martes, 2 de febrero de 2010

A tontas y a locas. Por M. Martín Ferrand

TAN inescrutable resulta Mariano Rajoy que cuando dice que José Luis Rodríguez Zapatero hace anuncios «a tontas y a locas» no es fácil deducir si señala el desbarajuste presidencial, la falta de consistencia y rigor de su política, o es que sólo se dirige a las tontas y a locas, a las bobas, que puedan escucharle. No le cuadra esto último a quien ha hecho bandera de la paridad y en ella concentra los únicos logros objetivos de su Gobierno; pero, dado que el líder del PP es capaz de propiciar la fuga parlamentaria de su número dos en las últimas legislativas sin mover un dedo para impedirlo, no cabe una lectura cartesiana de sus dichos.

Rajoy, a semejanza de su principal antagonista político, ha ido alejando de su potencialidad electiva a los nombres con más posibilidad, dentro del PP, de oscurecer el suyo propio de cara a unos comicios. Las grandes figuras de la formación, las de mayor capacidad de convocatoria y arrastre popular -Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, María Dolores de Cospedal...- no son diputados y ello, después de la experiencia de Antonio Hernández Mancha, les inhabilita de facto para sustituirle al frente del partido. Buen cuidado tuvo Rajoy en que así fuese. Sólo quedaba en el Congreso un nombre, Manuel Pizarro, con el prestigio suficiente, la biografía conveniente y el arrastre necesario para, aunque fuera en caso de enfermedad, ocupar plaza de candidato con posibilidades y respetos para optar al juego de la alternancia. Pizarro ya no es un peligro para Rajoy. En el fondo, Rajoy tampoco lo es, hoy por hoy, para Zapatero y así todos contentos en la cumbre del Olimpo representativo (?) y parlamentario (!).

Rajoy, lejos de imponer en su casa el rigor que exigen las circunstancias, se ha entregado a la gracieta crítica. Para chascarrillos ya tiene el Gobierno monologuistas tan cualificados como Celestino Corbacho que, sin pestañear, es capaz de decirnos que la Seguridad Social «tiene una salud de hierro». El zapaterismo ya ha demostrado largamente, desde la deriva federal, su incompetencia para abordar los problemas económicos de la Nación y su incapacidad para abordar las políticas del Estado. No necesitamos más de lo mismo. Rajoy prescinde del talento, se refugia en la pequeñez y se queda en la ironía de segunda mano. Quizá debieran llamarle a capítulo los otros presidentes -el fundador y el honorífico- de su propio partido.


ABC - Opinión

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