viernes, 12 de noviembre de 2010

Txusito. Por Ignacio Camacho

Eguiguren se ha autoinculpado al admitir sus idas y venidas con Josu Ternera, ese mocetón tan simpático y jatorra.

ALEGRE, espontáneo y dicharachero, Jesús Eguiguren se ha autoinculpado de al menos dos delitos al admitir sus idas y venidas con Josu Ternera, ese mocetón tan simpático y jatorra que tiene el defectillo —«nadie es perfecto», decía Joe E.Brown en «Con faldas y a lo loco»— de ser o haber sido uno de los jefes de la ETA. Uno de lo delitos es el muy obvio de reunirse con terroristas y el otro podría ser, dada la condición de prófugo de Ternera, el de denegación de auxilio a la justicia. Por ello, en puridad jurídica, cuando Eguiguren comparezca hoy como testigo de la defensa en el juicio contra Arnaldo Otegi —otro chico estupendo algo descaminado—, el fiscal o el juez deberían pedir que se le dedujera aparte testimonio de sus confesas andanzas, con advertencia expresa de la posibilidad de resultar imputado. Por tomarse un café con el citado Otegi acabaron empapelados el actual lendakari Patxi López y su antecesor Ibarretxe, ahora memorialista de su propio delirio. Ninguno de los dos llegó a proclamar su «afecto» por el procesado, un etarra en comisión de servicio como presunto activista político.

Aunque sus compañeros socialistas lo desautorizan con la boca chica y lo consideran un verso suelto imposible de rimar con la estrategia del partido, Eguiguren hace tiempo que va y viene cruzando, como Cyrano de Bergerac, las líneas del enemigo para llevar mensajes de no se sabe quién a no se sabe dónde. También cruza a menudo, cargado de buena intención según quienes le conocen, las líneas rojas que la dignidad y el sentido común han impuesto en la resistencia contra el terrorismo, y en el vaivén pisotea alguna que otra hoja suelta sin notar el crujido de la memoria de las víctimas de sus amigotes. Da gusto entenderse, ha declarado en la tele, con Josu Ternera, un vasco jovial amante del vino y la buena mesa con el que fluye la charla de modo natural y, literalmente, cómplice. Hasta tal punto ha persistido en su trajín de chácharas que algún documento etarra alude a la «vía Txusito» como línea de diálogo nunca interrumpida. Cuando todos los caminos se cierran y la Guardia Civil siempre aparece al fondo de la encrucijada, queda la «vía Txusito» para continuar manteniendo la esperanza. El Estado aprieta pero Txusito no ahoga.

Si fuese por Txusito, el conflicto vasco llevaría años resuelto. Él mismo lo dice: el entendimiento es fácil si se prescinde de los muertos, que son 860 muerto arriba, muerto abajo. Nos olvidamos de ellos y ya está, a vivir que son dos días y en Euskadi son «cuatro gatos» (sic) y acaban cogiéndose afecto. No pocos de esos muertos eran compañeros de filas de Eguiguren aunque los muchachotes del otro lado no les dieron tiempo a tomarles estima. Pero como ya es inevitable qué se le va a hacer, pelillos a la mar brava de Bermeo y a tomarse unos potes con la peña. Que son buenos chicos y han cambiado. Palabra de Txusito.


ABC - Opinión

0 comentarios: