viernes, 30 de julio de 2010

Toros y prohibiciones. Por José María Carrascal

Si los toros tienen que acabarse, que se acaben de muerte natural, con el público no acudiendo a las plazas.

¿Y si esa prohibición de los toros que acaba de decretar el Parlamento catalán devolviera a la fiesta su viejo brillo? No me extrañaría. Lo prohibido tiene un atractivo irresistible, recuerden la manzana que nos costó el Paraíso, y si los catalanes iban a Perpiñán a ver películas eróticas, puede que vuelvan para ver corridas, aunque algunos las tendrán más cerca en Valencia o Zaragoza.
Los toros venían languideciendo en Cataluña —17 corridas este año en la Monumental de Barcelona frente a las cien que llegó a albergar en sus días de gloria—, y no sería la primera vez que unos legisladores demasiado ordenancistas cosecharan justo lo contrario de lo que pretendían.


Aunque, ¿qué es lo que realmente pretende proscribirse de Cataluña? Alegan que una forma de crueldad con los animales. Les creería si los nacionalistas hubieran mostrado igual sensibilidad para la crueldad con las personas, especialmente con las víctimas del terrorismo. ¿Recuerdan a Carod Rovira en Perpiñán, no a ver películas X, sino a algo aún más pornográfico? No creo que haya que ser muy malpensado para sospechar que se intenta desterrar de Cataluña la fiesta nacional española. Como intenta desterrarse cuanto huela a español, empezando por la ñ y terminando por los apellidos. Es una limpieza gramatical, que pronto pasará a las costumbres y terminará en las personas, como ha sucedido allí donde el nacionalismo ha logrado imponer su doctrina exclusivista y excluyente. Lo más curioso es que mientras España se abre, Cataluña, la comunidad española un día más abierta, se cierra; mientras España se pluraliza, Cataluña se restringe; mientras España tolera, Cataluña prohíbe; mientras España avanza, Cataluña retrocede, ya que las comunidades se caracterizan tanto o más por lo que prohíben que por lo que autorizan.

Aquel padre del liberalismo político que fue Voltaire dijo algo que viene a resumir el talante democrático: «No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defendería hasta la muerte su derecho a decirlo». A mí no me gustan los toros. Asistí hace sesenta años a una corrida y me aburrí soberanamente, por lo que no he vuelto. Puede que debiera haberlo hecho, para ver de encontrar lo que muchas personas que admiro definen como su magia. Pero me atraen más mil otras cosas, y la vida es corta. Ahora bien, hay algo que me gusta aún menos que los toros y es que se prohíban las corridas. Si los toros tienen que acabarse, que se acaben de muerte natural, con el público no acudiendo a las plazas, no por la prohibición dictada desde un parlamento, con fuertes connotaciones políticas y clara intención antiespañola.


ABC - Opinión

El test de estrés de ZP: Cataluña y presupuestos. Por José Antonio Zarzalejos

El Presidente del Gobierno tiene que pasar una ITV política similar a los stress test de las entidades financieras. Hasta el momento ha demostrado que en situaciones adversas sabe sobrevivir. Lo acreditó en el último debate sobre el estado de la Nación: en la más absoluta de las soledades parlamentarias no se da por aludido. Mientras, ha conseguido sacar adelante el techo de gasto para los Presupuestos Generales y las reformas para ajustar el déficit, la laboral y la de las Cajas. Ahora se prepara para afrontar la de las pensiones -que hábilmente ha diferido a la recepción de las conclusiones de la comisión del Pacto de Toledo-, que plantea problemas de viabilidad, y está encarando ya los dos episodios que pueden llevarle irremediablemente a segar la vida de esta legislatura u ofrecerle un balón de oxígeno: las elecciones catalanas y los Presupuestos Generales de 2011.

Parece bastante claro que la opción del PSC-PSOE para las autonómicas catalanas es la ministra de Defensa, Carmen Chacón. Su artículo, a pachas con Felipe González, publicado el pasado lunes en El País (“Apuntes sobre Cataluña”) lanzando un mensaje muy medido a la opinión pública catalana, permite aventurar que la ministra tirará de la lista socialista por Barcelona, lo que lleva a pensar en una remodelación del Gobierno en uno o dos meses.


Chacón es la única líder del PSC que no se ha empantanado con el debate sobre el Estatuto y ha logrado mantenerse a una cierta distancia del “lío de socialistas” (Aznar dixit) en que se ha convertido la tramitación, aprobación e impugnación de la norma autonómica. Las claves del artículo al alimón con Felipe González están encapsuladas pero muy al alcance del entendimiento de los más catalanistas de los socialistas del PSC y, en concreto, de los maragallistas, que habrán encontrado en las expresión “Nación de naciones” -así entienden los firmante a España- evocaciones del impulsor del Estatuto, Pasqual Maragall, firme partidario de esta expresión política de “las Españas” pergeñado por el historiador y ensayista socialista Anselmo Carretero.

"Cueste lo que cueste"

Si, pese a todo, las perspectivas no son alentadoras en las elecciones catalanas -el tripartito se desplomará según las encuestas- la negociación de los Presupuestos tampoco será un camino de rosas. CiU no los votará; la izquierda de IU, ICV, ERC tampoco, y ¿el PNV? Es posible, pero no seguro, y en todo caso a cambio de contrapartidas que pueden resultar tan exorbitantes que dejen en ridículo a Patxi López en Vitoria y tocado del ala el entendimiento entre el PSE y el PP vasco. Los nacionalistas vascos se están haciendo de rogar, quieren mantener como sea su poder local y asegurarse su papel de administradores de la autonomía vasca aun desde la oposición. ¿Está Zapatero dispuesto a darles todo eso? Es posible. Si lo hace, sacará los Presupuestos con daños colaterales muy graves en Euskadi; si no lo hace, habrá que prorrogar los actuales presupuestos y adelantar las elecciones.

Vamos a observar al Presidente en la coyuntura más adversa de cuantas parecen posibles. Será en otoño con la economía sin despegar, con una derrota electoral en Cataluña y con una negociación de los Presupuestos dramática. Test de estrés para Zapatero y su Gobierno que pronto no será el actual sino otro. Y lo peor que es que relativizando como acostumbra, virado como suele, contradiciéndose como es habitual, hasta es posible que pase la prueba de resistencia después de que ya esté descontada su ausencia septembrina en Rodiezmo, testimonio de su alejamiento de los sindicatos.

Si hasta el rabo todo es toro, hasta el último minuto no hay que dar por vencido a un Zapatero que hará “cueste lo que cueste” y lo que “le cueste” por continuar en el poder. Mensaje preocupante para Mariano Rajoy y el PP por muchas que sean las encuestas a su favor. La opinión pública española es volátil y, en muchas ocasiones, imprevisible.


El Confidencial - Opinión

Toros. El motín de Montilla. Por Emilio Campmany

La opinión pública europea sabe hoy que los toros están prohibidos en Cataluña, pero no tiene ni idea de que allí no se puede estudiar en español, cosa insólita que hubiera llamado tanto o más su atención si previamente nos la hubiera llamado a nosotros.

No descubro nada nuevo si digo que esta España de nuestras entretelas es un país mágico. No hace tanto tiempo, Carlos III acometió un sinfín de reformas con la encomiable intención de conducir a nuestro pueblo hasta la modernidad. Una de ellas fue la liberalización del comercio de granos, que produjo un incremento brutal del precio del pan. La actividad reformadora también obligó a aumentar la presión fiscal y el descontento se extendió a todas las clases. Pero el español era un pueblo sumiso, que soportaba con estoicismo este abanico de reformas como podía haber soportado cualquier otro.

Y en esto va el marqués de Esquilache y ordena recortar las capas y que los anchos chambergos se recojan hasta convertirse en sombreros de tres picos. La disposición tenía la finalidad de evitar que los embozados se permitieran toda clase de crímenes sin poder ser reconocidos precisamente por eso, por ir embozados en sus largas capas y ocultos bajo las alas de sus sombreros. Y, sin que se sepa muy bien por qué, el adocenado pueblo español dijo que hasta ahí podíamos llegar y que no había nacido extranjero que le tocara la capa y el chambergo. El motín iniciado en Madrid se extendió a otras ciudades y, aunque pudo ser finalmente controlado, Carlos III no tuvo más remedio que devolver a Italia a su insensato ministro siciliano.


Podría ser que con lo de los toros en Cataluña pasara algo parecido. Allí está prohibido desde hace años estudiar en español, a pesar de ser la lengua materna de la mayoría de los catalanes, y nada ha ocurrido. Tan sólo ha habido protestas aisladas de padres coraje que se han dejado la piel y la de sus hijos tratando de llegar hasta la última instancia por ver si así despertaba la conciencia popular. Nada consiguieron. Y ahora va el Parlamento catalán y prohíbe la fiesta de los toros y se arma la marimorena, dentro y fuera de Cataluña. Es la primera vez que he visto imágenes en televisión de ciudadanos de Barcelona indignados por habérseles prohibido algo enfrentarse a los nacionalistas que llevan lustros imponiendo en las calles su ideario bajo la protección de la policía autonómica.

Me dirán que este asunto de los toros no sólo ha tenido repercusión en España sino también fuera de ella. Es verdad, pero eso ha sido porque dentro se ha organizado el revuelo que otras represiones no han producido. Si, cuando se prohibió enseñar en español en los colegios catalanes, los perjudicados por esa medida hubieran salido a las calles como hoy lo han hecho los defensores de los toros, la atención internacional también se habría disparado. De hecho, la opinión pública europea sabe hoy que los toros están prohibidos en Cataluña, pero no tiene ni idea de que allí no se puede estudiar en español, cosa insólita que hubiera llamado tanto o más su atención si previamente nos la hubiera llamado a nosotros.

No tengo excesivas esperanzas de que la prohibición de las corridas produzca en Cataluña una reacción generalizada contra la represión que esa comunidad sufre como la prohibición de la capa y el chambergo llevó en su día a la revuelta frente al reformismo absolutista. Pero esa rebeldía que la prohibición de la Fiesta ha provocado en algunos catalanes quizá se extienda a los muchos damnificados por la represión nacionalista que Cataluña va acumulando. Al fin, una tenue luz en la oscuridad.


Libertad Digital - Opinión

¡Multas, más multas!. Por M. Martín Ferrand

Produce cierto rubor que el Ministerio del Interior necesite la infracción de los conductores para sobrevivir.

PARECE ser que, en estos días en que unos van y otros vienen de vacaciones, los miembros de la Guardia Civil con responsabilidades de Tráfico mantienen una «huelga de bolígrafos caídos». Vigilan y actúan, previenen y socorren, pero no sancionan. La modernidad les quitó el sable que les dio el Duque de Ahumada, su fundador, y el disgusto laboral y la escasa retribución —por señalar, Alfredo Pérez Rubalcaba— les han privado de las ganas de echar mano al talonario de las denuncias y, con sentido de la disciplina y el deber, no desatienden su tarea, pero tienden a hacer la vista gorda y a perdonar a los infractores los puntos y los euros que merecen su negligencia o su temeridad. Durante el mes de junio de este año, con respecto al del año anterior, las multas han decaído en unas 4.000 al día. Idéntica funcionalidad, pero escasa rentabilidad recaudatoria.

El trabajo de un ministro de Interior es el más duro y difícil de todos cuantos integran las competencias del Gobierno y, entre las muchas miserias que debe asumir y soportar, no es la menor la escasez de recursos con las que le dota el Presupuesto. Aún así, no deja de producir un cierto rubor cívico que el Ministerio del Interior necesite la infracción de los conductores para sobrevivir con las multas y sanciones que puedan imponérseles. A tal punto llega el despropósito que Rubalcaba, la mejor de las cabezas del Gobierno de Zapatero, defiende con la serenidad y solvencia con que un profesor de Química les enseña a sus alumnos la Tabla de Mendeleyev, que la «productividad» de los agentes de la Guardia Civil puede y debe medirse y premiarse en función de las multas que impongan.

Se cuenta que Severiano Martínez Anido, en los años veinte, cuando ocupó el sillón en el que ahora se sienta Rubalcaba, llegó a tener un incidente verbal, de café, con César González Ruano porque éste se atrevió a decir que las chicas que Rafael de Penagos dibujaba para Blanco y Negro eran más delgadas y estilosas, más atractivas, que las de Robert Martínez Baldrich. Pintoresco suceso. Más todavía si se tiene en cuenta que Baldrich, que así se firmaba, era su hijo y su secretario en el Ministerio. Por ahí anda lo de Rubalcaba. La confusión entre el acto de multar y la actitud protectora y vigilante de la seguridad vial es de parecida envergadura a la rabieta de su lejano predecesor en el cargo. Incluso entendiendo la penuria presupuestaria a que nos ha llevado la torpeza del Gobierno en que se integra, es menospreciar a la Guardia Civil. Equipararla a los vigilantes de los aparcamientos de pago que tanto perturban la vida ciudadana.


ABC - Opinión

Supergómez. Por Alfonso Ussía

En alguna ocasión no he tratado a Gómez con la seriedad y el rigor que requiere su personalidad. Me refiero, claro está, a Tomás Gómez, el alto baranda del socialismo madrileño. Lo están acosando desde su propio partido. Se defiende con heroísmo. Ha revelado su secreto. Está hecho de cryptonita, la materia que debilitaba al mismo Superman. Por más que se empeñen Zapatero y Blanco, contra Supergómez no hay otra solución que el cañonazo a dos metros. Resiste como un héroe las embestidas de sus compañeros. Cosas de las encuestas. En el PSOE consideran que Gómez no tiene entidad para enfrentarse a Esperanza Aguirre. Ignoran el secreto de su cryptonita, y los votantes, es decir, los habitantes de la Comunidad de Madrid, también ignoran a Gómez. Se mantiene gracias a dos mujeres que suman muchos valores. Leire Pajín y Maru Menéndez. De la primera saben todos los españoles. De la segunda, sólo algunos madrileños. Es la portavoz socialista en la Asamblea de Madrid. Discípula de Demóstenes y Castelar, cuando abre la boca tiemblan los escaños del Partido Popular. Además, tiene empaque y majestad en los andares, como Morante de la Puebla en chica.

De lo que se trata es de defender a Supergómez y hacerle sentir el cariño y el apoyo de los que nunca le vamos a votar. Por encima de las ideas vuelan las admiraciones. Para mí, que Supergómez, al que Zapatero tilda indirectamente de numantino, representa a las mil maravillas la figura heroica del Dos de Mayo rimada por Bernardo López García: «Siempre en lucha desigual,/ cantan tu invicta arrogancia,/ Sagunto, Cádiz, Numancia,/ Zaragoza y San Marcial». Párrafo estremecedor de la guerra anglo-zulú que nos regala el coronel Samuel Higgins en su obra «Los zulúes nos dieron por saco» (Hutchinson & Bros. Londres 1917). Dice así: «Se amontonaban los cuerpos sin vida de nuestros soldados en la planicie de Ulundi. Centenares de buitres dibujaban circunferencias carroñeras a poca altura. Ni un solo superviviente. Al menos, eso creíamos hasta que nos apercibimos de un leve movimiento bajo el corpachón del bravo sargento Strower. Fuimos hacia él, pero estaba muerto. También el cabo Losty, que yacía bajo Strower. Y asimismo el soldado Ferguson, aplastado por el cabo Losty. ¿Quién movía aquellos cuerpos heroicos y sin vida? No otro que el soldado Thomas Staff, a punto de fallecer asfixiado por el peso del cuerpo de sus compañeros. No tenía un rasguño. Era un resistente». Cuando leo este pasaje de «Los zulúes nos dieron por saco», después del lógico estremecimiento, se abre en mi pensamiento la figura de Tomás Gómez, el resistente, casualmente tocayo del soldado Staff. Hay hombres que nacen para morir por los demás, y otros cuyo único objetivo es sobrevivir aun en las circunstancias más adversas. Thomas Staff y Tomás Gómez son ejemplos cumbreros de esta segunda opción humana. A Supergómez le están haciendo la petaca desde el presidente del Gobierno al portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid –también desconocido por los madrileños– pasando por Pepiño Blanco y la más alta nómina del socialismo. Pero Supergómez resiste como un titán, cobijado en su cueva de cryptonita y sustentado por su formidable inteligencia y facilidad de palabra.

Insisto en mi error. No me lo he tomado en serio y no he sabido valorar sus incuestionables virtudes políticas. Es un fenómeno social y un aglutinador de masas. Honestamente, no puedo asegurarle mi voto. Pero sí mi pasión. Pasión rebosante, por otro lado.


La Razón - Opinión

Toros. El apocalipsis de los tartufos. Por Cristina Losada

El PP ha estado más ausente que presente en la batalla contra la política disgregadora del nacionalismo y hasta ha sido cómplice de la erradicación de la lengua común, pero en defensa de las corridas de toros, ¡va a montar la de San Quintín!

Del Desastre del 98 se recuerda que los madrileños fueron a los toros tranquilamente mientras la escuadra española se hundía en Cuba, una actitud, la de los capitalinos, que ha dado lugar a interpretaciones erróneas. Hoy, examinada la prensa, no hay error de interpretación posible. Tras prohibirse las corridas de toros en Cataluña, se descubre un desastre que estaba ahí todo el tiempo. Desde hace décadas se denigra y persigue lo español –y el español– en Cataluña, y se acosa, agrede y excluye a los no catalanistas. Pero nada de eso, nada de lo que entraña vulneración de derechos y libertades fundamentales, ha provocado una indignación de un calibre similar a la que ha concitado la abolición de un espectáculo tradicional.

Véase la reacción del Partido Popular. Ha estado más ausente que presente en la batalla contra la política disgregadora del nacionalismo y hasta ha sido cómplice de la erradicación de la lengua común, pero en defensa de las corridas de toros, ¡va a montar la de San Quintín! Que me aspen si lo entiendo, que si lo entiendo aún me parece peor.


Ahora resulta que prohibir los toros es el atentado a los derechos y a la igualdad de los españoles más grave que vieron los siglos. La decisión del parlamento catalán es, desde luego, condenable, al igual que otras prohibiciones abusivas de los poderes públicos. Y se puede y se debe denunciar que, tras la bandera de la protección a los animales, se esconde el malencarado y cateto anti-españolismo de siempre. Pero, hombre, esta algarada, por los toros. Qué contraste con la suavidad, la mesura, el silencio con los que se han recibido tantos ataques de mayor importancia y peores consecuencias.

La protesta se ha teñido, además, del sesgo identitario que los nacionalistas cultivan, dándose a entender que España son los toros. Pues no. Ni es, por supuesto, un rasgo peculiar de Cataluña el desinterés y el rechazo crecientes hacia la tauromaquia, al contrario de lo que sugiere Artur Mas, erigido ahora en un San Francisco de Asís tan inverosímil como selectivo. Pero como nadie pone las cosas en su sitio, se apuntan un triunfo político. Cuentan con la ayuda inestimable de la torpeza o la deserción de los que están enfrente.


Libertad Digital - Opinión

Los toros y la física social. Por Ignacio Camacho

La lidia ha sido aniquilada en Cataluña porque sus defensores se han dejado amedrentar por la hegemonía soberanista.

CUANDO acaben de lamentarse por la prohibición de la fiesta, los taurinos catalanes podrían empezar a preguntarse qué han hecho para defenderla. No me refiero a la (relativa) movilización forzada de los últimos momentos del debate, cuando la decisión abolicionista ya estaba tomada de hecho por una élite política decidida a efectuar un gesto de soberanismo simbólico, sino a la larga desidia que ha permitido languidecer las corridas en Cataluña hasta dejarlas a punto para la puntilla política. Esa galbana apocada frente a la creciente hostilidad con que el nacionalismo señalaba a los toros como el emblema de un caduco españolismo cultural es lo que ha creado el clima para que la clase dirigente se sintiese autorizada a emprender la cruzada prohibicionista, a sabiendas de que con ella podía propinar un eficaz golpe propagandístico sin excesivos costes en la sociedad catalana. La resistencia interna ha sido mínima, como calculaban los soberanistas, a quienes la polémica española no ha hecho sino excitar en su designio publicitario; sabían que la atmósfera social propia estaba anestesiada por falta de articulación y de coraje.

El sector taurino y taurófilo catalán se ha dejado amedrentar o, como mínimo, arrastrar por la hegemonía identitaria. Ha buscado los apoyos fuera de Cataluña, arrinconándose a sí mismo en vez de plantar cara movilizando a la dirigencia civil y política de la autonomía. Ha permitido que el Partido Socialista se plegase a la corriente de dominancia nacionalista también en este punto, sin plantearle una presión que le obligase a dar la cara. Ha actuado, en fin, con complejo de inferioridad, en un ejemplo exacto del principal problema actual de la sociedad catalana, que es la mala conciencia y la sumisión pasiva ante el activismo soberanista, actitudes de las que el PSC del cordobés Montilla representa el perfecto correlato político. Se trata de una cuestión de física social, de ocupación de espacios; la lidia ha sido aniquilada porque sus defensores se habían dejado previamente desestructurar con un repliegue acomodaticio y la renuncia al ejercicio activo de la disidencia.

Ahora tendrán tiempo de meditar sobre ese encogimiento pusilánime, sobre esa indolencia cómplice, sobre esa merma autoprovocada de vitalidad civil que ha facilitado el golpe de gracia ante una opinión pública arredrada cuyos sectores más disconformes se limitan a menear la cabeza y susurrar en voz baja la inconveniencia de este disparate. Podrán hacerlo cuando vayan a Perpiñán o Nimes a ver corridas como antes iban a ver cine prohibido, o en la comodidad refrigerada del AVE de Zaragoza o de Madrid que les transportará camino de un exilio moral que no han sabido impedir sin ofrecer una oposición lo bastante vigorosa como para reconfortarles al menos en la previsible derrota.


ABC - Opinión

Independencia y credibilidad de los medios, bajo cero. Por Antonio Casado

Ayer me tocó hablar en los cursos de verano de El Escorial sobre “Credibilidad” e “Independencia” en los medios. Las dos grandes palancas del Periodismo para cumplir su función social, que consiste en la formación de una opinión pública sana y sin mando a distancia del Poder. Y dije que ambas están bajo cero. Sobre todo al conjugarlas en relación con las empresas dedicadas al negocio de la comunicación.

Si nos ceñimos exclusivamente a los comportamientos individuales, no es difícil encontrar casos de periodistas cargados de credibilidad e independencia, pero en un contexto en el que esos valores no cotizan o cotizan a la baja frente a imperativos políticos y comerciales. En realidad deberíamos decir únicamente comerciales, porque hasta lo político se ha convertido en una derivada del famoso poder invisible de los mercados, que a punto han estado de derribar al Gobierno de España durante las consabidas turbulencias de estos últimos meses.


Credibilidad e independencia, pues, son bienes de escasa circulación en el mercado de la comunicación. Nada que hacer a la hora de competir con los índices de audiencia, la facturación por publicidad o la caza del famoso. Simplemente porque, como queda dicho, los imperativos del mercado (cuentas de resultados) han desplazado a los del servicio público (conformar una opinión pública sana) en las relaciones de poder.

Exigencias de los mercados

A ese desalentador paisaje tiene que acomodarse todo, incluido el poder político. Y creo que algo tiene que ver con esto el reciente volantazo del Gobierno Zapatero, cuyo historial de izquierda quedó inesperadamente desmentido por los recortes a pensionistas, funcionarios, mujeres lactantes y pobres del Tercer Mundo. Si hasta los poderes públicos han de acomodarse a las exigencias de los mercados, imaginen el escaso recorrido que puede tener la independencia o la credibilidad de un periodista individualmente considerado que aún crea en la información como servicio público y no en las necesidades económicas de su empresa.

Como es lógico, dediqué un turno al elogio de un minifundio de independencia mediática llamado El Confidencial, donde todavía se vive la grandeza de este oficio y donde la cuenta de resultados nunca ha condicionado su vocación de servicio a la sociedad, no a los poderes políticos o económicos más o menos camuflados. Una excepción que confirma la regla en un panorama marcado por el tsunami neoliberal de los noventa en los medios de comunicación (privatizaciones, extranjerización del capital, concentraciones multimedia, desplazamiento del papel de lo público frente a los mercados, etc.).

Y respecto a mis lectores, una confesión de parte. También sobre la independencia, porque la credibilidad se otorga o se deniega desde fuera. Es el derecho de los lectores. La independencia, en cambio, es subjetiva. Sólo uno sabe en su fuero interno cuales son sus propios límites. Yo los reconozco en mis ideas, mis amigos y mis estados de ánimo. Comprendo que es muy difícil de teorizar eso pero tengo la obligación de sincerarme con ustedes. Al menos por haberme aguantado durante este curso que termina. Que pasen buenas vacaciones y hasta septiembre.


El Confidencial - Opinión

Transparencia en las cárceles

Desde el Ministerio del Interior se ha asegurado estos días que la política antiterrorista acordada con el principal grupo de la oposición permanece inalterable, y que las informaciones y consultas sobre cualquier decisión son una norma habitual, así como las comunicaciones con los colectivos de víctimas del terrorismo. Es la palabra del Gobierno. El problema surge cuando algo chirría en este complejo mecano que funcionaba como un reloj hasta hace unos días.
La prudencia de las asociaciones de víctimas ha sido ejemplar a pesar de todas esas informaciones sobre acercamientos de terroristas sanguinarios supuestamente arrepentidos e incluso sobre permisos y alguna excarcelación de etarras también presuntamente alejados de la disciplina de la banda. Nada se puede objetar a las reacciones discretas y medidas de unas personas que han demostrado su responsabilidad, y que siempre han evitado la palabra gruesa o el titular comprometedor. Cuando la AVT denunció ayer que «se siente engañada» por el Gobierno porque nadie los informó en la reunión del miércoles con Instituciones Penitenciarias de que hace tres semanas se había trasladado a la pistolera Idoia López Riaño, «La Tigresa», condenada por 23 asesinatos, a la prisión de Nanclares de Oca (Álava), entendemos que algo ha fallado. Interior ha asegurado que la etarra no disfruta de beneficio alguno, que continúa en primer grado y que sigue cumpliendo la pena impuesta, y que por esas razones no se comunicó novedad alguna. Es una explicación que, sin embargo, excluye el acercamiento al País Vasco y el supuesto arrepentimiento de una de las terroristas más sanguinarias de la historia de ETA. Y esos sí son cambios que merecían información.


En cualquier caso, hay, efectivamente, una sensación de inquietud y desconcierto crecientes entre las víctimas que el Gobierno debe reconducir de inmediato con una comunicación más fluida y transparente con las asociaciones. Tampoco tranquiliza que los sindicatos policiales hablen de «arrepentimiento interesado» de los terroristas. El Ministerio del Interior asegura que los etarras acercados –porque ésa es su condición y no otra, y como tales asesinaron, secuestraron o extorsionaron– se han arrepentido, han pedido perdón y han comenzado a cumplir con las indemnizaciones que tienen pendientes, pero el caso es que las incertidumbres rodean y condicionan ese acto colectivo de contrición, del que las principales afectadas, las víctimas del terrorismo, tampoco saben nada. Es cierto que el Ministerio mantiene un contacto fluido con el PP, lo que nos parece imprescindible, pero, a la vista de los resultados, es evidente que es preciso revisar las comunicaciones con las asociaciones de afectados.

Un objetivo de la pena es la recuperación del individuo, pero otros no menores son aportar seguridad y tranquilidad a la sociedad. El Gobierno dispone de información suficiente sobre lo que ocurre en la banda y en el colectivo de presos, y seguro que persigue que la derrota del terrorismo se produzca cuanto antes. Es nuestra obligación recordar que movimientos penitenciarios similares en otras épocas dieron resultados frustrantes, aunque deseamos que esta vez se acierte con una política arriesgada.


La Razón - Editorial

A mitad de camino

La reforma laboral aprobada ayer se aleja de la prometida renovación en el mercado de trabajo.

El texto del proyecto de reforma laboral que ayer aprobó la Comisión de Trabajo e Inmigración del Congreso apenas mejora la redacción inicial que presentó el Gobierno. Es cierto que el PSOE y el PNV pactaron a última hora una enmienda que precisa las causas económicas del despido, de forma que aquellos con indemnización de 20 días podrán tramitarse cuando la empresa prevea una disminución persistente de los ingresos que ponga en riesgo su viabilidad o una previsión fundada de pérdidas; pero, al margen de esta clarificación parcial, el proyecto de ley de reforma que se envía al Senado sigue sin decidirse por una eliminación total de la dualidad del mercado de trabajo (tan solo incentiva un poco más los contratos con 33 días de indemnización por despido) y no entra en el cambio legal de la negociación colectiva, que se emprenderá en los próximos seis meses.

No se puede decir que la reforma sea un fracaso, pero este no es el cambio en profundidad que se sugirió como el complemento laboral necesario para aprovechar la recuperación económica en ciernes. La política de incentivos de los contratos fijos con derecho a 33 días de indemnización es un avance sobre la legislación anterior, pero no cierra la brecha entre asalariados con contratos fijos con despidos caros y un gran número de contratos rotatorios, con despido barato.


El endurecimiento de las normas contra el absentismo está bien, pero es un problema secundario en relación con los dos mencionados; lo mismo cabe decir de la propuesta de CiU de vincular en el futuro la prestación por paro a las políticas de empleo. Hay mejoras evidentes en aspectos periféricos y pocas en los sustanciales.

Porque la realidad laboral en España es que, con una tasa de paro que ronda el 20%, las empresas no pueden cambiar, mediante una negociación, salarios por despido, de forma que estén en condiciones de despedir a menos trabajadores a cambio de reducir el salario. El viejo paradigma de que la negociación se aproxime a las empresas todavía es solo un deseo lejano en el mercado español y no son pocos los economistas que explican la destrucción de empleo en los últimos tres años como una causa directa de esta inflexibilidad.

La percepción política tampoco es buena. El proyecto apenas se salvó por la abstención de PNV y CiU. Es discutible que la reforma laboral fuese prioritaria, o, al menos, tan perentoria como la financiera o el plan de austeridad pública. A nadie le hubiera extrañado que se encauzara políticamente (una vez fracasada la negociación entre sindicatos y empresarios) con más calma, con las expectativas de recuperación un poco más claras y con criterios más firmes. Pero una vez que el Gobierno aceptó que la solvencia financiera española mejoraría con una reforma laboral, la peor decisión es dejarla a medio camino, entre la irritación creciente de los sindicatos y el rechazo de la patronal. Si el texto aprobado ayer no se mejora, será una oportunidad gastada en balde.


El País - Editorial

La chapuza laboral, resumida en una coma

La reforma se elaboró desde el principio de forma chapucera y sin precisar los cambios, algo imprescindible en un país donde los jueces de lo social toman partido en contra de la empresa por defecto.

Buena parte de los errores que se cometen al regular el mercado de trabajo parten de la idea equivocada de que se puede lograr el pleno empleo a base de leyes, algo que sólo es alcanzable si se nacionaliza por completo la economía, como en los regímenes comunistas. Pero en esos casos, por mucho que todo el mundo tenga empleo, ni se trabaja ni se crea riqueza. Como se decía en la Unión Soviética, "ellos hacen como que nos pagan y nosotros como que trabajamos".

Sólo cuando las leyes favorecen la producción, básicamente quitando obstáculos, los empresarios serán más proclives a invertir capital para, entre otras cosas, contratar personal y poder pagarles mayores salarios. Desgraciadamente, muchos de los mayores obstáculos a los que se enfrentan los emprendedores españoles se encuentran en la legislación laboral, que convierte una contratación en algo más parecido a un matrimonio para toda la vida que en la relación contractual y profesional que es. Las leyes españolas son las principales responsables de que muchas empresas hayan fracasado y muchos empleos se hayan destruido o no se hayan llegado siquiera a crear... aparte de la enorme extensión del mercado negro, al margen de la ley, los mal llamados "derechos sociales" y el pago de impuestos.


Cuando esto se tiene claro, no sólo se entiende la necesidad de una reforma laboral, sino también qué es más urgente reformar. Además, las resistencias al cambio ni siquiera se sostienen en sus propias excusas. Allí donde la ley pone menos trabas a que empresarios y trabajadores se pongan de acuerdo en los términos del contrato, según la lógica socialista, éstos deberían vivir presas del pánico ante su supuesta inseguridad laboral. Pero resulta que España es el país de la OCDE donde más miedo tienen los trabajadores a perder su empleo, porque precisamente por la nula flexibilidad del mercado laboral saben que tendrán muy difícil encontrar otro. De modo que impedir estos cambios no mejorará nuestra seguridad.

La reforma laboral que ha salido este jueves de la negociación entre el PSOE y los partidos nacionalistas prácticamente no toca –al menos por ahora– uno de los defectos principales de nuestra legislación: la obligación de obedecer a lo que decidan nuestros supuestos representantes sindicales y empresariales, que puede ser exactamente lo contrario a lo que necesitan las empresas y trabajadores reales, de carne y hueso. Es decir, los convenios colectivos. Pero sí apuntaba en otra dirección: la reducción del precio del despido por la vía de convertir en objetivos aquellos que se produzcan porque la empresa va mal y debe reducir personal.

El problema es que la reforma se elaboró desde el principio de forma chapucera y sin precisar los cambios, algo imprescindible en un país donde los jueces de lo social toman partido en contra de la empresa por defecto, llegando en algunos casos a declarar improcedentes despidos en los que había agresiones o insultos por parte del trabajador. Así, indicar cuándo se consideraba que un despido era objetivo por causas económicas resultaba esencial para que este cambio en la regulación tuviera alguna consecuencia práctica. Se habló de que bastaría con acreditar pérdidas o una caída en los beneficios. Pero al final no ha sido así.

La nueva propuesta menciona tras la negociación entre PSOE y PNV que el despido será objetivo si se acredita "la existencia de pérdidas actuales o previstas, o la disminución persistente de su nivel de ingresos, que puedan afectar a su viabilidad o a su capacidad de mantener el volumen de empleo". La inclusión de esa última coma llevará a que muchos jueces decidan interpretar que las pérdidas no afectan a la viabilidad de la empresa o no le impiden mantener el volumen de empleo, anulando en buena medida la utilidad práctica de esta norma.

Esta penúltima chapuza parece demostrar que nuestros políticos son incapaces de legislar de una forma mínimamente competente. Si esta reforma no es clara, no servirá de mucho. Esperamos, por tanto, que el Senado mejore un texto clave para salir del hoyo en el que está nuestra economía.


Libertad Digital - Editorial

Reforma laboral, tarde y mal

La nueva ley es un prodigio de ambigüedad, por contradictoria y confusa, pues ni siquiera despeja las dudas sobre las causas que justifican el despido objetivo.

EL PSOE sacó ayer adelante la reforma laboral en la Comisión del Congreso únicamente con sus votos y gracias a las abstenciones de los nacionalistas. Los socialistas solo consiguieron apoyos parciales para enmiendas transaccionales presentadas agónicamente, a última hora del debate. Ahora, el proyecto pasará directamente al Senado porque la comisión de la Cámara Baja tenía competencia legislativa plena. El resultado político de este trámite parlamentario es una nueva victoria pírrica de un Gobierno que, en tiempo de crisis, es incapaz de sumar votos a izquierda o derecha. Hasta ahora, Zapatero no ha conseguido un solo pacto político de envergadura en el Parlamento, salvo la reforma de las Cajas. En el caso de la reforma laboral, su fracaso es doble, porque tampoco logró el consenso entre los agentes sociales, coartada de estos dos últimos años para no entrar con responsabilidad y determinación en un problema que hoy tiene el nombre de más de cuatro millones y medio de parados. Y, sobre todo, porque ni ofrece soluciones para la estabilidad en el empleo ni mejores condiciones para la contratación. Es un prodigio de ambigüedad, por contradictoria y confusa. En absoluto es criticable que el Gobierno haya dado el paso de reformar el mercado laboral —esa reforma que se negaba a hacer sin consenso social—, pero sí que lo haya hecho con improvisación y sin agenda, como si la crisis del empleo en España lo hubiera sorprendido de la noche a la mañana. Un asunto tan grave como el despido por causas económicas, que sigue sin concretarse con claridad, no quedó cerrado hasta pocas horas antes de la votación, cercenando las posibilidades del debate y demostrando que el Gobierno no tenía un modelo claro de relaciones laborales.

Es lógico que un Gobierno que en tiempos de crisis se comporta sin un guión fiable no pueda recabar apoyos. Cuando esta reforma sea aprobada por el Senado y finalmente aparezca en el BOE, se habrá consumido buena parte del año, por lo que sus efectos empezarán a notarse —si es que se notan de forma significativa— en 2011. Por tanto, llegará tarde y mal. Todo por el absurdo empeño de Zapatero de supeditar su responsabilidad como gobernante a los acuerdos de los sindicatos y los empresarios, como si el sistema político español fuera una democracia orgánica. Además, la existencia de una reforma laboral no es motivo suficiente por sí sola para crear empleo. Las empresas contratarán trabajadores cuando se reactive la economía hasta niveles que lo hagan necesario. Hasta entonces, las futuras medidas laborales tendrán un efecto de estímulo mediatizado por el contexto de una crisis que sigue sin ser combatida con un plan integral de reformas estructurales.

ABC - Editorial