martes, 16 de febrero de 2010

La OTAN está en guerra. Por Tomás Cuesta

SALVO mejor criterio de la ministra de Defensa, la ofensiva de la OTAN en Afganistán tiene toda la pinta de ser una operación de guerra en la que se despachan tiros en lugar de tiritas y en la que los cañones sí tienen agujero. De los chistes de Gila («¿Está el enemigo? Que se ponga, si no es mucha molestia») a las tesis de Clausewitz («La guerra es la prolongación de la política a través de otros medios») se pasa en un suspiro: en el último suspiro, algunas veces. De ahí que la afición en general, curtida en el análisis de batallitas sobre el césped, exija conocer a qué jugamos en el escenario del Gran Juego. ¿Somos de los que atacan o de los que defienden? ¿Subimos a rematar los corner o nos quedamos en la cueva? ¿Acaso nuestra misión -de paz, naturalmente- es llevar el botijo y administrar el linimento? Averígüelo Vargas, porque Carme Chacón no sabe o no contesta. Mientras sea la OTAN la que reparte leña, los pésames impíos corren por su cuenta: Pío, pío, que yo no he sido. ¿Doce inocentes muertos de malas a primeras? Aquí se despide el duelo y si te he visto no me acuerdo.

La memoria es falaz, la amnesia selectiva y el olvido («Dicen que la distancia es el olvido...») es un tongo con aires de trolero. El domingo, la gala de los Goya no fue la quermese heroica de otros tiempos. No hubo nadie que se rompiera la camisa en nombre de las víctimas de la arrogancia del imperio. Las pegatinas de rigor no subieron al púlpito de los escotes más locuaces, ni aún de los más locuelos. El frufrú de la seda no pereció abrumado por el feroz estruendo de la mala conciencia y la sensiblería apalabrada no dejó traslucir el eco tartamudo de los lejanos tiroteos. La lejanía, sin embargo, cae tan cerca que recordar ofende y, cuando aprieta, asquea. ¿Qué se hizo del crepitar de las consignas? ¿Qué de los desafíos esparcidos a los cuatro vientos? ¿En qué ha quedado el pacifismo insomne expresado a través de un carnaval de violencia?

Aquella, por supuesto, era otra guerra. En lo que va de ayer a hoy las circunstancias han cambiado, el libreto es distinto y el enemigo diferente. Entonces se trataba de difamar a Aznar a cualquier precio y con cualquier pretexto a cambio de que, un día, en recompensa a sus desvelos, les entregasen en bandeja las llaves del pesebre. Del resto, allá películas, cual corresponde al gremio. A los que antaño patrullaban las aceras con el grito encendido y la pancarta enhiesta las guerrillas de Obama se la traen a la intemperie y el ensordecedor silencio de Rodríguez Zapatero, en lugar de inquietarles, les acolcha el sueño. Sin novedad, así pues, sobre la alfombra verde. Pío, pío, que yo no he sido, reza la piadosa cantinela. La culpa es la OTAN, desertemos de nuevo antes de que Al Qaeda se mosquee. ¿Y traicionar a la ONU? Ni hablar del peluquín: de no ser por la ONU ni siquiera sabríamos que somos de los nuestros.

O sea que estamos donde estábamos: metidos de hoz y coz en una condenada guerra en la que se mata y en la que se muere, aunque, eso sí, limpiamente. Nada de cabezazos alevosos, ni puntapiés en la entrepierna, ni mordiscos en la oreja. Ni víctimas civiles, como mandan los cánones y la ONU nos enseña.


ABC - Opinión

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