viernes, 30 de abril de 2010

Proxenetas y alcahuetas en el Senado. Por Agapito Maestre

Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.

La basura generada diariamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero es imposible de reciclar. Moriremos todos contaminados por este basurero infecto en que ha convertido la política Rodríguez Zapatero. Sus socios nacionalistas y separatistas son sus cómplices. Dejemos al margen la dejadez ideológica del PP. Una vez que la "política" ha sido travestida, o peor, deformada en una actividad de mera confrontación de todos contra todos por cualquier cosa y motivo, generadora de tensiones ancestrales y odios salvajes, las instituciones ya no sirven para que sus moradores se comuniquen entre ellos de modo inmediato, sino para que se distancien y enfrenten. El sistema entero está en cuestión, porque Rodríguez Zapatero y sus cómplices así lo han querido. Esto no es fatalismo ni fanatismo, como diría algún palanganero del poder, sino reconocimiento de una condición sine qua non para pensar.

El razonamiento político se hace hoy más necesario que nunca. No obstante, nadie se haga ilusiones sobre el poderío de la inteligencia ante la violencia introducida por Rodríguez Zapatero en el sistema "político". No hay razón que detenga a quien ha hecho de la confrontación y la persecución ideológica del adversario su programa político. A estas alturas de la legislatura nadie niega ya que Zapatero ha ganado la batalla del enfrentamiento, o sea, de poner patas arriba todo el sistema institucional, incluso hay gentes que alientan la llegada de la Tercera República con el de León ocupando la Jefatura suprema. No se rían, peores cosas se han visto en la chunga historia de este país. En cualquier caso, Rodríguez Zapatero ha conseguido hacer plausible su propósito: la confrontación entre los españoles se extiende por todas partes.

La aprobación de la reforma del Reglamento para ampliar en el Senado el uso de las lenguas cooficiales, desplazando a la común, es otro síntoma de la degradación de la "situación espiritual" del régimen socialista. El bochornoso espectáculo de ver a unos tipos, en el Senado, que comparten la lengua castellana con auriculares para ser traducidos entre ellos porque no quieren usar la lengua común es algo peor que ridículo. Es el resultado de un proceso de manipulación, casi criminal, de las otras lenguas de España. Esas lenguas, que usan el pueblo para comunicarse y sus poetas para enriquecerlas, han sido prostituidas por los políticos para conseguir unos pocos votos. Esas otras lenguas de España, sí, son lenguas secundarias comparadas con la lengua española por antonomasia, como nos ha enseñado Gregorio Salvador, pero eso no significa que esas lenguas no hayan sido decisivas, a veces han sido hasta determinantes, para enriquecer y potenciar la literatura de España.

En fin, la institución de la lengua, que es por esencia comunicación, se pervierte cuando es entendida sólo y exclusivamente como "hecho diferenciador". Precisamente, por eso, porque estoy en contra de que conviertan las "otras lenguas de España", el catalán, el gallego, el euskara y el valenciano, en instrumentos del separatismo, mantengo que la aprobación de ese reglamento impositivo del Senado es una cosa de chulos, proxenetas y alcahuetas. La imposición de esas lenguas es una forma de prostituirlas. Porque esas lenguas son bienes culturales de España no puede imponerse a los españoles. Hay, pues, cientos de razones para decir "no" a esta imposición del Senado. Pero daré una de carácter cultural, genuinamente lingüística, que es la base de la emancipación de toda sociedad libre. Las lenguas son cultura viva, antes que mera y simple "manipulación política", de ahí que no haya necesidad de imponerlas.

Parece que todos los españoles, excepto a los nacionalistas y socialistas, consideran esas lenguas como hechos vivos y enriquecedores de España. No necesitan de respiración asistida para sobrevivir: sólo las lenguas moribundas precisan de protección y asistencia, propia de hospital, zoológico o parque temático. Los nacionalistas y los socialistas, en verdad, no creen en esas lenguas. Acomplejados, sin fe en ellos mismos, consideran a las otras lenguas de España como cadáveres. Se empeñan, pues, en la tarea de "revivir" a unos muertos para vivir a su costa. Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.


Libertad Digital - Opinión

Las otras causas contra Garzón. Por José María Carrascal

A mí, qué quieren que les diga, ese brusco frenazo de la primera causa contra Garzón me ha gustado. No por creer que no tenga fundamento, como aseguran sus críticos, sino por ver cómo está contaminando las otras dos abiertas al juez de la Audiencia Nacional. Pues somos testigos de una de las mayores aberraciones judiciales: que los acusadores tienen más relevancia que los cargos. En buena ley, lo que debe dirimirse es si Garzón tomó a sabiendas atribuciones que no le pertenecían. Pero de lo que se habla y escribe es de Falange Española y del «sindicato ultraderechista» Manos Limpias, que han demandado a un juez por intentar hacer justicia a las víctimas del franquismo. Cuando no es eso de lo que se trata, ya que, utilizando la cita clásica, podríamos decir que «una acusación es una acusación la haga Agamenón o su porquero».

Pero la idea ha calado, nacional e internacionalmente, siendo ya muy difícil borrarla. De ahí que me haya parecido excelente la idea del juez Varela de aceptar la recusación de Garzón y apartarse de esta causa hasta que se aclare si fue él quien se excedió en sus atribuciones. Ello deja vía libre a las otras dos causas abiertas contra el magistrado de la Audiencia Nacional, que nada tienen que ver con la primera.

La segunda, presentada por accionistas del Banco de Santander que se creen perjudicados, debe aclararnos si Garzón:

1. -Actuó correctamente al seguir cobrando su sueldo en España durante su estancia en Nueva York por los cursos dados en aquella universidad, después de haber solicitado permiso sin tener ingresos allí.

2. -Si solicitó de algún modo al Banco de Santander financiación de esos cursos.

3. -Si cometió irregularidad al declararse competente para ver una demanda contra el mismo banco a su regreso a Madrid. Ya sabemos que hubo una sentencia que le declaró inocente de este cargo, pero en el entretanto han aparecido cartas y documentos inéditos, que relacionan al magistrado con ese banco y esos cursos.

La última causa es la más clara de todas: se trata de ver si Garzón se excedió en sus funciones al ordenar intervenir las comunicaciones entre detenidos del «caso Gürtel» y sus abogados defensores, algo que la ley sólo contempla en casos de terrorismo. La acusación la lleva, entre otros, el Colegio de Abogados de Madrid.

Esto nada tiene que ver con el franquismo, con sus víctimas, con la ideología ni con las rivalidades entre los jueces. Tiene únicamente que ver con la actuación de un juez en terrenos tan personales e importantes como el económico y el procesamiento judicial. Algo que la primera causa contra él venía distorsionando hasta el punto de no saber ya quiénes son los acusadores, los acusados, las víctimas y los verdugos. Un revoltijo que sólo conduce a que no se haga justicia.


ABC - Opinión

La solución definitiva al insomnio. Por Emilio Campmany

Quienes de ustedes padezcan de insomnio, al quiosco a por el tratamiento del doctor Roures, que es, como todo lo suyo, infalible.

La crisis que azota a la prensa de papel ha llegado al extremo de no ser posible vender periódicos si con el precio de portada o un modesto incremento sobre el mismo no incluye algún regalo. Son frecuentes las películas, un producto atractivo si los filmes son de calidad porque los precios de venta al público con los que las productoras marcan sus DVDs son tan prohibitivos que parecen ser un estímulo a la piratería. Pero han llegado a ofrecer vajillas, cristalerías y toda clase de aparatos electrónicos.

Cuando ya creíamos que ningún periódico sería capaz de regalar nada que pudiera sorprendernos, va Público y ofrece algo absolutamente novedoso, el no va más, la octava maravilla del mundo, la madre de todas las ofertas, el ofertón homérico. Se trata de la solución definitiva al insomnio.

Los que padecen esta enfermedad recelarán. Llevan años probando toda clase de tratamientos y ninguno termina de funcionar. El que Público haya descubierto su tratamiento definitivo es sencillamente increíble. Y por el módico precio de dos euros. Y encima te regalan el periódico de hoy. La mayoría de los que se agolpen en los quioscos lo harán sólo por hacerse con el regalo y quizá nunca vuelvan a repetir la sabrosa experiencia de leer un auténtico y genuino diario de izquierdas. Pero eso no será obstáculo para que, quienes padecen el mal, un tercio de la población adulta española, según el Instituto Nacional de Estadística, le estén eternamente agradecidos a Roures y a su panfleto zapateril por casi regalar la cura definitiva al insomnio.


¿Y en qué consiste el aparato? ¿Va a pilas o funciona con energía solar, como debiera hacerlo un artefacto inventado por la nueva izquierda? Nada de eso. Funciona sin pilas, sin estar conectado a la red y sin más energía que la de la muñeca de quien lo sostiene, como los relojes automáticos. Es un libro.

Bah, un libro, dirán ustedes. Eso lo han regalado con el periódico un montón de veces y no sirve. Por aburridos que sean, y algunos lo son mucho, ninguno puede ser calificado como la solución definitiva al insomnio. Los que han probado con El capital, de Marx, o con el repertorio de sentencias de la sala de lo contencioso-administrativo del Tribunal Supremo, eficaces hasta donde pueden, no merecen ser calificados como la solución definitiva a nada. Un libro no basta, pensarán; hace falta algo más fuerte. Se equivocan. Un libro puede bastar y si no, verán. Lo que hoy regala el diario Público es nada más y nada menos que Garzón contra el franquismo, los autos íntegros del juez sobre los crímenes de la dictadura. Nada de extractos. El libro incluye los autos "íntegros". Como pueden ver, un arma letal contra el insomnio. Quien no sea capaz con esto de acabar en brazos de Morfeo es que es una seta o un arbusto, no un ser humano.

Pero, como cabe la posibilidad de que existan unos pocos enfermos desahuciados para los cuales esta dosis de caballo de autos garzonitas pudiera no ser suficiente, el libro trae un prólogo de Carlos Jiménez Villarejo, algo que no sería capaz de resistir ni un tío atiborrado de anfetaminas, lo que se dice la puntilla final.

Así que, ya saben. Quienes de ustedes padezcan de insomnio, al quiosco a por el tratamiento del doctor Roures, que es, como todo lo suyo, infalible. Suerte y que lleguen a tiempo de encontrar un ejemplar antes de que se agoten.


Libertad Digital - Opinión

La Cámara de los horrores. Por M. Martín Ferrand

VARIAS veces, y por distintas razones, me he referido aquí a la innecesariedad del Senado. Dicen que es la Cámara territorial y más bien parece una factoría en la que se elaboran -con gran productividad, dicho sea en su alabanza- chascarrillos y situaciones cómicas. Es posible que los padres constitucionales, que no quisieron privarnos de ninguna de las piezas del muestrario democrático mundial, vieran en el viejo caserón de la Plaza de la Marina Española una válvula de escape, algo así como el Club de la Comedia, pero con mucho ringorrango, pretensiones institucionales, abundante plantilla de paniaguados y, ya en la demasía, hasta una piscina de agua tibia para que a los senadores no les falte de nada.

Ahora, a partir de una iniciativa de ERC que, en servicio al PSC, arropó con entusiasmo el PSOE, el Senado puede convertirse en un remedo de la torre de Babel de que nos habla el Génesis. Como en Babilonia, podremos asistir a la confusión de las lenguas y no dejará de resultar tan penoso como sintomático, tan ridículo como demostrativo de los efectos nocivos del mal uso de una Constitución, que, por ejemplo, un senador gallego utilice los servicios de traducción simultánea para entenderse con un colega de León o con otro de Guipúzcoa o de Tarragona. En defensa de tan singular y risible «avance» democrático se dice que satisface la demanda de muchos ciudadanos -¿si?- y que el coste de la instalación del servicio y su mantenimiento no es caro. ¿Los disparates de bajo precio son preferibles a los más costosos?


Leire Pajín, la senadora que más demostró su alegría ante la sinrazón mayoritaria, expresó su contento con unas palabras en un vascuence con aromas de doblaje de los sioux en una película de serie B, otro tanto de gallego como el de Xan das Bolas en una película de Cifesa y algo de valenciano al modo de Antonio Ferrandis en Cañas y Barro. España, como oportunamente defendió en el Senado el popular Juan Van-Halen, «no es un Estado plurilingüe». Son bilingües algunas de sus regiones y, a partir de esa incontestable realidad, convertir una Cámara inútil en algo parecido al Parlamento Europeo es un despropósito que sirve para entender la crítica situación, económica y política, que padecemos. En otro momento histórico, menos dramático que el presente, podemos herniarnos con tanta risa; pero, aquí y ahora, el sucedido invita al llanto y la desesperación.

ABC - Opinión

Una majadería en cinco idiomas. Por Guillermo Dupuy

¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad

Sabíamos que Pajín debía confundir los métodos abortivos con los anticonceptivos cuando dijo aquello de que la reforma de la ley del aborto tenía por objetivo lograr "que las mujeres que no lo deseen no se queden embarazadas". Sabíamos asimismo que no era confusión, ni siquiera ignorancia, sino simple estupidez cuando atribuyó el estancamiento económico al hecho de que "el PIB es masculino, claramente masculino, y no cambiará hasta que las mujeres se impliquen en mayor medida en la toma de decisiones". También puso en evidencia su siempre solemne estulticia cuando nos habló del "acontecimiento planetario" que, según ella, iba a suponer la coincidencia temporal de la presidencia de Obama con la presidencia de turno de Zapatero en la UE.

Sin embargo, con lo que ha hecho este miércoles al dirigirse en castellano, valenciano, euskera y gallego al resto de senadores, Pajín nos ha demostrado que hablando no sólo es capaz de decir estupideces, sino también de hacerlas.

El problema, en este caso, es que la última de Pajín va camino de institucionalizarse a cargo de los contribuyentes, al aprobar el PSOE y los nacionalistas una reforma del reglamento del Senado por la que se podrá debatir en valenciano, catalán, gallego y euskera. Así el Estado se gastará una cantidad de dinero en equipos y traductores que oscila entre los 120.000 euros al año –tal y como, a la baja, lo cuantifican los promotores de la estupidez– hasta el millón de euros en que lo cifra de forma más realista el PP. Todo para que los señores senadores no tengan en España por qué debatir en español, única lengua que todos ellos conocen y la única oficial del Estado.

Mucho más se podría decir de esta ridícula y al tiempo ofensiva iniciativa, pero quiero fijarme en las últimas palabras de Pajín tras su políglota intervención: "Hagamos de este hemiciclo lo que los senadores y las senadoras hacemos con normalidad en los pasillos de esta cámara". Sí claro, como si los senadores –y, por supuesto, senadoras– fueran por los pasillos con pinganillos y traductores al hombro para poder charlar entre ellos en lenguas que desconocen.

¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad. Lo que va a presenciarse en el Senado español sería igual de terrorífico si no fuera porque es infinitamente más ridículo.


Libertad Digital - Opinión

Democracia con subtítulos. Por Ignacio Camacho

CUANDO la austeridad se ha vuelto una exigencia tan perentoria que hasta el presidente Zapatero entiende la necesidad de fingirla con recortes cosméticos de la elefantiasis administrativa, el Senado se dispone a contratar traductores de lenguas autóctonas para convertirse en una especie de Cámara subtitulada.

ESCRIBE AQUÍ LA La ONU de las autonomías, un Parlamento con pinganillo. Aunque se trate de un desembolso leve y llevadero, lo fundamental consiste paradójicamente en su carácter accesorio, pura gestualidad superflua destinada a complacer el ego nacionalista con la anuencia de un PSOE que en su torrija posmoderna confunde diversidad con particularismo y se siente subyugado por la tentación de hacer visible el dudoso concepto de la «nación de naciones». El resultado es un ridículo cantonalista que diluye la idea de una nación unida para sustituirla por el dispositivo simbólico -las «sensaciones» perceptivas tan gratas al zapaterismo- de una ficticia pluralidad confederal. El gesto por encima del gasto.

En el fondo de esta absurda retórica diferencialista se halla la ausencia de un sentido coherente para el papel del Senado en nuestro sistema parlamentario, pendiente de una reforma constitucional que ajuste su integración en la arquitectura del Estado. Como Cámara de segunda lectura de las leyes es inútil y carece del poder efectivo del veto. No desempeña ningún rol en la elección del presidente del Gobierno, y su función de control del Ejecutivo duplica y solapa la del Congreso. Se ha optado por otorgarle un cierto carácter de foro territorial, pero para eso le faltan músculo y articulaciones, capacidad para regular el tráfico legislativo de unas autonomías que han devenido en la práctica en soberanas y/o federales. Así que sólo queda la posibilidad de utilizarla, además de como aparcadero clientelar de cargos, como un mero ámbito de discusión, escenario de una suerte de terapia colectiva en la que dar forma a las obsesiones identitarias sin llegar a ninguna conclusión relevante. Y a ser posible en versión original.

Ahí entran las pulsiones simbólicas, en cuyo desarrollo y énfasis coinciden los nacionalistas, siempre atentos a la representación de su imaginario, y el Gobierno zapaterista, volcado en la ingeniería de la apariencia. Juntos pretenden convertir el Senado en un falso parlamento plurinacional a base de repartir auriculares entre unas señorías que disponen de una lengua común para debatir sobre problemas comunes. Pero lo que les interesa es la escenificación de la particularidad, un fragmentarismo casi patológico que tratan de imponer, pinganillos mediante, sobre el concepto igualitario de la nación de ciudadanos. Al galimatías competencial de los estatutos le quieren añadir la babel de una democracia con subtítulos.


ABC - Opinión

Otra burla de De Juana

El historial judicial de Ignacio de Juana Chaos está todavía muy lejos de cerrarse satisfactoriamente para el Estado de Derecho.

El etarra, autor de 25 asesinatos por los que cumplió tan sólo dos décadas de prisión, aguardaba en Irlanda del Norte el desenlace del proceso legal abierto para su entrega a España, donde debe responder de un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo en relación con una carta leída en el homenaje que se le rindió en agosto de 2008. Durante 17 meses ha cumplido escrupulosamente con las medidas cautelares impuestas por la Justicia del Ulster: retirada del pasaporte, toque de queda, obligación de presentarse todos los días en comisaría y facilitar información sobre su paradero. Pero desde el pasado 25 de marzo no se sabe nada de él. Fue el último día en el que se presentó en una comisaría de Belfast. Ni la Policía ni el juez ni sus abogados saben cuál es su paradero. La respuesta ha consistido en la apertura del proceso que revocará la libertad condicional del terrorista y que dictará una orden de busca y captura.

La hipótesis barajada por las autoridades irlandesas es que De Juana Chaos ha abandonado el país para eludir la más que probable extradición a España, dado que la primera sentencia del juez le fue desfavorable y nada hacía pensar que instancias superiores pudieran revocar el fallo. El episodio protagonizado por el etarra es el último de una serie en la que el Estado de Derecho no sale bien parado, y que ha resultado desalentadora para las víctimas. La indignación del colectivo que padeció más de cerca sus crímenes nos pareció siempre más que justificada. Entonces y ahora nos resultó inasumible que un terrorista tan brutal como De Juana Chaos no cumpliera ni un año de cárcel por cada uno de los asesinatos que cometió, y que pudiera disfrutar de la vida en libertad que él arrebató a tantos inocentes sin pedir perdón y sin mostrar un síntoma de arrepentimiento. Tampoco contribuyó a que la sociedad confiara más en las instituciones el bochornoso capítulo de la falsa huelga de hambre de De Juana, en la que el Gobierno socialista, inmerso por aquella época en pleno proceso de negociación con ETA, tomó la decisión de que el terrorista, que chantajeaba a la democracia con el supuesto ayuno, no cumpliera los tres años de prisión impuestos como autor de un nuevo delito de amenazas terroristas, con la agravante de reincidencia. La más que probable fuga de De Juana Chaos es una nueva burla a la Justicia, pero, sobre todo, un mazazo, otro más, para las víctimas. Es evidente que han debido existir errores importantes que han permitido que, de momento, un sanguinario pistolero haya eludido la acción de los tribunales. Relajación, negligencia, impericia... El caso es que el Gobierno español y las autoridades del Ulster, de las que forma parte el brazo político del IRA, deben aclarar cómo pudo eludir la vigilancia –queremos pensar que la había– o cuánto se tardó en reaccionar si como parece el etarra acudía a diario a la comisaría. Un caso tan alarmante exige una explicación convincente. La democracia tiene una deuda impagable con las víctimas del terrorismo y el caso De Juana la encarece y agrava.

La Razón - Editorial

El pinganillo de Caín. Por Cristina Losada

Hay que reproducir la escenografía de una sesión de la ONU para que parezca que aquí, como allí, pertenecemos a distintas naciones.

Solemos dar por sentado que el progreso avanza de modo lineal, pero los retrocesos nos acechan. A través de los siglos, los habitantes de lo que ahora es España superaron los inconvenientes de la diversidad de lenguas adoptando una de ellas como lingua franca. Fue un gran paso adelante. Para la convivencia, la movilidad y el comercio, por citar algunas de las ventajas de disponer de un idioma común. Idéntico proceso tuvo lugar en otros países. Aún estamos en ello a otra escala. Hoy, la lingua franca global es el inglés. Los seres humanos no siempre son estúpidos. La política, sin embargo, es otra cosa.

El Senado español está decidido a que se empleen allí cinco lenguas. Por supuesto, el español pierde, así, la condición de lengua común. De eso se trata. De poner de manifiesto que el español no es de todos y que un idioma común no constituye una riqueza, sino una vergüenza. Si se llega al absurdo de hablar en distintas lenguas cuando todos los reunidos comparten una, es porque se quiere subrayar que no la comparten. Estamos ante una impostura, pues la comparten. Pero la impostura se propone hacer realidad una ficción. La relegación y la condena de la lengua común significa relegar y condenar todo lo demás que compartimos: España, en una palabra.


Ese retroceso a la situación tribal se puede realizar, paradójicamente, gracias al progreso tecnológico. En tiempos de los várdulos –supuestos ancestros de una senadora que votó a favor del proyecto en su nombre–, no había pinganillos. Tampoco Gobiernos dispuestos a reclutar intérpretes y traductores para personas que hablan la misma lengua. En realidad, la propuesta coherente, el plurilingüismo auténtico, sería que los senadores aprendieran todos los idiomas que van a utilizarse en la Cámara. Pero pinganillos e intérpretes son esenciales. Sin ellos no se visualizaría que los españoles no nos entendemos y somos forasteros en nuestra propia casa. Hay que reproducir la escenografía de una sesión de la ONU para que parezca que aquí, como allí, pertenecemos a distintas naciones.

Simbólico que el nuevo paso atrás –paso adelante del nacionalismo– lo protagonizara, cual si presentara un festival de Eurovisión, un rostro de la izquierda infantilizada.


Libertad Digital - Opinión

Babel en el Senado

CUANDO falla el sentido común y se impone el oportunismo partidista, cualquier disparate puede convertirse en realidad.

El pleno del Senado aprobó el pasado miércoles tramitar una propuesta de reforma de su reglamento para que las lenguas cooficiales en Cataluña, País Vasco y Galicia se puedan utilizar en las sesiones de la Cámara, con un servicio de traducción simultánea. El argumento de que así se reconoce la «pluralidad lingüística» de España es una falacia porque ese bilingüismo sólo existe -en diferente grado- en algunas comunidades autónomas. Por lo demás, el Senado forma parte de las Cortes Generales y todos los senadores representan al pueblo español en su conjunto y no sólo a sus electores, ya sean ciudadanos o instituciones. Por todo ello, tiene toda la razón el PP para estar en contra de la moción aprobada por considerarla «pintoresca» e incluso «ridícula».

Hay también otros motivos de fondo para oponerse. En plena crisis económica, el PSOE habla mucho de austeridad, pero está dispuesto a gastarse una buena cantidad de dinero en un servicio de traductores completamente inútil y fuera de lugar, porque los senadores conocen -como es natural- la lengua común a todos los españoles. La imagen de una Cámara plagada de auriculares recuerda a una torre de Babel buscada a propósito por criterios claramente partidistas, que tiene mucho que ver con las malas expectativas del PSC ante las próximas elecciones catalanas. Leire Pajín ha puesto cara y voz a este teatro del absurdo, pero son el PSOE en su conjunto y el resto de los grupos que votaron a favor quienes han quedado en evidencia ante una opinión pública que oscila entre la perplejidad y la indignación. A mayor abundamiento, las referencias injustas al senador Fraga Iribarne, debidamente contestadas por el ex presidente de Galicia, son fiel reflejo de que el Senado ha perdido por completo el rumbo. Continúa así el proceso de deterioro institucional que afecta al TC, al Tribunal Supremo y a otros elementos determinantes en la estructura de la Constitución. Rodríguez Zapatero siempre antepone las conveniencias de su partido al interés general del Estado y las consecuencias saltan a la vista.

ABC - Opinión

Amor familiar. Por Alfonso Ussía

El etarra Usabiaga ha sido liberado por Garzón. El motivo de la pasmosa excarcelación no puede ser tomado en serio.

Usabiaga quiere cuidar a su madre, a «amatxo», a mamá. Tiene dos hermanas, pero la madre, «amatxo», mamá, se siente mejor cuando es el niño el que vela por ella. Y Garzón, que está muy sensible con lo que le pasa, lo ha puesto en libertad a pesar de reconocer que hay riesgo de huida y de reincidencia delictiva. Un santito Garzón.

Estos etarras, familiarmente, son encantadores. Otegui solicitó la libertad para cuidar de su hija. Por desgracia para Otegui y la hija, no lo consiguió. Mejor suerte tuvo Joseba Permach, cuya hija, destrozada por la estancia en prisión de su padre, principió un tratamiento psicológico. Y Permach abandonó la cárcel por 50.000 euros de fianza. Lo mismo que su tocayo Álvarez Emparanza, al que abrieron las puertas de su prisión por una cantidad similar porque su padre requería de atención diaria. Los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa ya saben lo que tienen que hacer. Reclamar a sus hijos y padres encarcelados para que éstos cuiden de ellos. Una hermosa lección de amor familiar y judicial.


Entretanto, hay centenares de padres y de hijos que visitan a sus seres queridos en los cementerios. Suerte para unos y desgracia para otros. A esos padres e hijos enterrados, muchos de ellos cuando eran niños, todos asesinados por la ETA, en nada afectaron a Otegui, Permach, Usabiaga y Álvarez Emparanza. Muchos de ellos fueron asesinados siguiendo instrucciones de estos cuatro hijos de la gran puta. Ellos necesitan a su familia y su familia de ellos, y a las víctimas y los suyos, que les den morcilla. ¿Será que Garzón está cumpliendo su último servicio político al Gobierno de Zapatero?

«Baltasar, libera a Usabiaga, que es dialogante, y te hago Embajador cuando los torturadores del Supremo, los dentistas que arrancan la muela que no es (¿se ha vuelto usted loco, Bono?), los que quieren resucitar a Franco, te aparten definitivamente de la carrera judicial». Se admite el temblor con la sola figuración de esta posibilidad. Pero no creo que se atrevan a tanto. ¿Tienen padre, madre o hijos los secuestradores y asesinos de Anabel Segura? ¿Tiene padre, madre o hijos el sinvergüenza de Francisco Correa? ¿Tienen padre, madre o hijos los condenados por vender copias ilegales en los «top manta» de esquinas y mercadillos? Delitos de diferentes niveles, pero cárcel compartida. ¿Por qué las madres, los padres y los hijos de los etarras tienen más derechos que los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa?

Si Usabiaga quiere cuidar a su madre, si Otegui y Permach consideran urgente dar apoyo y paternal cobijo a sus hijas, si Álvarez ha llegado a la conclusión de que su padre necesita su atención diaria, ya es tarde para hacerlo. Ellos han mandado en la ETA. Ellos han aprobado y celebrado asesinatos de centenares de inocentes con padres, madres, hijos e hijas. Ellos no han movido un músculo de la cara cuando ataúdes blancos de niños asesinados se cubrían de lágrimas y tierra. Ellos tienen que cumplir hasta el último día de sus condenas sus vilezas de ayer y de hoy. Que lo hubieran pensado antes. Sus amores familiares son soeces y obscenos con tanta sangre inocente regada sobre España.


La Razón - Opinión

Zapatero y el sentido de estado

Zapatero sólo podría demostrar que tiene ese sentido de estado que constantemente está exigiendo a los demás tomando la única decisión que podría ayudar a los más de cuatro millones y medio de parados que hay en España: irse a su casa.

El Gobierno del PSOE empieza a tener cierta práctica en eso de exigir a los demás, siempre a los demás, sentido de estado. El PP debe apoyar sus pactos de Nikon y sus medidas de Polaroid porque, en caso contrario, no estarán "arrimando el hombro" y recaerá sobre ellos toda la responsabilidad de nuestra penosa situación económica. Por supuesto, no es cuestión de proponer nada que suponga una renuncia a su continua propaganda como defensor de los derechos sociales, por más necesario que pueda ser. Porque el PSOE de Zapatero carece por completo de ese sentido de estado que exige a los populares.

En medio del pánico provocado por la decisión de Standard's & Poors de rebajar la cualificación de la deuda española, lo que nos obligará a pagar intereses más altos para sufragar el derroche de Zapatero, el Gobierno no se ha decidido a tomar medidas de verdad. No, lo único que ha pasado es que los teléfonos de los medios sonaron con llamadas desde Moncloa pidiendo que, por "sentido de estado", no dijeran la verdad y procuraran maquillar sus análisis para no asustar a los mercados. El problema es el mensajero, no un mensaje provocado por un Gobierno que hace poco para solucionar nuestros problemas, y lo que sí hace lo hace mal.

Pero lo más escandaloso ha sido descubrir que, pese a que en la génesis de la crisis griega está la pérdida total de confianza en un país que se dedicó a trucar sus datos para engañar a Bruselas y a los mercados, el Gobierno de Zapatero estaba plenamente dispuesto a hacer lo mismo para que su imagen no sufriera un zarpazo más. Las presiones al INE para que los datos oficiales no indicaran que el paro supera ya el 20% de la población activa demuestran lo que significa el "sentido de estado" para el PSOE y para el Gobierno: una nueva aplicación de la ley del embudo.

Desde que Zapatero tomara las riendas del poder, tener sentido de estado significa obedecer los dictados del Gobierno. Es cierto que, en algunos casos, puede ser necesario que la oposición se calle sus críticas para no perjudicar al país. Pero cuando el Gobierno es el mayor enemigo que tiene España, tener sentido de estado es filtrar las cifras de paro reales para evitar que Zapatero y los suyos las cambien para intentar aguantar un poco más en el poder, como algún funcionario honrado se ha visto forzado a hacer. Cuando la economía se va a pique y al frente está el principal responsable del hundimiento, criticarlo con fiereza es la única forma de tener sentido de estado. Porque a estas alturas Zapatero sólo podría demostrar que tiene ese sentido de estado que constantemente está exigiendo a los demás tomando la única decisión que podría ayudar a los más de cuatro millones y medio de parados que hay en España: irse a su casa.


Libertad Digital - Editorial

Cataluña y las argucias de Zapatero. Por Valentí Puig

Una deflación política es el rasgo predominante actual de la vida pública catalana que así se hace de menos relevancia para sus propios intereses y para contribuir a las sinergias generales de España.

Los procesos dinámicos catalanes cuentan menos por qué así lo han querido. Si las pulsiones e inercias nacionalistas no lo impiden, hay un camino entre una ciber-voluntad puesta a la altura épica de Verdaguer o el descenso a una página sombría de Tito Livio. En la trama política catalana, tan peculiar y tan erosionada, los precios de bienes y servicios han bajado al decaer la demanda, hasta el punto de que deje de circular el dinero, es decir, la política. Es el efecto principal de la deflación política, con el dinero de la confianza cívica retenido y fuera de circulación o registrado en forma de abstencionismo. Hace ya muchos años que el arancel no tiene valor determinante. Luego vino el pactismo. Eso quedó sustituido por contribuir a la gobernabilidad de España. Ahora, no se sabe. Por eso la sociedad catalana carece de la suficiente confianza en sí misma, en sus poderes y voluntades, al tiempo que no parece capaz de dar la necesaria confianza al conjunto de la sociedad española.

El nuevo «Estatut» ya fue en su día un producto deflacionario. Con los pactos del Majestic entre CiU-PP en abril de 1996, una de las contraprestaciones del pujolismo consistía en no reclamar ni un nuevo "Estatut" ni una reforma estatutaria. Era como reconocer sabiamente que la reinvidicación estatutaria no tenía una apreciación multitudinaria, por una manifiesta caída de la demanda, si es que la hubo desde el primer estatuto, en 1979. En las etapas políticas posteriores -Maragall, Montilla, Tripartitos- se pretendió todo lo contrario, en un pulso cada vez más endeble contra esa deflación política, hasta el punto de que se acabó por dejar las calles engalanadas para el desfile de un nuevo «Estatut» en el que solo creían reducidos sectores de Cataluña y que ni tan siquiera la clase política catalana deseaba aunque proclamase lo contrario. Antes de sumarse al nuevo proceso estatuario, la CiU de Artur Mas tuvo que caer en una tremenda emboscada zapaterista, en la que Rodríguez Zapatero garantizó que Mas gobernaría después de las elecciones si era el más votado para la Generalitat y que no habría otro Tripartito.

En el penúltimo rellano antes de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el «Estatut», José Montilla intenta impulsar una postura «de unidad a la catalana» exigiendo la reconstitución del TC, en alarde de exótico pluralismo y de una «Cataluña de todos» que margina al PP -como ya se hizo en el Pacto del Tinell- y al partido de Ciutadans. Una vieja resquebrajadura aparece en el desconchado techo común del PSC-PSOE porque Zapatero sigue en un lecho de faquir ajeno a la recomposición del TC y a la espera de que escampe. No es que a Montilla le impulse un interés mito-poético por el «Estatut»: solo le incentivan unas encuestas electorales en las que CiU avanza de modo significativo. En el PSC-PSOE ya solo mandan los capitanes del cinturón industrial de Barcelona y de todos los capitanes quien manda más es Montilla. Perder el poder sería ver desintegrarse el propio ADN, de modo prosaico-trágico. Amplias redes de suma inacción genérica han debilitado las energías políticas, sociales y económicas de la Cataluña civil que en un pasado ya muy lejano tuvo aspiraciones regeneracionistas.

Bajo la concha del apuntador, Zapatero está en una partitura por ahora distinta después de haber sido el máximo instigador del nuevo «Estatut», el padrino del Tripartito y expendedor de la franquicia contra el PP todo vale porque PP es igual a Franco. Eso, claro, lo dice el PP. Pero no cuesta creer que Zapatero haya sido el principal deflacionista de la política catalana. Quien podía sospecharlo cuando en diciembre de 2003 dijo con mirada de entusiasmo: «!Apoyaré el «Estatut» que salga del Parlament de Catalunya!»

Ser un elemento nuclear del socialismo en España y amagar con no asumir una sentencia del TC sobre el «Estatut» no es lo mismo que ser secesionista según los postulados de ERC. Es mucho peor. Lo más posible es que José Montilla vaya de farol -como tantas veces lo hizo el PSC al amenazar con pedir grupo parlamentario en La Carrera de San Jerónimo-, pero el gesto es muy feo, retóricamente procaz y desleal tanto con el PSOE como con el «corpus» institucional hispánico. ¿Habrá o no sentencia del TC -ciertamente tardío en sus pronunciamientos- antes de las elecciones autonómicas? ¿Qué suerte de gestualismo institucional prepara José Montilla para oponerse al Estado? No hay manera de explicarle creíblemente a la sociedad española que la clave de todo sería deslizarse por el tobogán de la bilateralidad.

Apelar a la conciencia de una Cataluña mítica que se enfrente al TC o niegue el valor de las sentencia sobre el «Estatut» carece de futuro, por mucho que Montilla sugiera que el TC no puede oponerse a ningún enunciado del «Estatut». Dicho de otro modo: ni pivota ahí el futuro de la Cataluña real. No se sabe a que otras conciencias -salvo la ficción, la leyenda o farsa- puede apelar José Montilla después de haber tenido el poder y haberlo dejado a la altura de aquellas chapuzas en las que el sentido del ridículo involucra incluso al enemigo político más irreductible. Es el caso, como ocurre con Montilla, de haber querido ser el hombre fuerte del Estado en Cataluña para acabar buscando en el occipucio del Tribunal Constitucional aquella vértebra axis en que la que el punzón de hierro del garrote vil acaba con la vida del condenado.

Es así como la política deflaciona; deflaciona mecanismos vitales de una sociedad plural aunque parezcan desactivados. Hay un margen prácticamente nulo para hablar de las dos almas del socialismo catalán, PSOE y PSC. Lo que queda en pie es un viejo instinto, una concentración inusitada de poderes opacamente imbuida de restos identitarios en contradicción constante, de subterráneos transversales que intercomunican bastiones políticos y mediáticos del poder. Para llegar a donde quería, el PSC -con los chicos más listos e ilustrados en sus filas, con profesores de bibliografía italiana e intelectuales de obra escasa- ha ido dejando los últimos jirones de lo que algún día ya muy lejano se propuso ser y que, en la antepenúltima de sus dislocaciones, ya solo consiste en ir lanzando piedras contra la sede del Tribunal Constitucional como si definitivamente nada más contase. A Zapatero eso le complace íntimamente y le perjudica públicamente. Es que nadie está a salvo en una sociedad políticamente deflacionada.


ABC - Opinión

jueves, 29 de abril de 2010

Volveremos a ser felices cuando echemos a Zapatero. Por Antonio Casado

Me apropio de la distinción aplicada a la actualidad nacional que hace cierto dirigente madrileño entre temperatura y sensación térmica. La sensación térmica nos pone al borde de la guerra civil, entre la crisis económica que nos ahoga y la crisis institucional que nos enfrenta. Basta pegar la oreja al ruido audiovisual de ciertas tertulias cargadas de azufre, las redes sociales de Internet o los foros con licencia para insultar. Como el que cuelga a diario de este modesto rincón de El Confidencial, sin ir más lejos, donde se detecta un alarmante déficit de tolerancia.

Sin negar la gravedad de la situación económica y los desajustes políticos en el funcionamiento de las instituciones, el tenebrismo que tiñe la morbosa descripción de nuestros males no responde a la temperatura nacional. No responde porque es descaradamente sesgada y desborda con creces los límites de la discrepancia. El legítimo derecho, e incluso el deber, de criticar al poder y someterle a un permanente ejercicio de control, nada tiene que ver con los pregoneros de la bancarrota política y económica de España ¿La temen o la desean?


Otra alternativa

A Rodríguez Zapatero le han caído los siete males por decir ayer en el Congreso que, en base a ciertos “brotes verdes” (consumo de energía, venta de coches, ingresos fiscales, etc.), detecta indicios de recuperación, sin negar la gravedad de los últimos datos de paro ni su responsabilidad en la marcha de la economía. Miremos más allá de la soflama y el aspaviento: ¿Se supone que un presidente del Gobierno debe asumir sin más el discurso de sus adversarios y, por tanto, flagelarse en la tribuna por estar viviendo al borde del abismo?

Sería como suponer que Mariano Rajoy va a conformarse con asumir sin más el voluntarismo incurable de Zapatero. Nadie se lo pide. Incurren en el mismo disparate quienes reclaman del Gobierno socialista que se ponga a la defensiva y abrace el pesimismo como única filosofía política hasta el inevitable fin de su mandato en 2012. Y si es antes, mejor.

A Rajoy no le preguntan los socialistas si es de mejor condición correr el riesgo de perder por tercera vez que intentar ganar por tercera vez. Como aspirante está en su derecho de criticar al titular y describir su pérdida de credibilidad, aunque cuando describe la situación económica solo haya lugar para el negro. Ni una mota de gris, al menos para consolar a los españoles que, como diría Neira, quieren dejar de ser españoles para mejorar su autoestima.

Al jefe del principal partido de la oposición se le debe exigir la mesura suficiente para que su discurso político no nos deje otra alternativa que hacer cola en los aeropuertos, largarse y reaparecer cuando Zapatero ya no esté haciendo daño en Moncloa en sórdida complicidad con ETA. Ni Garzón en la Audiencia Nacional. Cuando Alberto Oliart ya no pueda manipular la información en TVE y la Policía de Rubalcaba haya perdido el poder de ordenar a la Policía la fabricación de pruebas falsas. Entonces todos seremos felices.


El Confidencial - Opinión

La catástrofe tiene nombre. Por Juan Ramón Rallo

Prefiere que España quiebre a reconocer que su nefasta ideología ha sido uno de los causantes y agravantes de esta crisis. Y con estos bueyes no se puede arar, de ninguna manera; podemos soportar a un inepto, pero no a un demente.

Se nos podrá decir que las agencias de calificación han fallado en los últimos años como una escopeta de feria, y será verdad. Pero no convendría olvidar que sus mayúsculos errores se han debido a su excesivo optimismo, a haber mantenido unos ratings absurdamente elevados. ¿O acaso las agencias de calificación, fieles aliadas de los gobiernos, no están ahora tratando de retrasar al máximo la rebaja de los ratings soberanos? ¿O acaso S&P no se ha visto forzada a clarificar que el rating español "dista mucho" de la griega minutos después de que recortara nuestro rating? En todo caso, pues, estarán falseando nuestra realidad al alza: quien quiera lavarle la cara al Gobierno, mejor haría en no agitar demasiado este argumento, ya que si S&P nos califica como AA, probablemente sea que estemos peor.

Tampoco es de descartar que esta catástrofe humana, social, política y económica que es la izquierda de nuestro país vuelva ahora a agitar el fantasma del enemigo exterior; ya saben, esos especuladores extranjeros que conspiran por hundir el Gobierno de progreso de Zapatero negándole el pan y la sal. Pero no, el problema de España no es que los inversores foráneos no se dejen estafar por las promesas de mal pagador, de trilero consumado, de nuestro Tesoro (In Spain we trust, ¿recuerdan?). El problema originario no es ni siquiera que nuestro paro haya alcanzado el 20%, que tengamos un déficit de más de 100.000 millones de euros o que nuestro sistema bancario se encuentre al borde de la bancarrota.

Tiempo habrá para analizar los efectos concretos de la rebaja del rating sobre nuestras enormes necesidades de financiación exterior; sobre unos bancos y cajas que, maltrechos por la burbuja inmobiliaria, llevan años comprando una deuda pública española cada vez de peor calidad y que amenaza con costarles un ojo de la cara en forma de fondos propios; sobre un déficit cuyos intereses cada vez nos resultarán más onerosos, hasta el punto de amenazar con merendarse el futurible crecimiento económico de nuestro país.

Todo esto es cierto, pero sería un error –en el que cae mucha izquierda autocomplaciente– pensar que el Gobierno socialista tiene que atajar de manera inminente todos estos problemas mediante una reforma laboral y una dura consolidación presupuestaria. No, este Gobierno sólo tiene que hacer una cosa: dimitir en pleno. Irse a su casa de una vez, dejar toda función ejecutiva y convocar elecciones. Ya lo dije hace justo un año y lo repito doce meses después: no queda otra salida que la dimisión de Zapatero. Porque podríamos lamentarnos si no supiéramos cuál es el camino a seguir o si no tuviéramos los medios para avanzar por ese camino. Pero no es el caso; Zapatero sabe desde 2007 qué medidas hay que adoptar, pero se niega a hacerlo. Prefiere que España quiebre a rectificar, a reconocer que su nefasta ideología ha sido uno de los causantes y agravantes de esta crisis. Y con estos bueyes no se puede arar, de ninguna manera; podemos soportar a un inepto, pero no a un demente cuya única obsesión, cuya única preocupación es desviar la atención, mentir y confundir a los ciudadanos para no tomar ninguna de las medidas que nos son inaplazables.

Mas no hay tiempo para que se sigan riendo de nosotros. No hay tiempo para que Zapatero nos siga repitiendo que ya estamos saliendo de la crisis mientras continúa soterrado por los escombros económicos del país, para que De la Vega diga que están haciendo los deberes cuando han traspasado el muerto a unos sindicatos tan o más cerriles que ellos, para que Campa le reste importancia a la rebaja del rating aduciendo que los cálculos de crecimiento del Ejecutivo, esos mismos que han fallado siempre en esta crisis, son mejores que los de S&P. Basta de sainetes.

Esta gente está arruinando nuestras vidas, las de nuestros vecinos, amigos, parejas e hijos. No es aceptable que sigan arrastrándonos a todos al abismo de su incompetencia con esa insultante indiferencia que exhiben. Porque aun cuando nos suban los impuestos, lleven a miles de empresas a la quiebra, manden al paro a cinco millones de españoles, se fundan los ahorros de todos los ciudadanos salvo los de su círculo cercano, conduzcan a los bancos, a la Seguridad Social con su Fondo de Reserva y al Estado a suspender pagos y nos cierren por décadas la financiación exterior, pese a todo, ellos continuarán viviendo de las rentas amasadas durante estas dos legislaturas a costa de nuestros impuestos y de la jubilación dorada obtenida gracias a los fueros que ellos mismos han redactado y aprobado. ¿Qué poco les vamos a importar los simples y pobretones mortales?


Libertad Digital - Opinión

La magia del Gran Timonel. Por Hermann Tertsch

AQUÍ lo tienen. Es pura magia. España no es Grecia, dicen.

Por supuesto que no. España es un problema mucho más grave y desestabilizador que no va a permitir generosidades como, si Angela Merkel quiere, recibirá Grecia. España es la pera, nos dicen los nuevos patriotas que llevan seis años fraccionando las instituciones de este país. Ayer nos contaba el presidente del Gobierno, nuestro Gran Timonel, Rodríguez Zapatero, que la recesión se ha acabado. ¡Hala! Se acabó y estamos ya a punto de crear empleo. La economía nuestra está en alza. ¡Yupi y estupendo! El desprecio a la inteligencia de los españoles no parece tener límite en este Gobierno tan acostumbrado a ganar mintiendo, falsificando el presente, el pasado y el futuro con una indecencia que asombra, pero que por desgracia le ha resultado enormemente efectiva.

El problema está en que, horas después, la agencia de calificación crediticia Standard and Poor´s nos rebaja la nota de deuda porque no se fía del crédito de nuestro país. Discrepan del Gran Timonel. Piensan que sus inversores deberían pensárselo siete veces antes de comprar deuda española porque consideran muy plausible que nuestro país pronto esté en una situación que les hace imposible devolver los créditos. Nos bajaron en su día de la AAA a la AA+, y ahora nos quitan el plus y puede que muy pronto nos quiten otra A. Nos vamos con Grecia, pero también con Zimbabue. Lo que llamaba nuestro Gran Timonel del izquierdismo revanchista, prometedor del pleno empleo, la Champions League. Este Gobierno socialista, cuyo presidente presumía de tener asustados a Sarkozy en Francia y a Berlusconi en Italia porque iba a superar su Producto Interior Bruto. Aquí le tienen. Diciendo ante el Parlamento que vamos bien. Ahí estamos, junto a Haití, sumidos en el crecimiento, negativo, del Tercer Mundo, según los datos del FMI.

A ver quién es el macho que compra deuda de España a partir de ahora. El dinero huye de este país como alma que caza el diablo. El dinero es por definición oportunista. No conoce lealtades y no se deja ideologizar. El dinero se mueve y se va de los páramos hacia zonas prometedoras. Y le va a faltar muy pronto a toda esta tropa para alimentar a sus sindicatos y a su gente, a un sector público cada vez mayor, unos palanganeros insaciables y unos subsidiados crónicos. Ahora nos podrán engañar un poco más desde el Gobierno, diciendo, como el inefable ministro Corbacho ayer nos anunciaba, que el balance del empleo es mejor que el que han filtrado sin darse cuenta por su incompetencia sistemática e informática. Será porque la maquinaria de falsificación estadística se ha puesto en plena marcha para paliar el daño de la veracidad involuntaria de un error informático.

La verdad es que estamos en la puerta del corralito argentino y no hay guerra civil, fascismo, histeria revanchista ni niño muerto con los que despistar. Y que si nuestra oposición fuera menos vaga e incompetente en su política de comunicación, este Gobierno tenía que caer ya porque no hay país que resista esto sin hundirse para tiempo indefinido, pero siempre largo. Yo les confieso que tenía la certeza de que esto llegaría precisamente a esto. Y por supuesto lo lamento tanto como el último trabajador que se ha quedado en paro por la ineptitud y las mentiras de este Gobierno. Aquí nadie se alegra de las desgracias. Porque nos afectan a todos. Eso es una calumnia más. Otra infamia del poder a las que ya tan acostumbrados estamos. Todos tenemos a alguien cercano que sufre, si no es que sufrimos nosotros por el drama de nuestra patria. Pero hay que relatar las desgracias y describirlas. Porque si no, no tienen remedio. El atentado contra nuestro bienestar y nuestra convivencia se va consumando. Tiempo tendremos para lamentar estos siete años de langostas intoxicadas por su ideología sectaria vestidas de gobernantes.


ABC - Opinión

Sin Franco no son nada. Por César Vidal

Es triste decirlo, pero la verdad es que la izquierda española es de las más indigentes intelectualmente hablando de la Historia universal.

Repásese su breve andadura histórica y no se descubrirá un solo aporte doctrinal serio o sólido a diferencia de lo que encontramos en Alemania, Gran Bretaña o Francia. ¡Hombre, si el texto más importante de izquierdas que se ha publicado en los últimos cuarenta años es el libro ecologista de Juan Costa! Algo más han dejado en el terreno de las artes, tampoco mucho, pero como ya sabían los griegos, éstas no son suficientes para gobernar medianamente bien una nación. Durante los primeros años de la democracia semejante raquitismo quedó oculto, en parte, por el pendulazo posterior al franquismo y, en parte, porque, huérfanos de mitos, muchos españoles necesitaban creer en uno nuevo. Sólo que como de donde no hay no se puede sacar, el tinglado de la antigua farsa se desplomó pronto. El PSOE de Felipe González sólo tenía para ofrecer el continuar lo que había hecho la derecha franquista y de la UCD, es decir, la integración en Europa y la modernización. Hasta eso lo hizo mal y llegó a tener casi un 25% de parados y un grado de corrupción incomparable. Para colmo, el muro de Berlín se desplomó dejando al descubierto las vergüenzas del socialismo y el PP ganó dos elecciones seguidas, una de ellas con mayoría absoluta.

De esa manera, cuando el 11-M catapultó a ZP a La Moncloa, España se vio condenada a perder en unos años lo que había costado lograr décadas porque la izquierda ni se había renovado, ni había mejorado y da la sensación de que tampoco había leído. Acabada la demagogia de los matrimonios homosexuales y los feminismos desorejados, sólo tenía –y tiene– para ofrecer más corrupción y más miseria en todos los sentidos del término. ¿Y entonces? Entonces, enfrentada con su paupérrima realidad, la izquierda –como los nacionalismos– ha descubierto que no puede vivir sin Franco. Desde luego es para reflexionar que el SDP alemán haya sobrevivido décadas sin tener que agitar el espectro de Hitler y aquí la izquierda no pueda dar un paso sin rememorar a un general que falleció hace más de tres décadas y a cuyas órdenes sirvieron no pocos de los padres de los progres actuales. Decía José Sacristán en una de las películas de José Luis Garci que compusieron el Tríptico de la Transición aquello de «no podemos pasarnos otros cuarenta años hablando de los cuarenta años». La frase era de una enorme sensatez, pero, por lo visto, ni siquiera José Sacristán –al que el franquismo oprimió obligándole a intervenir en docenas de películas que lo convirtieron en popular– parece haber aprendido aquella lección. No pueden vivir sin Franco de la misma manera que los adultos inmaduros que siguen echando la culpa a sus padres de que sus relaciones de pareja no van bien o que los alumnos vagos que atribuyen sus suspensos a que el profesor les tiene manía. En buena medida es lógico porque las izquierdas españolas, para nuestra desgracia, son seniles sin haber salido de la adolescencia; son ignorantes y ayunas de lecturas, y son vagas e incompetentes. Semejantes circunstancias quizá podríamos contemplarlas con indulgencia si se dieran en el hijo tonto de un buen amigo, pero al frente de la nación sólo pueden inspirar desazón. Y es que, en su indescriptible y autosatisfecha inanidad, sin Franco no son nada.

La Razón - Opinión

El Senado de Babel. Por José García Domínguez

Tratan de tapar con esa vana estadística, la de los cinco millones menos un cuarto de hora, el angustioso drama fonético padecido en la Cámara Alta por baturrofalantes, bablófonos, valencianos, vizcaitarras, catalanes, gallegos y silbogomeristas.

Por fatua vanidad intelectual tendemos a despreciar la teoría conspirativa de la historia, al cabo la única capaz de explicar el desvarío particular y colectivo que da forma al guión de la vida, ese cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada, según memorable arbitrio de cierto Macbeth. De ahí que pocos hayan comprendido la intención última del Gobierno al filtrar el verídico censo del paro. A saber, ocultarle a la opinión pública el atropello gramático que vienen sufriendo las delicadas laringes periféricas en el Senado. Tratan de tapar con esa vana estadística, la de los cinco millones menos un cuarto de hora, el angustioso drama fonético padecido en la Cámara Alta por baturrofalantes, bablófonos, valencianos, vizcaitarras, catalanes, gallegos y silbogomeristas, que igual les dicen así a los del silbo gomero.

Una sangrante tragedia nacional que, al parecer, la señorita Pajín ansía corregir por la vía de urgencia. Pues su recto entender le dicta que "la ciudadanía usa todas las lenguas de forma natural, e igual debe ocurrir en el Senado". Gran verdad, sí señor. Sin ir más lejos, uno mismo suele dirigirse al quiosquero en eusquera o aranés, dependiendo del día y el humor. Por su parte, él acostumbra a responder en asturiano. Aunque, a veces, en medio del diálogo opta sin previo aviso por canalizar el resto de su discurso en mallorquín. Circunstancia que procuro aprovechar para pasarme a la variante lusitanista del gallego académico. Y tal que así con la demás ciudadanía toda del barrio. ¿Por qué no habría, entonces, de reproducirse idéntica normalidad cotidiana en el hemiciclo?

La postura de Pajín peca, sin embargo, de indisimulado centralismo uniformista, amén de una catalanofobia apenas velada. Y es que, de prosperar su ocurrencia, los senadores catalanes deberán soportar al estoico modo que el contenido de los discursos en valenciano les sea descifrado en español, y no vertiéndolos a la lengua de Pompeu Fabra como sería lo normal y lógico. De idéntico modo, el PSOE también pretende escatimar la creación del perentorio cuerpo de traductores del vascuence al gallego, y todas las permutaciones posibles de funcionarios, cabinas de doblaje, micrófonos, cascos y pinganillos que exigiría el cabal respeto a las "lenguas oficiales", que predica Leire...¡País!


Libertad Digital - Opinión

Sensaciones. Por Ignacio Camacho

HAY una «cierta sensación», como diría Zapatero, de que el Gobierno no puede con esto. De que está desbordado por las circunstancias y va a remolque de los acontecimientos.

De que la crisis se le ha ido de las manos y todo lo que puede ir mal va mal. Quizá se trate sólo de una sensación, pero una sensación creciente en intensidad emocional y profundidad sociológica. Aunque las sensaciones son siempre subjetivas, pueden volverse subjetivamente generalizadas. Una multitud de subjetividades en la misma sintonía constituye un estado de opinión, y entonces la «cierta sensación» se convierte en sensación cierta.

Al presidente le han dicho sus economistas de cabecera que hay indicios objetivos de recuperación económica -las ventas de coches o de pisos, el leve repunte del consumo y la publicidad- y en su optimismo patológico se agarra a ellos para situarse a contracorriente de la pujante impresión colectiva de desastre.


Su problema consiste en que nadie le cree porque decía lo mismo cuando la realidad lo desmentía con una terca evidencia. Ocurre, además, que sólo contempla lo que desea ver, una actitud profundamente subjetiva. No acepta que sus políticas de gasto sostenido han comprometido la deuda y multiplicado el déficit, creando un problema añadido a la muy objetiva existencia de una recesión que también se empeñó en negar desde su particular subjetivismo. Es posible que incluso tenga «una cierta sensación» de mantener el control, percepción contradictoria con la extendida creencia de que el país carece de mando, liderazgo y gobernanza.

En todo caso, las sensaciones van por barrios. Las agencias internacionales de calificación, por ejemplo, sospechan que España ha dejado de ofrecer garantías de pago de su deuda. En consecuencia, han rebajado nuestra solvencia a la segunda división, esa inquietante categoría en la que un país desarrollado empieza a parecerse a Grecia. Esto es otra sensación, por supuesto, con un importante margen discrecional, pero las Bolsas y los mercados son muy sensibles a según qué efectos, y la gente que presta el dinero -esos tipos llamados despectivamente especuladores que compran los bonos para obtener beneficios a su vencimiento- se pone muy quisquillosa cuando tiene dudas sobre la posibilidad de recuperarlo. Las tasas reales de paro, productividad o déficit, que provienen de modelos de medición efectuados con una objetividad razonable, no avalan percepciones optimistas ni dan lugar a corazonadas emocionales.

De modo que hay una cierta sensación, en efecto, de que las cosas van muy mal y nos estamos viniendo abajo. No la comparten, desde luego, los sindicatos y el círculo pretoriano de Zapatero, pero en la socialdemocracia ilustrada hay serias grietas de confianza. Muchos militantes, dirigentes, votantes y simpatizantes de izquierda empiezan a tener también la cierta sensación de que sus expectativas de poder necesitan un recambio.


ABC - Opinión

3.000 parados cada día. Por Carmen Tomás

Cada día de los meses de enero, febrero y marzo, 3.000 españoles perdieron su puesto de trabajo.

Los datos de la EPA revelados por el diario ABC aseguran que la tasa de paro ya supera el 20 por ciento y que 4,6 millones largos de españoles no tienen trabajo. Son cifras alarmantes, absolutamente históricas y que deberían haber hecho reflexionar al Gobierno. Bien, pues lejos de provocar una reacción en Zapatero y sus ministros, todos han salido con el cuento de que ya el paro ha tocado techo en España. Incluso zapatero ha ido más lejos al asegurar que ya se ve la recuperación y que en cuanto el crecimiento coja ritmo se crearán puestos de trabajo.

El gobierno sigue instalado en la mentira y en la inacción. No sólo los datos de la EPA del primer trimestre, que oficialmente se conocerán este viernes, son escalofriantes. En los años que Zapatero lleva gobernando se ha doblado la tasa de paro y sólo en el primer trimestre de este año casi 300.000 personas perdieron su empleo. Además la crisis griega está penalizando a España, porque los mercados descuentan que por nuestra situación podemos ser los siguientes con problemas graves. Así se ha reflejado en el diferencial de la deuda española con el bono alemán a 10 años que ha sobrepasado los 130 puntos, lo cual es un récord histórico. También la bolsa está acusando esta grave falta de desconfianza en las posibilidades de la economía española. La inversión extranjera ha caído un 60 por ciento y hemos abandonado la lista de los diez países más fiables para invertir.

La irresponsabilidad de Zapatero que sigue perdiendo el tiempo, esperando el santo advenimiento, es total. No hay plan A, ni B, ni C. El diálogo social no avanza por la radicalidad de los sindicatos que siguen empeñados en más gasto público, cuando se ha visto el fracaso absoluto al que nos ha llevado esa política. Tampoco hay avances en el recorte del gasto público. Sigue sin haber ingresos por la depresión de la actividad económica y no se actúa por el lado de los gastos, así que la brecha del déficit de las cuentas públicas sigue avanzando. Lo vamos a pasar muy mal y el gobierno sigue atrincherado y engañando a los ciudadanos. Quizás tendrá que acabar viniendo el FMI a salvarnos, ese que dice que hasta 2016 no veremos la creación de empleo neto.


Periodista Digital - Opinión

Especulación y credibilidad

Sin caer en alarmismos ni exageraciones hiperbólicas, el hecho de que Standard&Poor’s haya rebajado un grado la solvencia de España hay que tomarlo con cierta cautela, pues ni esta agencia de calificación anda sobrada de fiabilidad tras el fiasco de Lehman Brothers, ni nuestro país está peor valorado que Italia o Bélgica.

Tal vez lo más negativo sean las consecuencias psicológicas del mensaje, que golpean directamente la credibilidad de nuestras finanzas en los mercados internacionales. Con unos circuitos financieros fuertemente recalentados y en el clima de crispación que viven los países comunitarios a cuenta de la hecatombe griega, que nuestro país pierda solvencia excita el apetito de los especuladores, pese a los esfuerzos realizados por el Gobierno para marcar distancias con respecto a Grecia y Portugal. Dicho de otro modo, a España se le terminó el periodo de gracia que la vicepresidenta Salgado y su número dos, José Manuel Campa, lograron con la gira internacional realizada en febrero por varios países europeos y Estados Unidos, incluyendo varios medios de comunicación. Parece que tampoco la activa presencia del presidente del Gobierno en los grandes diarios internacionales ha surtido el efecto deseado. En este sentido, la pérdida de «rating» supone un portillo abierto a los especuladores, verdaderos especialistas en detectar las debilidades de empresas o países en dificultades y en obtener a su costa cuatiosos beneficios inmediatos.

La crisis griega no se explica cabalmente sin las maniobras de esos tiburones financieros. Pero, ojo, ningún predador ataca a quien considera fuerte o inexpugnable. En este sentido, que se hayan fijado en España es un toque de atención al Gobierno y a la gestión de Elena Salgado, pues lejos de retener la confianza de los inversores internacionales con medidas y disposiciones eficientes, no ha sido capaz de cortar la hemorragia de los malos indicadores, entre ellos la duplicación del déficit en el primer trimestre del año, el constante aumento de la deuda y el récord histórico de la tasa de paro, que ha superado el 20%. Conviene distinguir, sin embargo, entre lo que es gestión del Gobierno y la musculatura de nuestra economía para salir de la recesión. Tiene razón Zapatero cuando afirma, como hizo ayer en el Congreso, que hay signos claros de reactivación económica, como el aumento de las exportaciones o el consumo de energía. Ciertamente, el tejido empresarial español da leves muestras de revitalización, aunque aún deba restañar muchos costurones. Pero no se puede decir lo mismo de la política de Salgado ni de su plan de estabilidad financiera, cuyas idas y venidas, enmiendas y remiendos lo han dejado sin credibilidad ni consistencia. Por tanto, o la vicepresidenta económica recupera la fiabilidad en las cuentas del Estado y leva a la práctica un recorte drástico del gasto no productivo, de manera que se cumplan las previsiones enviadas a Bruselas sobre el déficit, o los especuladores redoblarán sus ataques en las próximas semanas, con las indeseables consecuencias de todos conocidas. El mejor modo de ahuyentar a los tiburones es no darles carnaza ni cometer errores.

La Razón - Editorial

Zapatero desafía a Zapatero. Por Cristina Losada

En la urgencia, quieren cosas contradictorias, como los niños: cambiar a unos magistrados por otros, pero que no se pronuncien sobre el texto sagrado ni los antiguos ni los nuevos.

En política no hay ideas lógicas, escribió Zapatero en el prólogo a un libro de Jordi Sevilla. Como para corroborar el aserto del presidente, su hombre en Barcelona, José Montilla, y Artur Mas, su hombre en Madrid por una noche, han pergeñado una resolución que ha de aprobarse en el parlamento de la autonomía catalana. Su punto número dos exige la urgente renovación del Tribunal Constitucional. Su punto número tres sostiene que el Tribunal debe declararse "incompetente". ¿Para qué renovarlo, entonces? Si el TC no puede pronunciarse sobre el Estatuto de Cataluña, lo único que han de reclamar es que se disuelva. Así, se ahorrarían un atentado a la lógica y una ofensa a la inteligencia.

Con el concurso de CiU y otros primos, el PSOE intenta esconder lo ocurrido en el TC y conducir el esperpento hacia el callejón del Gato. Pues ha sucedido que la mayoría del Tribunal considera que hay más de una quincena de artículos del Estatuto que son inconstitucionales. Ni limpio como una patena ni cepillado. Salvo accidente imprevisible, el Estatuto está cadáver, por mucho que aplacen su entierro. Un momento fúnebre que la presidenta del TC ha venido posponiendo durante cuatro años con el apoyo de los de Mas, que dieron el placet a la enmienda que prorrogó su mandato. Es ahora, en vista de que la cocina de Casas no puede sacar el pastel tal cual entró en el office, con meros retoques decorativos y acaso unas velas de cumpleaños, que les ha sobrevenido la urgencia por renovar.

En la urgencia, quieren cosas contradictorias, como los niños: cambiar a unos magistrados por otros, pero que no se pronuncien sobre el texto sagrado ni los antiguos ni los nuevos. Y es que a ninguno de los mentados conviene que se airee la muerte del Estatuto, mientras que a todos les va bien atizar la rebelión contra la legalidad constitucional, que es lo suyo y es también la esencia del Estatuto. Se dice en un periódico que con esa resolución "Montilla culmina el desafío a Zapatero". Nada culminará, a menos que lleve a Madrid ese pintoresco documento y haga que los diputados del PSC voten a su favor en el Congreso. Y no lo verán nuestros ojos. El hiriente y lesivo espectáculo al que asistimos es el de Zapatero desafiando a Zapatero. Ni una idea lógica.


Libertad Digital - Opinión

Un Gobierno insolvente

STANDARD and Poor´s bajó ayer la calificación de la deuda española y la puso en perspectiva negativa, episodio ante el que el Ejecutivo socialista no puede alegar sorpresa o desconocimiento, ni traspasar su responsabilidad.

Como presidencia europea de turno, ha fallado estrepitosamente en prevenir la crisis y en coordinar una respuesta eficaz; como Gobierno español, ha vuelto a errar en el diagnóstico, se ha visto totalmente superado por los acontecimientos y ha carecido de la más mínima capacidad de reacción. No se podía esperar otra cosa de un equipo dirigido por un presidente que desprecia las leyes económicas y una vicepresidenta que desconoce los fundamentos de su ministerio. Rodríguez Zapatero sigue en su mundo virtual, jugando a la economía de la décima, como si algo fuese a cambiar porque el INE registre un crecimiento de esa magnitud en el primer trimestre o el paro de abril caiga en esa cantidad. Salgado -sin ninguna experiencia previa por decisión explícita del presidente, que no quería más expertos pesimistas- pierde el tiempo identificando molinos de viento, como la oposición, los especuladores, las agencias de rating, en vez de preparar una respuesta coherente y creíble. Esta crisis se podía haber evitado perfectamente si el Gobierno tuviera un plan B y hubiera escuchado los múltiples avisos que le han llegado desde todo tipo de instituciones nacionales e internacionales, incluidos la oposición, el Banco de España y el Ministerio de Economía.

Lo ha resumido dramáticamente el director ejecutivo del FMI. Los escépticos tenían razón y el diseño de la Unión Monetaria estaba incompleto, lo que quiere decir que está en cuestión la viabilidad de España en el euro. Ya no es un problema de deuda, sino de confianza en que este «Gobierno de España» entienda que el euro comporta obligaciones y no sólo derechos. Escribirlo no es catastrofismo, sino condición necesaria para entender lo que está pasando y lo que continuará pasando si se mantiene el tancredismo presidencial. Las reformas necesarias son conocidas y Zapatero debería conocerlas ya de memoria de tanto negarlas: recorte de gasto público, reforma laboral, reestructuración bancaria y mejoras de competitividad. Hoy tendrán que ser más duras que hace un año. La cuestión se resume en si este presidente tendrá la voluntad y el coraje necesarios para desdecirse a sí mismo y enfrentarse a la realidad. Los inversores necesitan comprobar que la España de Zapatero no es la Argentina de Alfonsín.

ABC - Editorial

Salir del estupor

La rebaja de la calidad crediticia obliga al Gobierno a concretar sus medidas de ajuste

Paso a paso, los mercados financieros (es decir, los inversores europeos y mundiales) están castigando la política económica española por la falta de claridad en aplicar las medidas anunciadas para corregir el voluminoso déficit público generado durante la crisis. En un clima de inquietud general, causado por el crash de Grecia y el deterioro galopante de la solvencia de Portugal, la agencia de rating Standard & Poor's rebajó la calificación de la deuda española desde AA+ a AA y deja abierta la posibilidad de nuevas degradaciones. La decisión acentuó la convulsión de la Bolsa española, que ayer perdió el 2,99%, mucho más profunda que Londres, París o Francfort.

Aunque se puede argumentar que el rigor de las agencias de calificación merece ser cuestionado, sobre todo por su incapacidad para calibrar el alcance de la crisis financiera (S&P tenía muy bien calificado a Lehman Brothers cuando quebró), y que otras agencias mantienen su confianza en las cuentas españolas, lo sustancial es que la decisión refleja las dudas de muchas instituciones financieras o políticas ante los problemas del Gobierno para aplicar un plan de ajuste de sus gastos públicos, un programa de rescate de las entidades financieras y una reforma del mercado de trabajo.

La solvencia financiera de España se aproxima a territorios peligrosos no sólo por el contagio de Grecia o por la presión de los especuladores, sino por la incapacidad del Ejecutivo para concretar el plan económico que diseñó, correcto en sus líneas generales, pero que está perdido en el limbo de negociaciones diferidas, pactos nebulosos y descoordinación entre ministerios. España ha dilapidado un tiempo precioso, el que concedieron los inversores cuando el Gobierno explicó las líneas generales de su plan de ajuste en Londres.

La degradación crediticia tendrá consecuencias. Encarecerá el coste de la deuda y dificultará la financiación de las entidades bancarias. No hay que descartar que la pérdida de calidad precipite la crisis de alguna caja o banco. Y deteriorará la imagen de los grandes bancos (menos afectados inicialmente por la crisis financiera) y las empresas españolas.

Resulta imperativo que el Gobierno salga de su estupor, porque cada minuto que pasa sin decisiones efectivas encarece el coste de restaurar la confianza en la solvencia española. Después de la pérdida de calidad crediticia, ya no bastará con una moderación salarial en el sector público para convencer a los mercados de que España puede reducir el déficit al 3% en 2013; será necesario aplicar un plan de congelación de los sueldos públicos y una poda administrativa. Tampoco será suficiente con el tibio enjuague de fusiones consentidas entre cajas de ahorros de la misma autonomía; habrá que ir a recapitalizaciones forzosas e intervenciones de la autoridad bancaria. El Gobierno tendrá que presentar además ajustes de los costes sociales. La resistencia a tomar decisiones por miedo a las reacciones políticas o sociales siempre se paga.


El País - Editorial

Márchese, señor Zapatero

Ante esta crisis económica, que se suma a una crisis nacional e institucional también sin precedentes, ya va siendo hora de que alguien le espete al presidente un "márchese señor Zapatero". España no se merece un Gobierno que la arruine y que le mienta.

La decisión de la agencia de calificación crediticia Standard & Poor´s de rebajar nuevamente la nota de la deuda española a largo plazo, no por previsible resulta menos dramática para la economía española. El bono español ya cotizaba más de 100 puntos básicos por encima del alemán, lo que quiere decir que al Tesoro español ya le cuesta endeudarse mucho más que al germano, tendencia esta que la decisión de la agencia de calificación va a intensificar todavía más.

Con un Gobierno que se opone a reducir el gasto público, que se opone a cualquier reforma liberalizadora que reactive nuestra economía y que no contempla otra forma de aumentar los ingresos que no sea a través de una esterilizante subida de impuestos, estamos abocados a un déficit y un endeudamiento galopante que, para colmo, va a ser cada día más caro de financiar.


Por mucho que el Gobierno quiera desacreditar a esta agencia de calificación crediticia, por mucho que vuelva a apelar a un patriotismo mal entendido y por mucho que nos vuelva a hablar de una conspiración internacional contra España, la realidad y los mercados no van a dejar de imponerse.

Si Standard & Poors y demás agencias de calificación han fallado en el pasado, lo han hecho siempre pecando de optimismo, por lo que más le valdría al Gobierno no utilizar ese argumento como excusa. En cuanto al "patriotismo" de este Ejecutivo, aliado de formaciones secesionistas, más le valdría saber que el patriotismo en estos asuntos pasa por reconocer la realidad tal y como es y tener el valor de llevar a cabo las medidas necesarias para cambiarla. Justo lo que Zapatero se niega a hacer.

En lugar de ello, lo que hace Zapatero, y cada día con más intensidad, es recurrir al uso sistemático de la mentira, tal y como ha repetido este miércoles en sede parlamentaria, y tal y como, sólo en parte, ha dejado en evidencia Mariano Rajoy.

Así, decir como ha dicho Zapatero que las afiliaciones a la Seguridad Social subieron en 22.000 personas, cuando en realidad cayeron en 34.600 cotizantes, es una mentira tan grosera como la de afirmar que los ingresos del Estado crecieron un 0,8 por ciento, cuando la realidad es que la recaudación descendió un 1,9 por ciento en el primer trimestre.

Zapatero ha tenido también la desfachatez de afirmar en el Congreso que existe una "mejora" del déficit, cuando lo cierto es que ha experimentado un aumento del 17,5% internanual. Eso, por no hablar de su patética apelación al incremento de las ventas de automóviles, ventas que, en realidad, se están financiando con el dinero del forzado contribuyente.

Ante este generalizado desastre, que la vicepresidenta Fernandez de la Vega tambien ha tenido la caradura de presentar como muestra de que "el Gobierno sabe hacer los deberes y los está haciendo bien", no hay que extrañarse de que los inversores, tanto nacionales como extranjeros, hayan perdido la poca confianza que les quedaba en este Ejecutivo, sin que medie en ello conspiración internacional alguna.

Así las cosas, el principal obstáculo para la recuperación se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Ya nadie puede albergar esperanza alguna de que el presidente de este Gobierno acometa lo que se ha negado a emprender durante todos estos años. De él sólo cabe esperar más y más mentiras.

Ante la mayor crisis económica que ha padecido España en su historia reciente, y ante una crisis nacional e institucional también sin precedentes, ya va siendo hora de que alguien le espete al presidente un "márchese señor Zapatero". España no se merece un Gobierno que la arruine y que le mienta.


Libertad Digital - Editorial