¿Izquierda antisistema, el 15-M? Pero si es la Vetusta de Clarín tras levantarse de la siesta.
Entre los lugares comunes que, a fuerza de ser repetidos una y otra vez por los voceras mediáticos, alcanzan el estatus de necedad canónica, acaso el más extendido sea ése que pretende a España un país ontológicamente de izquierdas. Tan difundida resulta estar la especie que incluso los chamanes de cabecera de la derecha han terminado por aceptarla a pies juntillas. Una superstición, por cierto, muy óptima para tales estrategas áulicos, pues libera a esos devotos creyentes de la siempre penosa tarea de pensar. Dado que España es de izquierdas por ineluctable designio divino, el proceder para posibilitar la alternancia, barruntan, habría de consistir en un dontancredismo crónico. La norma de los frailes cartujos elevada a quintaesencia del marketing electoral.
Ocurre, sin embargo, que falla la premisa mayor del aserto. Así, no es que España sea de izquierdas, es que la izquierda sociológica, pese a sí misma, resulta ser profunda, castiza, arcaica, carpetovetónicamente española; española en el peor sentido de lo español. Por algo, desoladores, los resultados del sondeo del CIS a propósito de ese simulacro que luego darían en llamar reforma laboral. "¿Estaría usted de acuerdo con que se abaratara el despido si ello estimulara a los empresarios a crear más empleo?", se inquirió a los compatriotas de ese cuarenta por ciento largo de jóvenes condenados en sentencia firme al desempleo estructural. "No", fue la respuesta casi unánime de los encuestados.
Huelga decir que se trataba de los mismos que, ya indignados, vuelven a decir no, esta vez al pacto del euro, en calles y plazas. Al respecto, el empecinamiento del macizo de la raza en repudiar cualquier relación de eficiencia con la realidad nos abocaría a dos únicas salidas. Y es que, extramuros del euro, solo restan la peseta y el rublo. Retornar al aislacionismo tardofranquista con un revival de los billetes de veinte duros y el arancel Cambó. O romper con el mercado y avanzar con paso firme hacia el siglo XIX de la mano de Cuba y Corea del Norte. Porque ninguna tercera vía hay distinta de aquel mamotreto ful de Anthony Giddens que mora cubierto de polvo en las librerías de lance. ¿Izquierda antisistema, el 15-M? Pero si es la Vetusta de Clarín tras levantarse de la siesta.
Ocurre, sin embargo, que falla la premisa mayor del aserto. Así, no es que España sea de izquierdas, es que la izquierda sociológica, pese a sí misma, resulta ser profunda, castiza, arcaica, carpetovetónicamente española; española en el peor sentido de lo español. Por algo, desoladores, los resultados del sondeo del CIS a propósito de ese simulacro que luego darían en llamar reforma laboral. "¿Estaría usted de acuerdo con que se abaratara el despido si ello estimulara a los empresarios a crear más empleo?", se inquirió a los compatriotas de ese cuarenta por ciento largo de jóvenes condenados en sentencia firme al desempleo estructural. "No", fue la respuesta casi unánime de los encuestados.
Huelga decir que se trataba de los mismos que, ya indignados, vuelven a decir no, esta vez al pacto del euro, en calles y plazas. Al respecto, el empecinamiento del macizo de la raza en repudiar cualquier relación de eficiencia con la realidad nos abocaría a dos únicas salidas. Y es que, extramuros del euro, solo restan la peseta y el rublo. Retornar al aislacionismo tardofranquista con un revival de los billetes de veinte duros y el arancel Cambó. O romper con el mercado y avanzar con paso firme hacia el siglo XIX de la mano de Cuba y Corea del Norte. Porque ninguna tercera vía hay distinta de aquel mamotreto ful de Anthony Giddens que mora cubierto de polvo en las librerías de lance. ¿Izquierda antisistema, el 15-M? Pero si es la Vetusta de Clarín tras levantarse de la siesta.
Libertad Digital - Opinión
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