lunes, 11 de abril de 2011

Consultas catalanas. Por José María Carrascal

Amagan, pero no dan. Usan el independentismo para ganar votos y extraer las mayores concesiones posibles.

SI la hipocresía es el homenaje que la virtud rinde al vicio (Oscar Wilde), esas «consultas soberanistas» que han venido celebrándose en Cataluña constituyen el mayor monumento a la hipocresía de los últimos tiempos. Primero, porque pretenden demostrar lo contrario de lo que realmente muestran. Segundo, porque se trucan los resultados de forma escandalosa. Y tercero, porque no se lo creen los propios convocantes. En una palabra: son un timo. No dudo que haya incautos que piquen, como en todos los timos. Pero tanto en su forma como en su fondo, estamos ante la versión política del timo de la estampita.

La primera impostura viene de su nombre: consultas soberanistas. Dando a entender que se trata de un referéndum por la independencia. Pero los convocantes saben perfectamente que esas son palabras mayores que asustan a mucha gente, así que les han puesto un nombre que luce mucho y compromete muy poco. La segunda impostura es la de los resultados. «El 90, el 80 por ciento han dicho sí», claman los titulares. Olvidando que la participación ha sido escasa. Todavía en los pueblos, donde todos se conocen y aburren, acuden, pero en las ciudades, cuanto más grandes son, menos afluyen, estimándose que la media será del 18 por ciento. Que es el porcentaje de independentistas de verdad que viene dándose en Cataluña. Son los que han acudido, el resto tenía cosas más importantes que hacer. Lo que significa que un 82 por ciento no desea en mayor o menor grado la independencia.


La última impostura es la más escandalosa y Convergencia la personifica: apoyó la consulta soberanista del domingo, pero el miércoles va a abstenerse cuando el Parlament vote la «declaración de independencia» que ha presentando el partido de Laporta. Dejando al PP y al PSOE que se la carguen. Y quedando como lo que realmente son: como unos independentistas de boquilla, pues nadie mejor que ellos saben que la independencia no favorece a Cataluña. Amagan, por tanto, pero no dan. Usan el independentismo para ganar votos por un lado y para extraer las mayores concesiones posibles al Gobierno español por el otro. Es el juego que vienen practicando desde la transición y les ha ido muy bien. A ellos. Otra cosa es, al pueblo catalán.

Pues me atrevo a decir, a la luz de los hechos, que el nacionalismo está representando un enorme lastre para Cataluña. Si ha perdido rango respecto a otras regiones españolas que iban muy por detrás de ella, se debe precisamente a esa carga adicional. ¿Han intentando ustedes conducir con el freno de mano alzado? Pues eso representa el nacionalismo en el mundo global de nuestros días. Aunque déjenme añadir que el mayor freno de la Cataluña actual es su clase política, tan inútil, tan corrupta, tan alejada de los intereses de la gente como la del resto de España.


ABC - Opinión

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