Los máximos responsables del sector de la construcción acudían a convencer a Zapatero de la inviabilidad de afrontar los recortes en obra pública. Pero todo ha quedado en el aire.
LA cancelación por parte de Moncloa de la reunión que el presidente del Gobierno tenía prevista para mañana miércoles con los presidentes de las principales constructoras arroja aún más incertidumbre sobre el rumbo del Ejecutivo socialista en materia económica. Los máximos responsables del sector que hasta el estallido de la crisis fue uno de los principales motores de la actividad económica de este país, acudían a la cita con el propósito de convencer a Zapatero de la inviabilidad de afrontar los recortes en materia de infraestructuras y obra pública porque, de llevarse a cabo, el daño sería tan «tremendo» que no sólo dejaría «inerme» al sector sino que podría sumir al conjunto de la economía española en una recesión de incierto horizonte. Su pretensión era que el Gobierno pusiese en marcha, tal y como ya le habían pedido en julio, un plan de reestructuración similar al puesto en práctica con la Banca. Pero todo eso ha quedado en el aire cuando más necesario era que se aclarasen las decisiones definitivas a tomar; especialmente después de que el propio Zapatero anunciase la semana pasada desde Palma de Mallorca un posible alivio en los recortes y su ministro de Fomento, José Blanco, se descolgase el fin de semana con una suerte de aviso a los españoles de que si queremos disfrutar de unas infraestructuras de primera, tenemos que «homologar» nuestros impuestos con los del resto de los europeos; mensaje que sólo puede interpretarse como la pública renuncia del Ejecutivo a cualquier otro tipo de medida anticrisis que no pase por una subida de la presión fiscal. Esta decisión sería, además de errónea —en el mapa europeo de los tipos máximos del IRPF España ya está por encima de Francia o el Reino Unido, a la par con Alemania, y sólo por debajo de Suecia, Dinamarca y Holanda—, francamente injusta, puesto que tampoco es asumible que la solución a los problemas de las constructoras, o de cualquier otro sector, se derive sobre las espaldas de los trabajadores.
La confusión y el desconcierto siguen presidiendo las decisiones de un Gobierno que la oposición ha calificado muy apropiadamente de «descompuesto» y que retoma el nefasto discurso económico de la era González. La incapacidad de Zapatero para cuadrar las cuentas del Estado y evitar constantes castigos de los mercados a nuestra deuda es más que preocupante y la política de bandazos y globos sonda a la que se ha abandonado, justo lo que menos necesita el país, aun tratándose del mes de agosto.
ABC - Editorial
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