Me temo que a la independencia de Cataluña tendremos que llamarla de otro modo.
Me temo que a la independencia de Cataluña tendremos que llamarla de otro modo. De momento estamos ya, según ZP, en un punto muy avanzado del proceso de «autogobierno» y en cuanto se lleven a cabo las correcciones al fallo del TC podrá hablarse de Cataluña como de un «Estado libremente asociado» sin que alguien pueda calificarlo como independiente. Es verdad que en los museos y en los libros se dirá que la Conquista de América, la Inquisición y los Borbones fueron hechos «españoles» y no precisamente catalanes; que Cataluña tendrá una jurisdicción propia; que se abrirán embajadas donde decida la Generalitat y que quizá la OTAN siga utilizando a España para las cuestiones defensivas.. Porque el recurso al «Estado» servirá para lo más vidrioso o costoso… Incluso la referencia «estatal» será necesaria para la selección catalana en el próximo mundial de futbol. El pacto que venimos viviendo hará no sólo indoloro el parto de la independencia sino irreconocible el momento que permita hablar de un antes y un después. Es posible que a las fuerzas catalanas les llegue a interesar la creación de una fiesta «nacional» pero sin que ello obligue a un hecho formal como el que supuso la partición en dos de Checoslovaquia. Porque no es verdad que, como ha dicho Sostres, todas las independencias hayan requerido violencia. Como no ha sido verdad que la española haya sido la «transición» más pacífica de todas. Aquí nos ha costado mil víctimas mientras el paso de Pinochet a la democracia no costó un solo tiro. ¿Cuál es el secreto de este pacífico proceso español? Que lleva produciéndose con normalidad desde el 78, a excepción del Estatut, y que esto se debe a que puede más la memoria de la guerra civil que la defensa de otro valor incluido el de la «indisoluble unidad de la nación española». Eso sí: nada impedirá que este promontorio del sur de Europa sea, más que Estado, un inmenso adefesio. Inestable, además.
ABC - Opinión
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