Sería difícil precisar cuál de los candidatos que pugnan por la candidatura a la Comunidad de Madrid es peor. Zapatero parece tenerlo claro, el PSM también. Qué gane el menos malo, si es que lo hay.
El cercano escenario electoral en la Comunidad de Madrid y el más que probable batacazo del PSOE-PSM en las urnas ha hecho que se enciendan todas las alarmas en Ferraz. Mientras los socialistas madrileños de la línea oficialista se decantan por Tomás Gómez, ex alcalde de Parla y secretario general del PSM, el aparato de la sede nacional, sabedor de que con Gómez van directos a la quinta derrota consecutiva, ha postulado a dos candidatos de la casa: Trinidad Jiménez, actual titular de Sanidad y Jaime Lissavetzky, un veterano apparatchik que viene de tiempos de Joaquín Leguina.
Tal es, en líneas generales, la batalla que en estos momentos se libra dentro de la federación socialista madrileña, que es, amén de una de las más importantes de España, la que más disgustos ha ocasionado al inquilino de la Moncloa desde que se elevó a los altares del partido hace ya diez años. El PSOE no consigue arrebatar ni la capital ni la Comunidad al PP a pesar de que ha puesto todo su empeño en ello en las dos últimas citas electorales. Simancas fue de fracaso en fracaso en la Comunidad y, en el ayuntamiento, primero Álvarez del Manzano y luego Gallardón han ido pulverizando a los candidatos socialistas, algunos puestos a dedo desde la presidencia del Gobierno como Miguel Sebastián, que se llevó un considerable varapalo en las municipales de 2007.
Tal es, en líneas generales, la batalla que en estos momentos se libra dentro de la federación socialista madrileña, que es, amén de una de las más importantes de España, la que más disgustos ha ocasionado al inquilino de la Moncloa desde que se elevó a los altares del partido hace ya diez años. El PSOE no consigue arrebatar ni la capital ni la Comunidad al PP a pesar de que ha puesto todo su empeño en ello en las dos últimas citas electorales. Simancas fue de fracaso en fracaso en la Comunidad y, en el ayuntamiento, primero Álvarez del Manzano y luego Gallardón han ido pulverizando a los candidatos socialistas, algunos puestos a dedo desde la presidencia del Gobierno como Miguel Sebastián, que se llevó un considerable varapalo en las municipales de 2007.
Pero Madrid es de vital importancia para Zapatero. La de Madrid es la autonomía más rica de España y la tercera más poblada. Tiene, además, una fuerte carga simbólica que transporta a los socialistas a los dorados aunque ya lejanos tiempos de Tierno Galván, cuando el PSOE dominaba con autoridad el panorama electoral capitalino. En Madrid se encuentra, asimismo, Esperanza Aguirre que por principios y determinación política es probablemente la horma del zapato del presidente del Gobierno. Por estas y otras muchas razones, entre las que se encuentran los monstruosos presupuestos públicos que manejan ambas administraciones, Zapatero necesita hacerse con Madrid si quiere seguir gobernando en el resto de España.
El problema del PSOE madrileño es doble. Por un lado la buena gestión del PP en la Comunidad, que pone muy cuesta arriba a los candidatos socialistas erigirse en alternativa de un modelo que los madrileños refrendan gustosos cada cuatro años desde 1995. Por otro, los equipos que históricamente han liderado la eterna alternativa del PSM han brillado por su mediocridad, su falta de ideas o, directamente, su inoperancia absoluta en la oposición.
En los que actualmente se disputan la candidatura del año próximo nada ha cambiado. Tomás Gómez es un demagogo en estado puro cuyo programa máximo es un antiaguirrismo primario inspirado en el discurso obrerista que se estilaba en el "cinturón rojo" de la capital allá por los años setenta. Ese tipo de mensaje, utilizado hasta la saciedad por su predecesor Simancas, cuenta ya con pocas adhesiones y provoca gran rechazo entre las clases medias madrileñas.
En el otro lado, Trinidad Jiménez ya fracasó estrepitosamente como candidata a la alcaldía en 2003. El Partido Popular le sacó 15 puntos de diferencia y, tan pronto como pudo, la voluntariosa candidata de la chupa de cuero buscó refugio en la política nacional al abrigo del primer Gobierno de Zapatero, que la nombró secretaria de Estado para Iberoamérica. En cuanto a Jaime Lissavetzky, fue consejero hace ya veinte años de los Gobiernos regionales de Leguina. Luego supo reorientar su carrera hacia el zapaterismo naciente como secretario de Estado para el Deporte, donde ha desempeñado un papel bastante lamentable, pues, éxitos deportivos que no le son directamente imputables al margen, su gestión política en asuntos como las selecciones autonómicas de fútbol ha brillado por su ausencia.
Sería difícil precisar cuál de los candidatos que pugnan por la candidatura del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid es peor. Zapatero parece tenerlo claro, el PSM también. Que gane el menos malo, si es que lo hay.
El problema del PSOE madrileño es doble. Por un lado la buena gestión del PP en la Comunidad, que pone muy cuesta arriba a los candidatos socialistas erigirse en alternativa de un modelo que los madrileños refrendan gustosos cada cuatro años desde 1995. Por otro, los equipos que históricamente han liderado la eterna alternativa del PSM han brillado por su mediocridad, su falta de ideas o, directamente, su inoperancia absoluta en la oposición.
En los que actualmente se disputan la candidatura del año próximo nada ha cambiado. Tomás Gómez es un demagogo en estado puro cuyo programa máximo es un antiaguirrismo primario inspirado en el discurso obrerista que se estilaba en el "cinturón rojo" de la capital allá por los años setenta. Ese tipo de mensaje, utilizado hasta la saciedad por su predecesor Simancas, cuenta ya con pocas adhesiones y provoca gran rechazo entre las clases medias madrileñas.
En el otro lado, Trinidad Jiménez ya fracasó estrepitosamente como candidata a la alcaldía en 2003. El Partido Popular le sacó 15 puntos de diferencia y, tan pronto como pudo, la voluntariosa candidata de la chupa de cuero buscó refugio en la política nacional al abrigo del primer Gobierno de Zapatero, que la nombró secretaria de Estado para Iberoamérica. En cuanto a Jaime Lissavetzky, fue consejero hace ya veinte años de los Gobiernos regionales de Leguina. Luego supo reorientar su carrera hacia el zapaterismo naciente como secretario de Estado para el Deporte, donde ha desempeñado un papel bastante lamentable, pues, éxitos deportivos que no le son directamente imputables al margen, su gestión política en asuntos como las selecciones autonómicas de fútbol ha brillado por su ausencia.
Sería difícil precisar cuál de los candidatos que pugnan por la candidatura del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid es peor. Zapatero parece tenerlo claro, el PSM también. Que gane el menos malo, si es que lo hay.
Libertad Digital - Editorial
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