miércoles, 8 de diciembre de 2010

La cultura de la impunidad. Por Edurne Uriarte

Hay un consenso generalizado sobre el comportamiento chantajista e intolerable de los controladores.

Hay un consenso generalizado sobre el comportamiento chantajista e intolerable de los controladores. También sobre la pertinencia del estado de alarma. Algo es algo. Pero ahora es imprescindible establecer las bases para que chantaje semejante jamás vuelva a ocurrir. Y para eso es necesario acabar con la cultura de la impunidad que ha permitido que los controladores se atrevieran a llegar a donde han llegado.

Y eso sólo será posible si los partidos dejan a un lado el juego Gobierno-oposición que acaba responsabilizando siempre a los políticos de todos los errores, abusos, ineficacias y tropelías y exime a los individuos y a la tan elogiada sociedad civil. Es cierto que lo hizo el PSOE con el PP a cuenta del Prestige, por ejemplo, cierto que probablemente lo haría ahora si el Gobierno fuera del PP. Pero necesario también que las responsabilidades individuales, las de los controladores, dejen de quedar diluidas en el juego político. Lo que exige un apoyo total del PP para que los auténticos culpables respondan de sus abusos.

Claro que para que eso ocurra el Gobierno tendrá que mantener un mínimo de coherencia. La que ya se ha resquebrajado antes siquiera de que tenga lugar la sesión del Congreso de mañana. No se puede decretar un estado de alarma, responsabilizar a los controladores y pedir el apoyo de la oposición si es el propio Gobierno el que rectifica horas después y señala que los culpables son, en realidad, unos pocos y la mayoría actuó coaccionada. Que eso se debe a la inexistencia de controladores para sustituir a los posibles sancionados. Pues ahí sí entra el juego la responsabilidad del Gobierno, de éste y de los anteriores. ¿Cómo es posible que no se hayan formado más controladores en todos estos años? ¿Cómo es posible que los controladores militares no tengan ya la homologación de la UE? ¿Esperan al caos para tomar medidas?


ABC - Opinión

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