miércoles, 4 de agosto de 2010

Políticas de partido. Por M. Martín Ferrand

Visto cómo el PP y el PSOE tratan a los mejores entre los suyos es cosa de echarse a temblar

LOS partidos políticos, sin grandes diferencias entre ellos, tienden a ser crueles con sus militantes más abnegados y capaces. Incluso es posible que la autoridad que irradian los grandes jefes de fila, los merecedores de un póster electoral, dependa de lo crudelísimos que puedan llegar a ser y parecer en cada momento. Eso explicaría fenómenos tan singulares como los que, en coincidencia temporal, protagonizan Francisco Álvarez Cascos y Tomás Gómez. El primero es uno de los grandes nombres de la historia del PP y el autor, en sus días como secretario general, de la transformación de un grupito organizado al modo de las tropas de Pancho Villa en un partido bien vertebrado, sólido en sus bases y orgánico en su funcionamiento. Algo que, si es que sigue siéndolo, ya no lo parece. El segundo es un modelo de biografía socialista. Hijo de emigrantes, nació en Holanda y, ya en Parla, una de las grandes ciudades del entorno madrileño, estudió su carrera, se afilió al PSM y llegó a ser, en dos comicios consecutivos, el alcalde más votado de España.

Álvarez Cascos, después de un paréntesis reparador, ha manifestado su deseo de volver a la política activa y aspirar a la presidencia autonómica en Asturias, el escenario de su juventud y origen de sus trabajos políticos. Ningún notable del PP ambiciona, que se sepa, esa responsabilidad; pero, como suele suceder entre quienes tienen la política como medio de vida, los caciques locales ven amenazado su estatus, su pan y, sobre todo, la paz de balneario en la que suelen regodearse los partidos en las circunscripciones en que no ocupan turno de poder. Mariano Rajoy, como de costumbre, mira hacia otra parte y balbucea palabras de bien quedar y poco prosperar.

Lo de Gómez es lo mismo, pero al revés. En acto de obediencia dejó la gloria de su sólida mayoría absoluta en Parla y sucedió, hace ya tres años, a Rafael Simancas como secretario general del PSM. Ha reconstruido los restos de la vieja federación socialista y, con el apoyo de sus bases, aspira a disputarle a Esperanza Aguirre la Comunidad de Madrid, pero a José Luis Rodríguez Zapatero no le parece suficientemente «atractivo». Ignora que Charles Boyer consiguió trabajar como galán hasta el fin de sus días y era bajito, rechoncho y calvo. Como contaba Bette Davis, con la que protagonizó El cielo y tú, usaba peluquín, corsé y grandes dosis de maquillaje… pero gustaba a las señoras.

Visto cómo el PP y el PSOE tratan a los mejores entre los suyos es cosa de echarse a temblar; ¿qué podrían hacernos a quienes les miramos desde la distancia con más desdén que entusiasmo?


ABC - Opinión

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