HABLARON las urnas, y hablaron claro. La democracia real, la voz del pueblo, ha desoído la cháchara de la campaña y la algarabía de la revuelta de los «indignados» para acentuar la tendencia que permanece desde hace tiempo instalada en el fondo de la opinión pública. Descalabro socialista, réquiem del zapaterismo, hegemonía del PP y el dibujo definido de un cambio de ciclo incluso en territorios renuentes como Andalucía o Castilla-La Mancha. El PSOE ha sido arrollado por una marea de castigo; barrido en votos y en cuotas de poder autonómico y municipal, con un vapuleo sintomático en Madrid y abultadas derrotas en feudos significativos como Barcelona y Sevilla. Ha recibido una tunda inclemente y se le han escapado votos en todas direcciones: hacia IU, hacia UPyD, hacia la abstención e incluso hacia la derecha. El Gobierno sale del trance en ambulancia, con heridas gravísimas de diversas trayectorias y rumbo a la UCI; queda abierta la incógnita de cuánto tiempo podrá sostener su agonía.
Las elecciones han resultado sin ninguna duda un fracaso del liderazgo de Zapatero, una factura de la incompetencia gubernamental para gestionar la crisis y una expresión palmaria de malestar sociológico; pero también un éxito resonante del Partido Popular y del liderazgo templado de Mariano Rajoy. El líder de la oposición ha pasado por la campaña sin estridencias ni distracciones, centrado en su mensaje de alternativa socioeconómica, ajeno a provocaciones y eventualidades, y ha cosechado un histórico margen total de votos que le permite consolidar su aspiración de cambio. El «mapa azul» del recuento provisional, a expensas de los pactos de reparto de poder territorial, lo deja en situación de «presidente a la espera»; la presión sobre las elecciones anticipadas va a dominar su discurso de los próximos meses. Es improbable que tenga éxito en la estrategia pero le servirá para acentuar el desgaste y la inestabilidad del Gobierno.
El derrumbe socialista favorece la emergencia de triunfadores secundarios como Izquierda Unida y la UPyD de Rosa Díez, beneficiarios evidentes de la penitencia del zapaterismo y probables receptores parciales del voto de protesta, que también parece haber impulsado el aumento del sufragio blanco y nulo. La mala noticia del día, aunque esperada, se llama Bildu, la verdadera fuerza antisistema. Su potente irrupción compromete directamente al PSE de Patxi López y supone un desagradable contratiempo para la causa democrática por más que algunas interpretaciones voluntaristas traten de escrutar en el fenómeno un respaldo al presunto rechazo de la violencia. La realidad es la que es: a día de hoy, ETA sigue con las armas y sus amigos entran a saco en las instituciones. Un premio por adelantado y sin garantías que tiene muy concretos responsables en cuya hoja de servicios quedarán anotadas las consecuencias.
El derrumbe socialista favorece la emergencia de triunfadores secundarios como Izquierda Unida y la UPyD de Rosa Díez, beneficiarios evidentes de la penitencia del zapaterismo y probables receptores parciales del voto de protesta, que también parece haber impulsado el aumento del sufragio blanco y nulo. La mala noticia del día, aunque esperada, se llama Bildu, la verdadera fuerza antisistema. Su potente irrupción compromete directamente al PSE de Patxi López y supone un desagradable contratiempo para la causa democrática por más que algunas interpretaciones voluntaristas traten de escrutar en el fenómeno un respaldo al presunto rechazo de la violencia. La realidad es la que es: a día de hoy, ETA sigue con las armas y sus amigos entran a saco en las instituciones. Un premio por adelantado y sin garantías que tiene muy concretos responsables en cuya hoja de servicios quedarán anotadas las consecuencias.
ABC - Opinión
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