viernes, 1 de octubre de 2010

La realidad del día después

Entramos ya en la recta final de 2010 sin atisbo de una inflexión definitiva que ponga a España en la senda de la recuperación real de su economía.

TRAS la rebaja de la calificación de España por la agencia Moody´s y el pesimismo del informe publicado por el Banco de España sobre la evolución económica del tercer trimestre, ni hay margen para que el Gobierno «rectifique» en el sentido que le piden los sindicatos ni estos van a recibir del Gobierno posibilidades reales de «diálogo» sobre pensiones y reforma laboral. La agencia Moody´s ha rebajado la calificación de la deuda española por la debilidad de la recuperación económica, lanzando un jarro de agua fría sobre el discurso oficial del Gobierno, que defiende que la recuperación se está consolidando. El de Moody's no es un juicio de valor infundado, porque coincide con los datos que ha recabado el Banco de España para anunciar que la levísima mejoría de los indicadores económicos del segundo trimestre se ha frenado en el tercero. Las causas eran previsibles, porque se encuentran en el aumento del IVA, la supresión de las ayudas a las compras de vehículos y el recorte a la inversión pública. Mientras los planes de estímulo estuvieron vigentes, la economía española vivió con respiración asistida. En cuanto el Gobierno se ha visto obligado a retirarlos, la situación económica empieza a dar su verdadero rostro. Este es el día después de la huelga del 29-S, un cuadro de crisis que entra ya en la recta final de 2010 sin atisbo de una inflexión definitiva que ponga a España en la senda de la recuperación real de su economía. La huelga ha sido inútil en todos sus propósitos, incluso el de despacharla como un trámite indoloro para el Gobierno, porque la opinión pública ha diagnosticado que detrás de la convocatoria había «tongo» entre el Ejecutivo y las organizaciones sindicales. El amistoso encuentro de De la Vega y Méndez, en una emisora de radio a menos de doce horas de que acabara la jornada de paro, es la fotografía de esta mascarada perpetrada por el Gobierno y los sindicatos el 29-S.

De esta huelga, de estos sindicatos y de este Gobierno no se vislumbra una aportación para dar empleo a los millones que lo buscan, ni para mejorar la confianza de los ciudadanos y de los empresarios ni para sentar las bases de una política económica fiable a medio plazo. Desde luego, no servirán a este fin unos presupuestos generales para 2011, entregados ayer por la ministra de Economía al presidente del Congreso, construidos sobre unas previsiones económicas otra vez contaminadas de optimismo. Unas cuentas para entrar con pocas esperanzas en el cuarto año de la crisis.


ABC - Editorial

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