Aunque hasta ahora se mantenían las formas, ya es evidente que existe una guerra abierta entre el aparato del PSOE y el Partido Socialista de Madrid (PSM) por las candidaturas para las elecciones autonómicas y locales de 2011. Sólo así se puede interpretar la cancelación de la reunión prevista para ayer entre el secretario general del partido, Rodríguez Zapatero, y el líder del PSM, Tomás Gómez. En ella, el primero le iba a pedir al segundo que se apartase y que dejara paso a la actual ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, como candidata a disputar la Comunidad Autónoma de Madrid a Esperanza Aguirre. Al parecer, la filtración de este encuentro, algo que el entorno de Tomás Gómez ha negado, ha colmado la paciencia de Rodríguez Zapatero, que la ha cancelado. Éste es el penúltimo episodio del desencuentro entre Ferraz y Gómez. Desde hace unos meses, estaba tomando cuerpo la convicción de que el ex alcalde de Parla no era un buen candidato para medirse a Esperanza Aguirre. El primero en cuestionarle fue José Blanco, vicesecretario general del partido, con el que vivió un enconado enfrentamiento. El pasado 15 de julio fue el presidente del PSOE, Manuel Chaves, el que se entrevistó con él para comentarle las pocas expectativas electorales que tiene entre los votantes, por lo que era necesario presentar a otro candidato. Y, finalmente, Zapatero, que se había mantenido al margen de todo el proceso –aunque no dudó en avisar al PSM que no le gustaban las «posiciones numantinas»–, manifestó sus preferencias por Trinidad Jiménez para la Comunidad de Madrid y Jaime Lissavetzky para la alcaldía. Detrás de todos estos movimientos está la convicción del aparato del partido de Gómez sería incapaz de salvar al PSOE de una hecatombe electoral en Madrid un año antes de las generales. Un mal resultado pesaría como una losa en las expectativas de mantenerse en La Moncloa. Ferraz lo sabe, como tampoco ignora que al menos no toda la culpa es de Tomás Gómez que, cabe recordar, fue llevado en volandas a la Secretaria General del PSM por la Ejecutiva de su partido. Que se pretenda imponer desde el aparato a unos candidatos es una práctica que dice poco del PSOE, por cuanto no es un procedimiento muy democrático en un partido que se ha vanagloriado de la transparencia en los procesos de elección de sus candidatos. Además, supondría una afrenta para los militantes de Madrid, que se convertirían en los convidados de piedra en una decisión de la que son juez y parte. Zapatero no debería olvidar que debe su puesto de secretario general del partido gracias a unas primarias. Si las posiciones entre Ferraz y Gómez –que insiste en presentarse como candidato– están tan enrocadas, antes de que la crisis degenere en un cisma lo más sensato sería respetar los tiempos y, si fuese necesario, convocar unas primarias en las que se presentasen los candidatos, y que sea la militancia la que decida «quiénes son los mejores», como ha dicho Zapatero. Ésa sería la salida más airosa para el PSOE, y para el propio Gómez, ya que así se evitaría dar la imagen de que el aparato teledirige las decisiones que sólo corresponden a la militancia.
La Razón - Editorial
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