viernes, 28 de mayo de 2010

El caos o el caos. Por Ignacio Camacho

UN mal ajuste es mejor que ningún ajuste. El que ha pergeñado el Gobierno con su impronta de improvisación e incompetencia es injusto, desequilibrado, negligente y hasta cobarde, y en condiciones menos dramáticas merecía ser devuelto a sus ineptos autores forzándolos a convocar elecciones anticipadas; pero si el Congreso lo hubiese rechazado ayer estaríamos ante un cataclismo económico, un crack de los mercados y hasta una posible desestabilización del euro. El Partido Popular tenía que elegir entre lo malo y lo peor, entre permitir con la nariz tapada la aprobación de este recorte-bodrio, con su atropello a los pensionistas y sus tijeretazos ciegos, para que el país salga siquiera provisionalmente del bloqueo financiero, o atender a su instinto de oposición y situar a Zapatero ante el fracaso político que se ha empeñado en cosechar. Se trataba de una cuestión de tacto y de responsabilidad, una de esas decisiones esenciales que pueden marcar el curso de un liderazgo, y Rajoy eligió la opción más antipática y también la que le descubre el flanco más vulnerable a la crítica. Es lo que tiene la democracia, que cada uno es libre de equivocarse como prefiera.

El voto negativo del PP lo expone al fuego graneado de una acusación de oportunismo irresponsable, más interesado en el derribo del Gobierno que en el apuntalamiento de la estabilidad económica, pero no fue el único ejercicio de conveniencia que deparó ayer la tensa sesión del Congreso. Si la responsabilidad política consiste en declinar los intereses propios ante los generales, nadie estuvo ayer a la altura. El nacionalismo catalán se vistió con ropajes de Estado para disfrazar su egoísmo partidista: por nada del mundo desea que la caída de Zapatero se atraviese en su favorable horizonte de las elecciones autonómicas de otoño. Y el propio presidente careció de coraje para defender en primera persona un ajuste en el que no cree; su absentismo del debate constituye una estrepitosa demostración de liderazgo pusilánime.

El dilema de fondo consiste en determinar si es más urgente resolver, aunque sea con parches, la emergencia sociofinanciera o si la prioridad nacional pasa por la salida inmediata de la crisis política que ha desatado el desgobierno zapaterista. A esa cuestión no hubo respuestas porque todos decidieron desde el prisma de su propio provecho. Las grandes palabras, como responsabilidad, designan conceptos profundos que sólo tienen sentido en una política noble, y la nuestra hace tiempo que perdió todo atisbo de grandeza. Quizá si hubiese habido alguna probabilidad real de que el decretazo encallase, unos cuantos diputados de la derecha habrían sufrido un repentino ataque de próstata. Pero CiU, en el borde del abismo de una moción de censura de facto, despejó el vértigo de elegir entre el Gobierno o el caos, como si no fuesen la misma cosa.


ABC - Opinión

0 comentarios: