miércoles, 7 de julio de 2010

Otro error con Cuba

Es el régimen castrista el que está sabiendo jugar esta oportunidad que le ofrece el Gobierno español de legitimarse con gestos efímeros de disposición arbitraria sobre los Derechos Humanos de los disidentes.

EL Gobierno español sigue mostrándose compasivo y comprensivo con la dictadura cubana, a la espera inacabable de que el régimen castrista dé muestras de una apertura política. Después de que la presidencia española de la UE se saldara con un nuevo fracaso en el intento de modificar la posición común de Bruselas contra la dictadura comunista en la isla, el Gobierno se ha apuntado al proceso de diálogo entre el régimen de los Castro y la Iglesia católica sobre la situación de los presos políticos. Esta iniciativa del Ejecutivo español se sustenta en el mismo error de partida que otras anteriores: creer que el régimen comunista de La Habana va a ser sensible y receptivo a la suavización de las medidas internacionales de presión. Al Gobierno cubano, como ha demostrado en ocasiones anteriores, no le cuesta nada liberar a unos cuantos presos políticos —nuevamente ignorados en la agenda de la diplomacia española, incluido Guillermo Fariñas—, porque tiene el control policial suficiente para encarcelar a otros tantos en cualquier momento. Por tanto, es el régimen castrista el que está sabiendo jugar esta oportunidad que le ofrece constantemente el Gobierno español de legitimarse con gestos efímeros de disposición arbitraria sobre los Derechos Humanos de los disidentes. Por muy benéficas que sean las intenciones del ministro Miguel Ángel Moratinos, solo importa saber si su condescendencia y la de Rodríguez Zapatero hacia Cuba han producido o no avances en el reconocimiento de las libertades políticas. La respuesta es tan rotundamente negativa que obliga a preguntarse cuál es realmente la estrategia del Gobierno español, visto el fracaso de su política filocastrista, tanto en las decisiones unilaterales como en las propuestas multilaterales en el seno de la UE. Quizás apuntarse a la diplomacia vaticana.

ABC - Editorial

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