miércoles, 3 de febrero de 2010

¡A mí Gallardón!. Por José García Domínguez

Ya lo decía Ennio Flaiano: "Hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas". Pregúnteselo si no el sufrido camarada Utrera a su chico, Gallardón. Cría cuervos.

Parece que al padre político de Gallardón, el camarada José Utrera Molina, a la sazón ex secretario general del Movimiento, le da un subidón de bilirrubina siempre que otra gloria del fascio redentor resulta desposeída de algún olvidado laurel provincial. Y es que el camarada Utrera ha alcanzado esa edad en la que un hombre ya puede confesar con impunidad lo que piensa. Por eso, hace bien repudiando en los papeles el fariseísmo iconoclasta del hijo pródigo y sus pares. Ocurre, en fin, que al general Millán Astray, un militar no más bárbaro que la época que le tocó vivir, van a demolerle el monolito donde las palomas abonan el recuerdo de su paso por la Tierra. Hazaña libertaria que hermanará a otro concejo celtíbero con sus iguales, los talibanes que dinamitaron en su día las dos efigies de Buda en el valle de Bamiyán.


A uno la sobrevenida furia antifranquista de tantos alcaldes, concejales, plumillas, ganapanes, tertulianos y demás fauna menor del Ruedo Ibérico siempre le recuerda cierto pasaje de las Memorias de Cambó. Ése donde describe el ardor revolucionario con que la Ciudad Condal rindió póstumo homenaje a Durruti. Según don Francesc, las exequias constituyeron la mayor concentración de masas de la historia local, algo sólo equiparable al eufórico recibimiento con que Barcelona celebraría la llegada de los nacionales, apenas meses después. Un asunto que, a decir del líder de la Lliga, no encerraba ningún enigma: unos y otros, en realidad, eran los mismos.

De ahí, sin duda, que al pobre camarada Utrera, padre de la criatura al fin y al cabo, no le haya cabido ahora llamar en su auxilio a la Guardia Urbana de Madrid, que hubiera sido lo suyo. "Esta noche, antes de que cante Cobo, me negarás tres veces", se le ha oído aseverar en los salones de palacio. Por lo demás, el "¡Muera la inteligencia!" que berreó en célebre aquelarre salmantino aquel tullido ante Unamuno, igual podrían corearlo hoy sus legítimos albaceas intelectuales, esos concejales ofuscados en borrar la historia de España a golpe de piqueta municipal. Ya lo decía Ennio Flaiano: "Hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas". Pregúnteselo si no el sufrido camarada Utrera a su chico, Gallardón. Cría cuervos.


Libertad Digital - Opinión

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