sábado, 15 de enero de 2011

Violencia, ¿de género?. Por M. Martín Ferrand

Lo científico, en concordancia con lo humano, sería hablar de desesperación; pero eso no viste al feminismo deformador.

LA acuñación de frases hechas y, casi siempre deformadoras del significado que se les atribuye, es una de las muchas y malas costumbres nacionales. Algo engendrado por dos padres, la pereza mental que da la tierra y el sesgo que los obsesos del igualitarismo quieren darle, ellos sabrán por qué, a la indeseable violencia que algunos hombres ejercen, psíquica o físicamente, contra las mujeres y, por lo general, más sañuda cuanto mayor el vínculo que les une a ambos. ¿A qué se refieren realmente cuando hablan de «violencia de género»? Podría ser que, movidos por su amor a la zarzuela quieran hablarnos del género chico o, lectores recalcitrantes, encuentren la novela como el más excelso de los géneros literarios; pero el género humano se integra, y en parecida proporción, por hombres y mujeres. La confusión del género con el sexo es culturalmente indeseable, científicamente ignorante y políticamente tendenciosa. Una pieza más de la deseable igualdad de derechos entre los dos sexos o, si se prefiere usar la terminología de Simón de Beauvoir, el primero y el segundo.

En Torrecaballeros, un pueblecito aledaño a Segovia, un hombre mató a su mujer, a su hijo de 16 años y, después, se suicidó. Se trata de una familia acomodada y culta en la que no caben las explicaciones ambientales al uso. ¿Es eso violencia de género? Lo científico, en concordancia con lo humano, sería hablar de desesperación; pero eso no viste al feminismo deformador y traspasa una cuota de responsabilidad al marco público de nuestra existencia. A un desaliento capaz de producir esos efectos tan desgraciados es difícil llegar por uno mismo, sin la cooperación del marco sociopolítico y la influencia mediática. De hecho, cuanto mayor es la publicidad de este tipo de crímenes y más intensa es la condena pública, más crece su número y más diversa se hace su casuística.

Repulsar la violencia de género, como ha hecho el ayuntamiento donde se produjo el suceso, es un brindis al sol. Es ponerle adjetivos para la confusión a lo que es violencia y, si se quiere, con abuso de un sexo sobre el otro; pero no propiciado ni por el género que venden en las tiendas ni por los que utiliza la gramática para la taxonomía del lenguaje. El asunto es tan grave que constituye insensatez la consideración de esa violencia, tan dolorosa como frecuente, como un fruto de la relación entre los hombres y las mujeres. Es una patología social que no se arreglará más que con una educación más sólida y rigurosa que la existente y la introducción en la convivencia de unos códigos morales, religiosos o laicos, que hoy brillan por su ausencia.


ABC - Opinión

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