viernes, 2 de julio de 2010

Ventanillas cerradas

Moody's amenaza a la deuda española mientras los bancos europeos clausuran el interbancario.

Europa no logra infundir tranquilidad en los mercados financieros ni reducir los temores sobre la deuda pública de España. La agencia de calificación Moody's anunció el miércoles que ha puesto en revisión con expectativas de rebaja la calificación de la deuda española (triple A). Las razones de Moody's son tan viejas como la crisis y se resumen en la previsión de que la economía española no tiene expectativas de recuperación a corto y medio plazo, circunstancia que complicará el cumplimiento de sus objetivos fiscales. Moody's hizo algo más: rebajó la calificación de deuda de cuatro autonomías (Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia), por el deterioro de su situación financiera. La advertencia de Moody's tiene una interpretación inmediata, y es que las comunidades autónomas no se han tomado en serio que la crisis financiera también les exige un esfuerzo de austeridad.

Es evidente que la solvencia pública española ha perdido credibilidad ante los inversores y que ese deterioro se explica en gran parte por la espiral perversa en la que han caído los países con un déficit público elevado y una política económica de ajuste rápido impuesta por la Comunidad Europea. Para combatir el déficit, se proponen ajustes presupuestarios drásticos, que incluyen recortes importantes en la inversión; la debilidad presupuestaria retrasa la recuperación económica y, por tanto, resta credibilidad a los objetivos de reducción del déficit. Las agencias de rating se limitan a acelerar este círculo vicioso. Esa es una de las razones por las cuales no parece inútil del todo poner en pie una Agencia Europea de Calificación que tenga en cuenta las condiciones objetivas de cada economía y su situación financiera.

La otra gran fuente de inquietud para las autoridades europeas es la situación de la banca. Ayer mismo se desvanecían los temores, agitados desde algunos centros de inversión, que aseguraban que la banca europea (en particular, la española) no estaba en condiciones de devolver los 442.000 millones inyectados por el BCE en 2009 como medida excepcional de liquidez. No hubo sorpresas y los bancos devolvieron el dinero tomado al 1%. Pero la normalidad es solo aparente. El mal que atenaza a las instituciones financieras europeas no es el temor por la prolongación o no de las medidas de liquidez del BCE, sino la desconfianza patológica que se ha adueñado del mercado interbancario. Ayer, los bancos del euro depositaron casi 310.000 millones en el BCE, porque prefieren obtener una remuneración del 0,25% (o adquirir deuda de sus países) a arriesgarse en operaciones de mercado aunque sean más rentables.

No hay que minusvalorar el riesgo de colapso, porque la desconfianza se agrava con cualquier pretexto. Hasta mediados de 2009, las instituciones restringían por la situación de sus balances, agujereados por los activos basura; ahora se resguardan también ante la hipótesis de impuestos excepcionales a sus pasivos o beneficios.


El País - Opinión

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