martes, 17 de agosto de 2010

Ser español resulta caro. Por M. Martín Ferrand

A pesar de ello, José Blanco dice que los impuestos que padecemos son «bajos» y hay que subirlos.

SALVO los vecinos de autonomías uniprovinciales, que solo soportan cuatro, los españoles sostenemos el peso político y económico —fiscal— de cinco Administraciones públicas: la correspondiente a la UE, donde los funcionarios y los gastos se multiplican como conejos; la Nacional, decreciente en funciones y presupuestariamente creciente; la Autonómica, sede de todo tipo de abusos y despilfarros; la provincial —las Diputaciones—, cajón de sastre para el dispendio, y la Municipal, que suele ser mala pagadora y pésima organizadora de sus recursos. A mayor abundamiento, las Autonomías insulares, a falta de diputaciones, enriquecen el gasto público con los cabildos canarios y el consejo mallorquín. El resultado, a la vista de tantas Administraciones y hecha la proporción entre lo que nos cuesta como contribuyentes y lo que recibimos como ciudadanos, es que ser español resulta caro. Mala relación calidad precio.

A pesar de ello, el ministro José Blanco, a quien se le hinchan los mofletes cuando sopla para inflar un globo sonda, dice que los impuestos que padecemos son «bajos» y hay que subirlos. Podría ser que así fuera; pero, 1) ¿es función del titular de Fomento la proclamación de la política fiscal que perpetra el Gobierno con vistas a los próximos Presupuestos?; 2) si se tiene en cuenta que el Gobierno Zapatero acaba de subir el IVA y engordado otros tributos, ¿debiera hablarse de otra subida fiscal sin hacerla preceder de una drástica reducción del gasto público, excesivo en las cinco Administraciones que nos castigan el bolsillo?; 3) dado que ya no es de izquierdas bajar los impuestos, ¿el anuncio de Blanco conlleva una nueva orientación ideológica de su jefe político?; 4) ¿cuando se habla de presión fiscal en España se incluye en ella el costo de la Seguridad Social y todos los impuestos específicos de las cinco Administraciones que sostenemos?; y 5) ¿José Blanco es un personaje real o se trata de un muñeco que utilizan, con artes de ventrílocuo, José Luis Rodríguez Zapatero, sus tres vicepresidentes y algún otro miembro del Gabinete?

Cuando parecía que Pepiño se ganaba el derecho a ser don José, a la consideración, aunque eso no sea mucho, de una de las mejores cabezas del Gobierno, el mozo se reviste con unos hábitos que no son los suyos y nos da, también, doctrina hacendística. Algo que ya hizo el verano pasado y que, lejos de convertirle en el hazmerreír de turno, pasamos por alto. No debimos hacerlo de ese modo porque, reconfortado por el poder que ostenta y el halago, sincero o interesado, de los suyos, el ignorante termina por dárselas de sabio.


ABC - Opinión

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