lunes, 11 de abril de 2011

Jugar con fuego

La ronda de pseudo-referendos puesta en marcha hace año y medio en Cataluña por los grupúsculos independentistas culminó ayer su última etapa en Barcelona. La experiencia no alcanzaría más interés que unos juegos florales para consumo interno de una minoría si no fuera porque en ella han participado todos los consejeros de la Generalitat, con el presidente Artur Mas a la cabeza. Los dirigentes de Convergencia son muy dueños de permitirse ciertas frivolidades o de jugar al escondite con sus votantes, pues mientras los domingos votan «sí» a favor de la independencia, los miércoles lo hacen en contra o se abstienen en el Parlamento autónomo. Pero cuando se ocupan cargos de gobierno en la institución que representa al Estado español, lo mínimo que les exige la ciudadanía es coherencia y lealtad a sus juramentos. Resulta ilustrativa y sonrojante la incongruencia de la consejera de Justicia, Pilar Fernández Bozal, que no dudó en votar en la misma consulta soberanista que meses atrás combatió como abogada del Estado. Parece evidente que el voto de los consejeros responde a la consigna dada por Mas de participar en esta especie de divertimento dominical para no perder terreno entre la minoría independentista. Grave error. El presidente de Cataluña está obligado por la dignidad de su cargo a no jugar con frivolidad y menos aún con fuego. La excusa de que votó a título individual no sólo es inaceptable, es incluso hiriente para los catalanes, pues es como decirles que tienen un presidente constitucional sólo a tiempo parcial. Mas debería tomar nota de la irreprochable conducta de su compañero de coalición, Duran Lleida, que se ha negado a secundar la mascarada. ¿Con qué autoridad moral podrá exigir al Gobierno de la nación un trato de igual a igual quien instiga y anima a romper con el Estado? ¿Cómo compagina el voto por la independencia con pedir a los españoles que suscriban Bonos de la Generalitat? Se equivoca, también, al creer que su prestigio sale indemne del trance, pues esas consultas soberanistas son identificadas como el pasatiempo político de fin de semana de los radicales. Desde luego, no es inocuo este juego de la oca independentista. Aunque los datos que ofrecen los organizadores (indemostrables, por otra parte) arrojan unos resultados ridículos para sus expectativas, lo cierto es que se han puesto en marcha personal, equipos, material e infraestructuras públicas al servicio de una opción política que es muy minoritaria. La abierta complicidad de entidades municipales en la organización y ejecución, además de constituir una ilegalidad, supone un fraude a los intereses de la gran mayoría catalana, que es contraria a la independencia y está mucho más preocupada por los fuertes recortes presupuestarios de su Gobierno que por experimentos gaseosos. En lo que debe centrarse Artur Mas es en ajustar sus presupuestos sin sacrificar la salud de los ciudadanos, la educación de los niños o la atención a la tercera edad, en vez de perder el tiempo en pseudo-referendos que sólo pueden conducir a la frustración y la melancolía porque el rechazo a la independencia de Cataluña es general en esta comunidad y en el resto de España.

La Razón - Editorial

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