lunes, 14 de junio de 2010

La estrategia del mal menor. Por Ignacio Camacho

El respaldo de ZP cae en picado y cada vez son más los convencidos de que los socialistas van a perder



LA única política coherente de este Gobierno, y desde luego la única consistente en el tiempo y la práctica, consiste en sembrar dudas por tierra, mar y aire sobre la capacidad del PP para erigirse en alternativa. Flaco argumentario derrotista y abatido —«depre», diría Felipe González— que admite de manera implícita la incompetencia errática y la falta de congruencia del liderazgo zapaterista, cuya caída en descrédito resulta tan imposible de minimizar que sólo pueden tratar de relativizarla con una comparación desesperada. Es la teoría del mal menor, desafortunadamente resumida en el célebre lapsus de José Griñán que venía a reconocer la debilidad de la posición propia: «Que Zapatero sea malo no les convierte a ustedes en buenos», dijo el presidente andaluz antes de darse cuenta, por las carcajadas de los adversarios, que había puesto el dedo en la llaga más dolorosa de su muy lacerado bando. Los socialistas han interiorizado el problema crítico y les aflora hasta en la búsqueda de excusas para disimularlo.

Es cierto que, quizá por primera vez en esta democracia, al desgaste creciente del Gobierno no sólo no se corresponde un desarrollo similar de las perspectivas de la oposición, sino que la valoración de ambos tiende a un estancamiento negativo que da cuenta de una profunda crisis política y de confianza. Pero las tripas de los sondeos esconden realidades menos alentadoras para el PSOE. La primera es que Mariano Rajoy —cuya mala nota es fruto de la baja estima de una izquierda que no le votará nunca— tiene mejor coeficiente de apoyo entre sus electores que Zapatero entre los suyos, y la segunda que aumenta el número de ciudadanos que ven en el PP mayor solvencia para salir de la crisis. Los vasos comunicantes siguen siendo estrechos porque en España hay poca gente que cambie su voto de un partido a otro, pero el respaldo de ZP cae en picado y cada vez son más los convencidos, a derecha e izquierda, de que los socialistas van a perder las próximas elecciones. Ese estado de opinión está consolidando, aunque al trantrán, una brecha que se parece bastante a un clima de vuelco sociológico.

Para protegerse de los escombros, la estrategia gubernamental va a centrarse en los debates de superficialidad ideológica que suelen darle buen resultado. Política de gestos y ruido demagógico: mucho laicismo, izquierdismo retórico, cortinas de humo que movilicen al electorado radical y confundan al moderado. El zapaterismo sabe que de la economía tiene poco que esperar, sobre todo tras la antipática y forzosa conversión al ajuste duro del presidente exproteccionista. Si el PP elude esa trampa y gestiona con responsabilidad y tiento sus expectativas no habrá mal menor que frene la demanda de cambio.


ABC - Opinión

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