miércoles, 29 de junio de 2011

Un debate desolador. Por Salvador Sostres

La sensación que tuve viendo el Debate sobre del Estado de la Nación fue desoladora. Primero porque tenemos un presidente terrible, el primer mal presidente que ha tenido España desde la recuperación de la democracia. Después porque el que con toda probabilidad va a ser el próximo presidente no promete demasiado, las reformas que anuncia son superficiales y chapotean en el charco socialdemócrata como si nada hubiera pasado.

No tenemos un buen Gobierno. De hecho tenemos un muy mal Gobierno y un presidente todavía peor. Pero tampoco he visto que tengamos a un líder de la oposición esperanzador; no le escuchado ni una sola propuesta estimulante más allá de que su victoria va a significar que los que hay ahora se vayan a la oposición, que dicho sea de paso va a ser un logro considerable.


No vi a Rajoy consciente que lo que ha quebrado no ha sido el capitalismo o la economía de mercado sino la socialdemocracia entendida como un atraco a las empresas y a los empresarios. No vi a Rajoy enterado que lo que ha fracasado ha sido el “gratis total” y que falta que cada cual aprenda a vivir tomando las riendas de su vida y asumiendo la responsabilidad de sus actos. No vi a Rajoy denunciando el daño que han hecho los convenios colectivos y recalcando la necesidad de que patrón y empleado tengan la libertad de negociar bilateralmente su relación profesional. No vi a Rajoy anunciando que si llega a presidente dejará de subvencionar a los sindicatos y a los partidos políticos; no vi a Rajoy prometiendo la abolición de los liberados sindicales.

Las reformas que necesita España son de índole económica pero de calado moral. En el fondo del fondo, la crisis la ha provocado que a partir de un cierto nivel de comodidad, insostenible e ilusorio, creado por el Estado del Bienestar, muchos españoles creyeron que era posible vivir, y vivir muy bien, sin tener que trabajar.

No veo a Rajoy dispuesto a la grandeza, a la grandeza de hacer lo que España necesita aunque sea al precio de tener que soportar el lógico desgaste de protestas y movilizaciones. En ningún momento del debate de ayer vi ninguna generosidad. Vi tacticismo menor y barato, especialmente cínico cuando de fondo tienes un país con tanta gente que sufre tanto. En ningún momento vi ninguna altura de miras, en ningún momento intuí ningún pensamiento fuerte ninguna idea consistente que nos pudiera ayudar a levantar los ojos por encima de las tinieblas.

Fue un debate descorazonador, desesperante. Zapatero estuvo fatal y Rajoy no demostró ser mucho mejor. No hay luz al final del túnel, ayer todo pareció un largo y tenebroso túnel; aterrador.


El Mundo - Opinión

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