lunes, 27 de diciembre de 2010

Sucesión e interinidad

Por mucho que el secretario de Organización socialista, Marcelino Iglesias, y buena parte de la estructura federal del partido se afanaran ayer mismo en proclamar que no está abierto en el PSOE el debate sucesorio, y ni siquiera la discusión sobre si Rodríguez Zapatero debe hacer pública la decisión sobre su futuro político cuanto antes o no, la realidad desmiente los intentos de estos dirigentes por apagar un fuego encendido y alimentado precisamente por el propio presidente del Gobierno y secretario general socialista. De Rodríguez Zapatero, y sólo de él, es la responsabilidad de haber abocado al Ejecutivo, a su partido y a la coyuntura política a un futuro de incertidumbres y de tensiones nada beneficioso para un país con un serio déficit de confianza en las esferas internacionales y con todas sus circunstancias políticas y económicas escrutadas al segundo por los mercados. Las cábalas lanzadas ya desde hace meses, y más aún con el nombramiento de Pérez Rubalcaba como vicepresidente primero, se dispararon cuando Rodríguez Zapatero confirmó hace unos días que había trasladado la decisión definitiva sobre su futuro a su esposa y a un íntimo colaborador del partido, el llamado «confidente». Da la impresión de que el presidente va por libre y que sus maniobras espasmódicas se convierten en zancadillas a esos estrechos colaboradores que intentan sofocar una situación potencialmente explosiva. La lucha por el poder no sale gratis. Desgasta y mucho a las organizaciones. Y no puede pasarse por alto que los malabares de Zapatero han llegado además en un crítico momento para el PSOE, asomado al abismo del peor resultado de la historia democrática.

Si el presidente tuviera en cuenta la opinión de los ciudadanos, plasmada en los estudios demoscópicos, lo tendría sencillo. El grado de rechazo que provoca su figura política habla por sí solo sobre el estado de la opinión pública. Según la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, casi siete de cada diez españoles opinan que Rodríguez Zapatero no debería presentarse a las elecciones generales de 2012. También es una mayoría (53,2%) la que entiende que el PSOE debe acabar ya con esta indecisión y anunciar su cabeza de cartel. Los encuestados tienen sus favoritos, con Rubalcaba en primer lugar (32,7%), seguido de José Bono (29,5%) y Carme Chacón (12,2%). No estamos convencidos de que Zapatero atienda al criterio de los españoles o, incluso, a sus intereses para decidir lo que más conviene en cada momento. En caso contrario, la suerte estaría echada.

España y sus urgencias necesitan algo de su Gobierno, además de las reformas demandadas, y es certidumbre, estabilidad y liderazgo. Si Zapatero persiste en jugar a la indefinición y a la duda, afrontamos una etapa de interinidad política que pesará como una losa sobre las posibilidades del país de embridar la desconfianza y enfilar la recuperación. El presidente debe solucionar lo que él mismo generó. Después de las navidades, el país exigirá decisión, carácter, energía, liderazgo y autoridad políticas. Y esas cualidades no pueden darse en quien deambula entre el tacticismo político y la vacilación personal.


La Razón - Editorial

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