viernes, 19 de febrero de 2010

Blanco, de «Pepiño» a «Don José». Por Mario S. Guillén & Erika Montañés

Cuando inició su carrera política en su Galicia natal no parecía que el ministro fuera a destacar.

Azote de controladores, buscador de acuerdos y favorito del presidente.

«¿Será usted, Don José Blanco, el próximo vicepresidente primero del Gobierno?». «Especular ahora con estas cosas me parece divertidísimo para los periodistas, pero muy incómodo para los que tenemos una tarea política y que lo único que nos preocupa es responder adecuadamente al trabajo que nos ha encomendado el presidente del Gobierno. Esas cosas no responden al deseo de nadie. Responden únicamente a la decisión de quien tiene que conformar un gobierno. No tengo ninguna aspiración distinta a cumplir con el trabajo que estoy desempeñando. No me planteo ningún reto más que hacer las cosas bien».

Es la última vez que a José Blanco, el vicesecretario general del PSOE, a la sazón «número dos» del partido, ha tenido que contestar a lo que ya va mutando de un mero rumor a una probabilidad más que certera para suceder a Rodríguez Zapatero como candidato a las elecciones de 2012. El primer paso sería medrar a la Vicepresidencia primera, y el siguiente escalón estaría casi servido para un político que comenzó siendo concejal y portavoz del PSOE en la localidad de la que es oriundo, Palas de Rey, en Lugo. Ya van más de dos décadas intentando quitar la alcaldía de Palas de Rey al PP.

El directo interrogante se lo trasladó ayer el periodista Carlos Herrera al ministro de Fomento durante una entrevista matutina en Onda Cero, y el repaso a la trayectoria imparable de este gallego estaba justificada la mañana en la que periódicos como ABC publicaban que hasta el propio ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, había hablado a las claras en los pasillos del Congreso: «El futuro es Pepe Blanco», le dijo Corbacho a Blanco tras conocer que en la nueva comisión negociadora anticrisis del Gobierno, Zapatero había dejado fuera a dos joyas de la corona: su «mano derecha» en el Ejecutivo y portavoz María Teresa Fernández de la Vega y el propio titular de Trabajo.

Segundo interrogante en la misma entrevista: ¿el futuro entonces es José Blanco? «Los mismos que ahora hablan de Pepe Blanco de forma elogiosa, hasta hace poco tiempo hablaban de "Pepiño" de forma despectiva. Ni me he creído lo primero ni me creo lo segundo». Y completó con otra frase gloriosa: «Son las paradojas de la vida política».

Se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago, pero sólo cursó el primer curso y abandonó.

Esas mismas paradojas reconocen su propia carrera política. Este concejal de una diminuta población entre 1991 y 1999, no ha llegado a ser nunca profeta en su tierra. No en vano, lleva más de dos décadas intentando arrebatar un puñado de votos al popular Fernando Pensado, y lo mismo volvió a ocurrir en las últimas elecciones municipales de 2007. «O Bruxo de Palas», como se apodó a «Pepiño» en su pueblo de manera esotérica, falló con su bola de cristal y no acertó en la quiniela de que el PSOE desbancaría al PP del Consistorio. Pero, como inconformista natural que es, disparó hacia otro lado.

Siendo uno de los pocos políticos que hoy por hoy y estando en primera línea de batalla no ha llegado a completar una carrera universitaria -de hecho, se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago, pero sólo cursó el primer año y abandonó-, su compromiso político se mantuvo inquebrantable y pasó de secretario general de las Juventudes Socialistas de Galicia, a presidente del Consejo de la Juventud gallega. Llegó posteriormente a la Ejecutiva del PSdeG-PSOE y consiguió la Secretaría General del partido en Lugo.

En las elecciones generales de 1989 fue elegido senador, posteriormente fue edil, coordinó el aterrizaje de Emilio Pérez Touriño a la Secretaría General del PSOE de Galicia en 1998 y, desde que el otrora alcalde de Vigo, Ventura Pérez Mariño, le puso en contacto con Rodríguez Zapatero, a Pepe Blanco se le iluminó el camino. Su mayor éxito político fue encumbrar al propio Zapatero, como parte del grupo Nueva Vía capitaneado por Jesús Caldera, Trinidad Jiménez o Juan Fernando López Aguilar.

Sus peores momentos: cuando repartía estopa todos los lunes.
El resto de la historia ya nos suena a todos: como hombre de confianza del secretario general, fue nombrado Secretario de Organización de la Ejecutiva federal del partido, puesto que ocupó entre 2000 y 2008. Ejerciendo de portavoz de Ferraz durante este tiempo, se dedicó a salir los lunes, tras la reunión de la Ejecutiva socialista, a repartir estopa contra el PP, a denostar a Aznar, primero y Rajoy, después, y sembró mucha discordia con su tono siempre duro entre los ciudadanos. Su popularidad cayó en picado. Así se demostraba en cada encuesta. Y es a esa época a la que se remite Blanco para hablar de sus peores momentos en política.

«Pepiño» comenzó su operación «lavado de imagen» en 2008, cuando fue nombrado vicesecretario general del PSOE como Alfonso Guerra
Todo cambió en 2008. Ahí comenzó la operación «lavado de imagen» y el ascenso meteórico, que pocos políticos han podido completar como él. En el XXXVII Congreso del PSOE (2008), Blanco fue nombrado vicesecretario general del PSOE, un puesto que sólo había ocupado anteriormente Alfonso Guerra, señal de la verdadera influencia que tiene Blanco en el partido. Fue el hombre elegido, además, para restañar heridas abiertas en el partido en Navarra y en su tierra, Galicia, una determinación que ha llevado a algunos a pensar que su futuro sería sustituir al secretario gallego Manuel Vázquez, que está de paso, para rebatir a Núñez Feijóo la Presidencia de la Xunta en los próximos comicios autonómicos.


Pero la progresión de Blanco está en la capital. Su nombramiento como ministro de Fomento el 7 de abril de 2009, dentro de una profunda remodelación del Gobierno, así lo demuestra. Blanco fue el hombre escogido para el departamento clave, el de la alta velocidad, las infraestructuras y los éxitos de popularidad, eliminando definitivamente a un elemento «discordante», Magdalena Álvarez. Nadie duda de que si la malagueña continuase siendo titular de Fomento, no estaría hoy en la comisión de Zapatero, en el sanedrín y núcleo de pesos pesados del Gobierno que pretende encauzar la salida de la crisis.


Su nombramiento como ministro de Fomento sorprendió a todo el mundo. Era tal el desgaste que había sufrido como secretario de Organización del Partido Socialista que nadie pensaba que José Blanco López fuera a estar a la altura de una cartera tan importante. A diferencia de su antecesora, Magdalena Álvarez, que había estudiado Empresariales, o de otros ministros de Fomento como Álvarez Cascos (ingeniero de Caminos, Canales y Puertos), Blanco no tenía formación universitaria ni fama de ser una persona preparada.

Sin embargo, el político gallego supo aprovechar la oportunidad que Zapatero le brindaba y coger por los cuernos el toro del Ministerio que más invierte, Fomento, un brazo armado del Estado de primer nivel y cuya labor es imprescindible en tiempos de crisis. Desde el primer momento supo ponerse a la clase empresarial a su favor prometiendo ambiciosos planes de inversión en infraestructuras (unos planes que ahora quedan en entredicho) para los cuales propuso un novedoso modelo de financiación público-privada que ya se ha utilizado con éxito en otros países. Pero Blanco sabía que el dinero no caía de los árboles y sus planes encontraron desde el primer momento el total apoyo del sector, ávido de inversiones públicas que le garantizaran flujo de caja.

Su batalla contra los controladores ha sido vista por la mayoría de los ciudadanos como justa.

Blanco demostró desde el primer día que el pragmatismo iba a ser su principal valor como ministro, recordando cosas como la importancia de que todas las administraciones públicas trabajaran juntas a la hora de realizar conexiones de infraestructuras (es decir que las inversiones se hicieran teniendo en cuenta dónde son más necesarias para la conexión del Estado), algo de sentido común pero no excesivamente repetido en los tiempos de bonanza.

Pero el gran respaldo de Blanco ha venido con el tema controladores. Su batalla contra unos profesionales que cobran de media 200.000 euros anuales ha sido vista como justa por la gran mayoría de los ciudadanos, y su «decretazo» a través del cual interviene la actividad de estos profesionales es una muestra de mano dura inédita hasta ahora en el Gobierno. Blanco justifica la intervención a los controladores en que son los menos productivos de Europa y que encarecen, por tanto, la navegación aérea en un país donde el turismo es un motor imprescindible.

Pero además, el ministro se ha destacado por, a pesar de no tener formación específica, ser el portavoz oficioso del Gobierno cuando se trata de medidas económicas. Él anunció que el Gobierno subiría los impuestos y también que se preveía retrasar la edad de jubilación a los 67 años. También fue don José Blanco el que primero mencionó «un ataque contra el euro y maniobras turbias», en una tendencia que desde el extranjero se tildó de «paranoica». De nuevo Blanco en el centro de la estrategia de comunicación económica del Gobierno.

Muchos critican que sea precisamente él quien haga estos anuncios tan importantes, pero hay que pensar que si Zapatero delega en él estas responsabilidades es por algo. «El futuro es Pepe Blanco». Y si se piensa que, por ejemplo, las próximas reuniones de la comisión que buscará llegar a acuerdos económicos se realizarán en Fomento, la casa de Blanco, parece que no vamos desencaminados.


ABC: Blanco, de Pepiño ..... a «Don José»

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