sábado, 4 de diciembre de 2010

Antibaraka. Por Ignacio Camacho

La fortuna que acompañaba al presidente se ha desvanecido en una atmósfera fatalista y un turbión de contratiempos.

NO hay tregua. La antigua baraka de Zapatero se ha trocado en una mufasiniestra, un gafe de conflictos sin fin que se encadenan con recurrencia paroxística. El Gobierno no halla un minuto de respiro, sitiado por un torrente de problemas que va arrollando la vida nacional como un aluvión turbulento. Al presidente le ha abandonado la suerte y está en estado de colapso político. En plena descomposición de poder, no hay hora en que no se encuentre ante un apuro.

La huelga salvaje de los controladores opacó ayer el agónico mensaje de optimismo que el Gabinete trató de insuflar en una economía sin aliento. Las tímidas reformas aprobadas en el Consejo de Ministros apenas alcanzaron el eco de los telediarios de sobremesa. A media tarde, el comienzo del puente se había convertido en un caos, en una emergencia; un pequeño grupo de empleados de élite tomaba como rehenes a cientos de miles de personas y el Gobierno no encontraba siquiera el amparo de sus antiguos aliados sindicales. Desafío sobre desafío, calamidad sobre calamidad, fracaso sobre fracaso, el zapaterismo atraviesa un momento de debilidad extrema en el que cualquiera se siente con fuerzas para echarle un pulso.


Toda la fortuna que acompañó las piruetas de audacia de un presidente que siempre salía vivo de los enredos que él mismo creaba parece haberse desvanecido en medio de una atmósfera fatalista y de un turbión de contratiempos. El clima moral de la nación se ha deprimido en un desánimo intangible. Es la anti-baraka: un estado de cosas en el que el pesimismo acaba convertido en certidumbre. No sólo sale mal todo lo que puede salir mal, sino incluso lo que prometía acabar bien. Si se calman los mercados, revientan los aeropuertos; si Bruselas ofrece un leve desahogo financiero, se incuba el malestar silencioso de los parados terminales despojados del último subsidio. Ha desaparecido la ventura como en un tenebroso soneto quevedesco. Hay un cansancio colectivo, un cabreo creciente, una ahogada contrariedad que pesa sobre la sociedad española como un saco de plomo. El país ha entrado en barrena y Zapatero, otrora triunfante ante sus propios líos, desafiante vencedor de lances improbables, se ve ahora salpicado de infortunios retroactivos y envuelto incluso en calamidades ajenas. El cartero de la suerte ha pasado de vuelta llevando en el zurrón todas las facturas impagadas de los tiempos de vino y rosas. Aislado, criticado, desautorizado incluso desde sus mismas filas, encarna en su descarnada soledad el verso desesperanzado de Neruda: «todo en ti fue naufragio». Y no tiene, ni siquiera en el seno del PSOE, quien le arroje un salvavidas.

ABC - Opinión

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