En cuanto al PPC, pese a obtener 38.000 votos menos que Alejo Vidal-Quadras, el súbito desplome de sus competidores lo ha convertido en la tercera fuerza. Óptimo escenario que va a colocar a Sánchez Camacho en el brete de poner a prueba sus principios.

Como viene ocurriendo sin solución de continuidad desde el año 80 del siglo pasado, CiU ha vuelto a ganar las elecciones domésticas en Cataluña. La principal novedad a reseñar, pues, es que no hay novedad alguna en las preferencias mayoritarias de la parroquia local. Así, para supremo goce de la derecha tonta de la Villa y Corte, por primera vez desde que Lluís Companys proclamase el Estat català un independentista convicto y confeso ostentará la máxima representación del Estado en la plaza. Dispongámonos sin más demora entonces para escuchar el estruendo de los cohetes lanzados desde Génova, amén de la vistosa pirotecnia retórica que, a no dudar, nos preparan sus esforzados escribidores de guardia.
Por lo demás, la votación se ha desarrollado según el guión previsto en todas las encuestas. Esto es, con el Partido de la Desafección, el que agrupa a esa mayoría absoluta de la población, ya por completo ajena al juego político, imponiendo su hegemonía en las urnas desiertas. Y ello pese al tan celebrado como raquítico incremento de la participación. Una abstención crónica, estructural, la que retrata a los catalanes, que ha dado en adoptar aquel tinte negro y fatalista que caracterizó en tiempos a la Galicia dominada por el caciquismo rural. Similar tono sombrío al que a estas horas deja traslucir la mirada del pobre don José una vez recibida la extremaunción política, solo a la espera de conocer el nombre del Judas que habrá de comunicarle su inminente cese en la secretaría general. Momento procesal, ése, en que comenzará la lucha entre Montserrat Tura, pretendiente del sector catalanista que siempre ha visto a Montilla y sus capitanes como unos toscos parvenús del extrarradio, y el tapado del aparato, llámese Corbacho o Chacón, que entre ellos andará el juego.
Por lo demás, la votación se ha desarrollado según el guión previsto en todas las encuestas. Esto es, con el Partido de la Desafección, el que agrupa a esa mayoría absoluta de la población, ya por completo ajena al juego político, imponiendo su hegemonía en las urnas desiertas. Y ello pese al tan celebrado como raquítico incremento de la participación. Una abstención crónica, estructural, la que retrata a los catalanes, que ha dado en adoptar aquel tinte negro y fatalista que caracterizó en tiempos a la Galicia dominada por el caciquismo rural. Similar tono sombrío al que a estas horas deja traslucir la mirada del pobre don José una vez recibida la extremaunción política, solo a la espera de conocer el nombre del Judas que habrá de comunicarle su inminente cese en la secretaría general. Momento procesal, ése, en que comenzará la lucha entre Montserrat Tura, pretendiente del sector catalanista que siempre ha visto a Montilla y sus capitanes como unos toscos parvenús del extrarradio, y el tapado del aparato, llámese Corbacho o Chacón, que entre ellos andará el juego.
En cuanto al PPC, pese a obtener 38.000 votos menos que Alejo Vidal-Quadras, el súbito desplome de sus competidores lo ha convertido en la tercera fuerza. Óptimo escenario que va a colocar a la ecléctica Sánchez Camacho en el brete de poner a prueba la fortaleza de sus principios, empezando por el repudio a la inmersión, siguiendo por las multas contra los tenderos, y acabando por el célebre concierto económico que tanto ansía Mas. Veremos. A su vez, los rústicos de la Esquerra acaban de descubrir, quizá con alguna perplejidad, que el separatismo desacomplejado ha pasado a ser un asunto de tipos con corbatas de Hermès que saben utilizar la paleta del pescado.
Quién iba a decirles que su gran seña de identidad, acaso la única genuina, esto es el irredentismo secesionista, acabaría siendo patrimonio de la gente bien. Ellos sí pueden presumir de haber muerto de éxito. Al contrario de Ciudadanos, que ha sobrevivido de milagro. Y es que solo la perentoria necesidad de una voz no catalanista en el Parlament explica la pervivencia de un partido que se ha conducido con semejante afán cainita. Joan Laporta, en fin, habrá logrado dotarse de inmunidad parlamentaria gracias a un acta de diputado, el móvil más que probable que debía latir tras tanto ardor patriótico. Resumiendo, Mas de lo mismo.
Quién iba a decirles que su gran seña de identidad, acaso la única genuina, esto es el irredentismo secesionista, acabaría siendo patrimonio de la gente bien. Ellos sí pueden presumir de haber muerto de éxito. Al contrario de Ciudadanos, que ha sobrevivido de milagro. Y es que solo la perentoria necesidad de una voz no catalanista en el Parlament explica la pervivencia de un partido que se ha conducido con semejante afán cainita. Joan Laporta, en fin, habrá logrado dotarse de inmunidad parlamentaria gracias a un acta de diputado, el móvil más que probable que debía latir tras tanto ardor patriótico. Resumiendo, Mas de lo mismo.
Libertad Digital - Opinión
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