Los norteamericanos le han enviado un mensaje clarísimo para que se preocupe de resolver sus problemas más acuciantes.

BARACK Obama hace bien al asumir toda la responsabilidad de la derrota sufrida por los candidatos demócratas, porque lo sucedido en Estados Unidos ha sido, ante todo, una reacción contra su forma de gobernar, más que un éxito de la campaña desplegada por sus adversarios republicanos, incluidos los activistas del ahora célebre Tea Party. Hace sesenta años que un presidente norteamericano no era objeto de un castigo electoral de esta envergadura, que alcanza elementos tan simbólicos como la pérdida del que había sido su propio escaño de senador en Illinois. El mito político más relevante de las últimas décadas se ha desvanecido a una velocidad de vértigo, generando no tanto indiferencia sino incluso un rechazo militante en una parte de la sociedad que no ha entendido sus razones para emprender una reforma de elementos básicos de las relaciones entre los ciudadanos y el Estado. Se ha dicho que con la herencia que recibió Obama —dos guerras y una crisis económica— era muy difícil haberlo hecho mejor. Lo que no puede decir el presidente es que ignorase la situación que tenía que afrontar cuando se ofreció ante sus conciudadanos para dirigir el país. Otros presidentes antes que Obama también perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes (en el Senado, los demócratas la conservan porque solamente estaba en juego un tercio de los escaños), pero nadie antes que él había vinculado su mandato de forma tan emblemática a una serie de políticas que ahora ya no podrá llevar a cabo. Los ciudadanos le han enviado un mensaje clarísimo para que se preocupe de resolver sus problemas más acuciantes y deje de lado esas partes de su agenda que cimentaron su figura política.
Los dirigentes republicanos, por su parte, harían bien en realizar una lectura inteligente de estos resultados, porque la reacción ante el rumbo político adoptado por Obama ha provocado una irritación bien aprovechada por el Tea Party, que a su vez aboga en ciertos aspectos por una reacción política que está tan lejos de la natural alternancia razonable como lo han estado algunas de las iniciativas de Obama. Al apartarse del consenso mayoritario, ha fracasado Obama. Eso mismo puede darles a los republicanos una idea de hacia dónde tampoco sería bueno que llevasen la discusión política.
Los dirigentes republicanos, por su parte, harían bien en realizar una lectura inteligente de estos resultados, porque la reacción ante el rumbo político adoptado por Obama ha provocado una irritación bien aprovechada por el Tea Party, que a su vez aboga en ciertos aspectos por una reacción política que está tan lejos de la natural alternancia razonable como lo han estado algunas de las iniciativas de Obama. Al apartarse del consenso mayoritario, ha fracasado Obama. Eso mismo puede darles a los republicanos una idea de hacia dónde tampoco sería bueno que llevasen la discusión política.
ABC - Editorial
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