viernes, 26 de febrero de 2010

Poca seriedad para empezar

La comisión para el pacto echa a andar dando tropiezos, pero aún no se ha caído

Con más pena que gloria, ayer echó a andar la comisión creada por el Gobierno para negociar con los partidos un pacto económico. Los prolegómenos han sido innecesariamente tensos, plagados de reproches mutuos y trufados de desconfianza, debido en parte a que los anfitriones no han sabido o no han querido ejercer como tales. En vez de facilitar un clima propicio al diálogo, los portavoces del Gobierno se han dedicado a calentar las horas previas con descalificaciones y juicios gratuitos, como si desearan que el PP no se sentara en la comisión. Tampoco ha ayudado lo más mínimo que el Gobierno retrasara hasta última hora el guión de la reunión y que su contenido fueran cuatro generalidades.

Si Zapatero desea de verdad llegar a acuerdos con la oposición, debería exigirle a su equipo más rigor, más responsabilidad y menos declaraciones extemporáneas. Es cierto que no se pueden pedir resultados desde el primer minuto, pero si el presidente quiere lograr en dos meses lo que no se ha hecho en dos años convendría que se tuvieran muy claros los objetivos y los métodos. Para empezar, la comisión no puede convertirse en una especie de concurso de ideas en el que cada partido compita por presentar la más ambiciosa. Tampoco puede derivar en un debate parlamentario en miniatura, pues para eso ya existe el Congreso. A tenor de lo manifestado ayer por PP y PSOE, no se trata de llegar a un pacto de Estado global, sino a acuerdos determinados que permitan sanear las arcas públicas, reactivar la actividad económica y crear empleo. Pero le corresponde al Gobierno fijar con exactitud, con nombres, apellidos y cantidades exactas las medidas a adoptar. En este punto, el equipo económico de Zapatero está obligado a hacer un serio ejercicio de coordinación y a no prolongar el lamentable espectáculo de propuestas contradictorias, como anunciar por la mañana la congelación salarial de los funcionarios y desmentirla por la tarde. Si la vicepresidenta Salgado es incapaz de transmitir claramente a sus colaboradores cuál es la política a seguir, díficilmente podrá persuadir a la oposición. Es imprescindible, por tanto, que el Gobierno defina las actuaciones concretas, que no serán populares ni amables ni fáciles de trasladar a la opinión pública porque exigirán sacrificios. Por eso mismo, no suscitarán la misma adhesión entre los partidos, pues cada cual tiene sus propias recetas y algunas son incompatibles. Por poner un ejemplo, en la reunión de ayer había dirigentes que proponían la subida de impuestos y otros, la bajada. Así que el Gobierno tendrá que elegir con quién quiere llegar a pactos específicos, si con el centro derecha que va del PP a CiU, o con la izquierda en la que se ha apoyado hasta ahora. Dicho de otro modo, Zapatero tendrá que elegir entre los mismos aliados que le han apoyado en una política económica que ha disparado el déficit y el paro, o dar un fuerte golpe de timón para enderezar el rumbo con el respaldo del principal partido de la oposición.

Tras la reunión introductoria de ayer, cuyo único mérito es que se llegara a celebrar, todo apunta a que el trabajo serio empezará la próxima semana, con la reunión bilateral entre la comisión que integran Salgado, Blanco y Sebastián y los portavoces del PP. Cabe esperar que Salgado la prepare mejor y descienda de los enunciados inanes a la letra pequeña de la cruda realidad. Ha pasado ya el tiempo de la retórica y de la argucia electorera. Se impone trabajar con seriedad y rigor. Y si no, que se suprima la comisión.


La Razón - Editorial

0 comentarios: