martes, 5 de octubre de 2010

Más Zapatero en vena. Por Hermann Tertsch

Gómez es por tanto ya el Zapatero del futuro. Osado, sectario, izquierdista, más preparado para la vida.

¡POBRE presidente, acostumbrado a que le rieran hasta la peor de sus gracias, a que le apoyaran con entusiasmo en las más disparatadas ocurrencias! Los socialistas han estado diez años con el partido prácticamente disuelto. Todos los órganos de control y debate se habían convertido en organillos con las melodías de adulación, sumisión y cánticos de larga vida al líder infalible. Pues ahí le tienen, víctima de una revuelta en la organización de Madrid que se ha hartado de la enésima humillación a manos de La Moncloa. Ha devuelto el bofetón con toda la mala uva acumulada. El balance después de la batalla no podía ser peor para Zapatero. El Partido Socialista en Madrid ha quedado más dividido que nunca. El orden que había impuesto allí Tomás Gómez con sus métodos dudosos se ha revelado ficticio. La pobre Trinidad Jiménez ha quedado políticamente carbonizada y habrá de buscarse el futuro por otras lides lejanas a la vida pública si no quiere terminar de gestora de una Casa del Pueblo. Nuestro querido Alfredo Fouché Rubalcaba ha sido desautorizado con la misma contundencia que Zapatero. Y don José Blanco ha hecho el perfecto ridículo. Los hombres fuertes del zapaterismo, los magos de la intriga, todos han salido maltrechos del lance. Ahora pretenderán que esto de las primarias de Madrid no iba en realidad con ellos. Pero lo cierto es que los socialistas de Madrid, esos incondicionales que aun conservan el carnet de un partido que lleva diez años reducido a «claque» del caudillo, han sentido lo que tantos españoles sentimos a diario. Podríamos describirlo piadosamente como un hartazgo indignado. Y se lo han hecho saber al eterno adolescente de La Moncloa, que en su infinita autoestima piensa aún que la realidad es esclava de su capricho.

Lo cierto es que se ha creado una inmensa paradoja. Porque viene a humillar al Zapatero padre un Zapatero hijo, tan radical en sus fines como en sus métodos —de los que mucho se hablará en estos próximos meses—, pero mucho más valiente que el tramposo leonés. Tomás Gómez ha demostrado que tiene cuajo de líder. Y desde luego un coraje que debería avergonzar a todos los socialistas destacados que podrían haberse enfrentado a Zapatero para impedir algunas de sus tropelías contra la sociedad española. Nos habría ido mejor a todos si en esa ejecutiva sumisa hubiera habido unas cuantas voces dignas que le hubieran dicho a Zapatero que su política era un suicidio a plazos pero no sólo para el partido sino para este país que no quiere suicidarse.

Gómez es por tanto ya el Zapatero del futuro. Osado, sectario, izquierdista, más preparado para la vida, duro consigo mismo, diferencia con el original que le honra, y con los demás. Perfecta cuña de la misma madera que ya ha quebrado el monolitismo cobarde del apoyo incondicional al líder, cada vez más desgastado, errático y definitivamente hundido en su discurso de la nada. Cuando el mayordomo en casa te da un corte de mangas, debes comprender que tu familia lleva tiempo haciéndote luz de gas y puedes estar seguro que las infidelidades se harán más patentes. El Zapatero original podría ahora darnos pena si no nos diéramos tanta pena nosotros por el daño que nos ha hecho. El Zapatero que emerge gracias a la inestimable ayuda de sus enemigos es ya un invitado no deseado en el centro del poder socialista. En todo caso no deja de ser preocupante ver cómo el zapaterismo se prolonga y sobrevivirá al personaje que propició tan funesto invento y tan ruinosa aventura.


ABC - Opinión

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