La desorientación del PSOE en Madrid es un síntoma de ausencia de autoridad y planificación para pelear electoralmente en una plaza donde Zapatero siempre ha perdido.
EL PSOE sigue tropezando en Madrid de manera incorregible, incluso antes de elegir candidatos para competir con Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. No es capaz siquiera de hacer las cosas con una mínima discreción, abundando en los errores y torpezas del pasado —polémicas públicas, descalificaciones personales, ausencia de alternativa— que explican el estado de postración en el que se encuentran los socialistas en Madrid. En el caso de las elecciones autonómicas, la situación roza el esperpento, porque la dirección nacional descarta a Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños, que es el único que públicamente se ha propuesto para liderar la candidatura sin haber probado suerte aún; pero apoya, con el aval personal del presidente del Gobierno, a Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad, cuya principal credencial electoral en Madrid es haber sido derrotada sin paliativos por Ruiz-Gallardón. Jiménez sólo tardó un año en abandonar el Ayuntamiento. Es lógico que cause extrañeza, como mínimo, la apuesta socialista de confiar a una candidata derrotada por Ruiz-Gallardón la responsabilidad de ganar a Esperanza Aguirre. Y aunque su gestión en Sanidad ha estado exenta de polémicas —en buena medida, porque apenas tiene competencias—, tampoco le otorga un balance equiparable al de la presidenta madrileña.
La desorientación del PSOE en la comunidad madrileña es un síntoma de problemas existentes a mayor nivel organizativo, concretamente de ausencia de autoridad y planificación para pelear electoralmente en una plaza donde Zapatero siempre ha perdido, aun en sus mejores momentos, bien directamente frente a Rajoy (generales de 2004 y 2008), bien a través de candidatos de su máxima confianza, como Jiménez y Sebastián, en los comicios municipales y autonómicos. Además, la campaña contra Tomás Gómez, quien fuera el alcalde más votado de España, está revelando una cierta intolerancia del PSOE hacia la democracia interna, tanto más llamativa cuando se produce en un partido que siempre quiere presentarse como paradigma de funcionamiento democrático. Gómez cuenta con el apoyo de sus compañeros y aún no ha podido perder unas elecciones en Madrid. Jiménez, sí. Al obviar este dato, al despreciar la necesidad de un elemental buen hacer frente a dos colosos electorales como Aguirre y Gallardón, y al mostrarse en un estado creciente de nervios, el PSOE está destrozando anticipadamente sus posibilidades en Madrid —confiadas más a un supuesto desgaste de Aguirre o al avance de UPD que a las virtudes de su competidor— y dando más razones a los madrileños para seguir sin confiar en su candidatura.
ABC - Opinión
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