El único objetivo de Zapatero era tener sanos y salvos a los secuestrados y poder proclamar a los cuatro vientos su felicidad.
TODOS estamos muy contentos de que los dos españoles secuestrados en Mauritania y retenidos en Mali estén ya en sus hogares en Barcelona. Lo celebramos por ellos y por sus familiares y amigos que han sufrido como nadie esta larguísima cautividad en manos de unos terroristas islamistas enemigos de la sociedad libre occidental. Pero somos muchos los que lamentamos no poder compartir el entusiasmo del presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, que considera que es un día feliz para toda España y nos pide a todos que entonemos un ¡albricias, albricias! por esta noticia supuestamente gloriosa. Y que nos demanda por supuesto que otorguemos una cerrada ovación a su Gobierno por lo bien que lo ha hecho todo. Me temo que somos muchos los españoles que aún somos de esa vieja escuela que piensa que no se puede felicitar por algo que celebran con entusiasmo tus enemigos. Y es un hecho irrefutable que en el desenlace de este secuestro quienes tienen más motivos para entonar ese ¡albricias, albricias! son los secuestradores de Al Qaeda, el radicalismo islamista y todos los terroristas presentes y futuros en el mundo. Oyendo al presidente podría uno llegar a pensar de que el de ayer fue un día de fiesta para el Estado de Derecho y para España. Y en realidad es todo lo contrario, más allá de la dicha personal de las victimas y su entorno. Son los terroristas los que han logrado todos sus objetivos. Han forzado la entrega a Malí de su líder que había sido capturado en Mauritania. Han conseguido no se sabe cuántos millones de euros para fortalecer su infraestructura y su capacidad operativa, mejorar su armamento y comprar voluntades y complicidades en los países en los que opera. Y por supuesto ha obtenido un impagable éxito de propaganda que, difundido por todas las cadenas de televisión de la región, animarán a muchos jóvenes a unirse a estas fuerzas que dictan sus condiciones al infiel con tanta eficacia. ¿Que puede haber más atractivo que una guerra santa con prestigio y además lucrativa?
Ya sabemos muchos que el presidente tiende a despreciar o ignorar todas las consecuencias de sus actos que no converjan en el éxito propagandístico propio. Su único objetivo en esta crisis era tener sanos y salvos a los secuestrados y poder comparecer ante los medios para proclamar ante los cuatro vientos su felicidad y su autoestima. Sin dejar por supuesto que alguna pregunta inoportuna le aguara la fiesta multimedia. Hizo bien Zapatero en no admitir preguntas porque había varias e incómodas todas. El presidente juega muy bien con la mala memoria de la sociedad española y sabe que superados con estoicismo los primeros días se agotarán las preguntas incómodas sobre el rescate, la cantidad del mismo y su procedencia o las gestiones para forzar conductas de la justicia propia o ajena. Si esta estrategia funciona con casos de traición al Estado y supuesta colaboración con banda armada por parte de mandos policiales y ministeriales como es el escándalo del Bar Faisán es lógico que lo haga también cuando se ha financiado a un grupo terrorista lejano cuyas próximas víctimas no tienen que ser necesariamente españolas. Finalmente una reflexión dedicada a los dos españoles liberados que esperemos se sientan hoy muy libres y un poco españoles. Porque España ha pagado muy caras su libertad y la insensatez de su jocoso turismo solidario. Con mucho dinero y con serias fisuras en su Estado de derecho y su doctrina antiterrorista.
ABC - Opinión
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