jueves, 29 de abril de 2010

Especulación y credibilidad

Sin caer en alarmismos ni exageraciones hiperbólicas, el hecho de que Standard&Poor’s haya rebajado un grado la solvencia de España hay que tomarlo con cierta cautela, pues ni esta agencia de calificación anda sobrada de fiabilidad tras el fiasco de Lehman Brothers, ni nuestro país está peor valorado que Italia o Bélgica.

Tal vez lo más negativo sean las consecuencias psicológicas del mensaje, que golpean directamente la credibilidad de nuestras finanzas en los mercados internacionales. Con unos circuitos financieros fuertemente recalentados y en el clima de crispación que viven los países comunitarios a cuenta de la hecatombe griega, que nuestro país pierda solvencia excita el apetito de los especuladores, pese a los esfuerzos realizados por el Gobierno para marcar distancias con respecto a Grecia y Portugal. Dicho de otro modo, a España se le terminó el periodo de gracia que la vicepresidenta Salgado y su número dos, José Manuel Campa, lograron con la gira internacional realizada en febrero por varios países europeos y Estados Unidos, incluyendo varios medios de comunicación. Parece que tampoco la activa presencia del presidente del Gobierno en los grandes diarios internacionales ha surtido el efecto deseado. En este sentido, la pérdida de «rating» supone un portillo abierto a los especuladores, verdaderos especialistas en detectar las debilidades de empresas o países en dificultades y en obtener a su costa cuatiosos beneficios inmediatos.

La crisis griega no se explica cabalmente sin las maniobras de esos tiburones financieros. Pero, ojo, ningún predador ataca a quien considera fuerte o inexpugnable. En este sentido, que se hayan fijado en España es un toque de atención al Gobierno y a la gestión de Elena Salgado, pues lejos de retener la confianza de los inversores internacionales con medidas y disposiciones eficientes, no ha sido capaz de cortar la hemorragia de los malos indicadores, entre ellos la duplicación del déficit en el primer trimestre del año, el constante aumento de la deuda y el récord histórico de la tasa de paro, que ha superado el 20%. Conviene distinguir, sin embargo, entre lo que es gestión del Gobierno y la musculatura de nuestra economía para salir de la recesión. Tiene razón Zapatero cuando afirma, como hizo ayer en el Congreso, que hay signos claros de reactivación económica, como el aumento de las exportaciones o el consumo de energía. Ciertamente, el tejido empresarial español da leves muestras de revitalización, aunque aún deba restañar muchos costurones. Pero no se puede decir lo mismo de la política de Salgado ni de su plan de estabilidad financiera, cuyas idas y venidas, enmiendas y remiendos lo han dejado sin credibilidad ni consistencia. Por tanto, o la vicepresidenta económica recupera la fiabilidad en las cuentas del Estado y leva a la práctica un recorte drástico del gasto no productivo, de manera que se cumplan las previsiones enviadas a Bruselas sobre el déficit, o los especuladores redoblarán sus ataques en las próximas semanas, con las indeseables consecuencias de todos conocidas. El mejor modo de ahuyentar a los tiburones es no darles carnaza ni cometer errores.

La Razón - Editorial

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