jueves, 11 de febrero de 2010

Las verdades de José Blanco. Por Valent´Puig

EL ministro José Blanco suscribió con insistencia la tesis de una conjura bursátil contra el Gobierno de Zapatero. Han negado la conspiración la Asociación Española de Banca, la Confederación Española de Cajas de Ahorros y el secretario de Estado José Manuel Campa. ¿Es que Blanco protege mejor los intereses de España siendo tan ahorrativo con la verdad? Lo que parece es que protege los intereses del Gobierno, que en esta circunstancia resultan ser algo distintos a los de España. Más allá del lío, hay como para preguntarse si existen verdades de la política que -como las de José Blanco- tienen permiso para ser drásticamente inexactas con la verdad. Al ciudadano ecuánime le corresponde decidir a quién creer. Lo mediático presta sus efectos estereofónicos a la verdad menoscabada.

Algo parecido ocurre con la filosofía mediática. Es el caso Bernard-Henry Lévy, el nuevo filósofo francés que lleva años practicando los viejos trucos de la autopromoción. Acaba de publicar un ensayo, «De la guerra en la filosofía», donde cita el pensamiento de Jean-Baptiste Botul. Lo explica «Le Nouvel Observateur». Lo que ocurre es que Botul y su filosofía botulista son el invento desternillante de un periodista del tan travieso «Le Canard Enchaîné». Es cierto que muchos le tenían ganas a Bernard-Henry Lévy por sus continuas escenificaciones para convertirse en el intelectual del siglo, en un héroe con la mitomanía de Malraux y la ambición perversa de Sartre. Pero la cuestión es si no merece la picota un filósofo que traiciona a la verdad y en la embriaguez del narcisismo puede citar como verídico un filósofo que no existe. Sus admiradores replicarán que el nuevo-viejo filósofo ha sido víctima de una conjura, pero quien ha conspirado contra la verdad rigurosa es él y no «Le Canard Enchaîné».

En los últimos tiempos, la verdad tampoco es muy consistente y exacta en materia del apocalipsis climático, a la vez tan mediático. Por ejemplo: Rajendra K. Pachauri, el gran gurú del cambio climático y a la vez aspirante a la condición de pureza científica, está viendo puesta en duda la verdad de sus afirmaciones. Pachauri es otro caso de entronización mediática. Después de años de gloria inmaculada, le llegan acusaciones de descuido científico y de conflicto de intereses económicos. El «Herald Tribune» recordaba ayer los problemas de Pachauri para reafirmar sus criterios y forzar la tesis de que el planeta se está calentando por causa de la acción humana. En concreto, Pachauri habría sido ahorrativo con la verdad, como por ejemplo el ritmo de derretimiento de los glaciares del Himalaya.

Otro ejemplo: Grecia. Integrado en la Europa comunitaria con fórceps, en aquel bello país el Estado ha estado falsificando estadísticas para que la Unión Europea no penalizase el mayor desbarajuste económico de la eurozona. ¿Hasta qué punto pueden los gobernantes ser tan desleales con la verdad, incluso en sus cifras más terrenales? Así anda la Unión Europea intentado ver cómo rescata a Grecia sin grandes desembolsos y sin que el Fondo Monetario Internacional tenga que intervenir.
Eso no son verdades a medias. Son fraudes y falsedades, y para no culpar de todo a los políticos, el filósofo y el científico también son flagrantes. Fue en la Grecia antigua donde la humanidad aprendió uno de los grandes caminos de la verdad. Siglos más tarde, en el ágora que pisara Aristóteles, la verdad estadística es pisoteada en beneficio de la rapiña política del primer ministro Papandreu. Van en el séquito el filósofo Lévy, el científico Pachauri y el ministro Blanco.


ABC - Opinión

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