. La salubridad política no pasa por Camps, como muchos se empeñaban en hacernos creer; pasa por muchos otros que permanecen agazapados, al margen de manipulaciones y juicios paralelos, y que hacen irrespirable el clima político en nuestro país.


La Razón - Editorial

0 comentarios: