viernes, 12 de noviembre de 2010

El G-20 no admite ocurrencias

Mientras los grandes líderes internacionales plantean una batalla con final incierto, Rodríguez Zapatero sigue empeñado en jugar al «buenismo».

LA reunión del G-20 en Seúl es fiel reflejo de las graves dificultades que sufren las principales economías del mundo para gestionar las secuelas de una crisis de alcance universal. La «artillería» monetaria activada por Barack Obama para aliviar las finanzas de la primera potencia internacional es la expresión de unas prácticas proteccionistas que chocan con la globalización social y económica. La llamada «guerra de divisas» enfrenta a los Estados Unidos no solo con la UE sino también con China, Brasil y otros países relevantes. Pero lo cierto es que cada uno da la batalla por su cuenta, de tal manera que la «cumbre» parece derivar en un conflicto de todos contra todos del cual no cabe esperar nada bueno para buscar una salida razonable a la crisis. Mientras tanto, crece el riesgo de colapso para Irlanda —e incluso para Portugal— con sus diferenciales de deuda respeto del bono alemán situados al límite de lo posible. La Reserva Federal se equivoca cuando otorga prioridad al interés a corto plazo de los Estados Unidos, porque la única forma de salir de la crisis es un esfuerzo conjunto en beneficio de todos.

Mientras los grandes líderes internacionales plantean una batalla con final incierto, Rodríguez Zapatero sigue empeñado en jugar al «buenismo», lanzando ocurrencias que ya no engañan a nadie a estas alturas. Hablar de la creación de un millón de empleos «ecológicos» es un brindis al sol que no se puede tomar en serio cuando procede de un país que bate todos los récords de paro y cuyos agentes socioeconómicos no consiguen ver la luz al final del túnel, a pesar del falso optimismo gubernamental. Menos mal que el presidente del Gobierno está acompañado en Seúl por los líderes de algunas grandes empresas españolas, cuya solvencia a escala internacional ofrece una imagen muy positiva de nuestro país. De lo contrario, caemos en el grave riesgo de que España se diluya en la insignificancia o juegue un papel anecdótico en el G-20, porque los tiempos exigen una política madura y responsable, al margen de las eternas ocurrencias para salir del paso. Rodríguez Zapatero debería tomar buena nota de las posiciones de Sarkozy, Merkel y otros socios europeos, dispuestos a afrontar en serio la crisis del Estado de bienestar y a defender con argumentos eficaces los intereses de la economía europea en tiempos de turbulencia.


ABC - Editorial

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