viernes, 28 de mayo de 2010

El Gobierno toca fondo y Zapatero se esconde. Por Antonio Casado

Lo ocurrido ayer en el Congreso se parece mucho al comienzo de la cuenta atrás para Zapatero. El PP ya no fue el único en embestir. La izquierda y los nacionalistas se sumaron a la cacería.

Por distintas razones, evidentemente. Nadie en su sano juicio entendería los ataques al tijeretazo de Zapatero como un inesperado alistamiento de CiU, PNV, ERC, BNG e IU en la causa política de Mariano Rajoy.

Lo importante era aprobar el decreto-ley para apuntalar la imagen de la economía española ante las instituciones y los mercados. Y eso se consiguió, gracias a la abstención de los diez diputados de CiU. Su portavoz, Duran i Lleida, se despachó a gusto en un discurso durísimo contra Zapatero y su Gobierno. Sin embargo, un voto negativo de su grupo hubiera hundido a la economía española en “un pozo todavía peor”, dijo Duran, cuya abstención, “por responsabilidad”, sirvió para evitar la derrota del decreto-ley, convalidado por un voto de diferencia y sólo con los votos socialistas.


i lo miramos en clave doméstica la sesión de ayer equivale al primer tiempo de una moción de censura contra Zapatero. La segunda se llevaría a cabo en la tramitación de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Eso toca en el último trimestre de este año y, a la vista de lo ocurrido, es dudoso que el Gobierno cuente entonces con los siete escaños que le faltan para garantizarse el respaldo a las cuentas públicas de 2011, que en materia de gastos serán tan restrictivas como el decreto convalidado en la Cámara Baja.

Puede que la geometría variable de Zapatero no le saque del apuro en esta ocasión. Eso dio pie a Duran i Lleida para considerar inevitable la convocatoria de elecciones generales. Pero entonces, en el primer tramo de 2011, y no ahora, como quiere el PP, porque a CiU no le interesa esa sacudida electoral antes que las autonómicas catalanas, previstas para el 24 de octubre o el 28 de noviembre (las dos fechas alejarían la jornada de votación de la visita del Papa, prevista para el 7 de noviembre).

A la abstención de CiU se sumó la de CC (2) y UPN(1). Los demás se fueron al “no”, donde se tocaron los extremos. Llamazares y Rajoy, junto al resto de los nacionalismos, unidos contra al plan de ajuste suplementario improvisado por el Gobierno. Si ese frente de rechazo no fuese tan coyuntural, ya estaría dictado el ajusticiamiento político de Zapatero. La sentencia se cumpliría ya en la votación de los próximos Presupuestos del Estado.

Mal cálculo del PP

Pero en Europa nos miran y a los mercados les trae sin cuidado nuestra reyerta política. Por encima de todo, les importa que haya quedado aprobado el ajuste, aunque haya sido por pelos. Claro que si entran en detalles no entenderán la ausencia de Zapatero en la tribuna. Mala señal. Confirma temores sobre la calidad de su liderazgo si se esconde cuando vienen mal dadas. Los tiros van contra él pero pone a Elena Salgado a recibir las tortas. Mal, fatal, indefendible.

Y el PP, peor. Ha hecho un mal cálculo. Los ciudadanos no entenderán fácilmente que, en momentos tan delicados, trabaje por el adelanto de las elecciones y no por recuperar la solvencia de la economía española. Apoyar el decreto-ley hubiera tenido algún coste político para la causa de Rajoy, pero la abstención le hubiera permitido mantener su discurso. Prefirió el “no” y cedió a Duran, un nacionalista, el ejercicio de la sensatez en nombre del interés nacional. Y no podrá decirse que Duran no ha sabido conciliar sus intereses de partido (evitar unas elecciones generales antes del otoño electoral en Cataluña) con lo que en estos momentos es más beneficioso para España.

Rajoy pudo haber logrado lo mismo con la abstención: contribuir a evitar el hundimiento de una economía nacional puesta en cuestión por los mercados y las instituciones internacionales. Y todo ello sin abandonar su discurso hipercrítico con la política económica del Gobierno y el averiado liderazgo de Zapatero. Pero no lo hizo y, en mi opinión, se equivocó. Tiempo al tiempo.


El Confidencial - Opinión

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