sábado, 27 de febrero de 2010

Una munarquía mantenida por PP y PSOE

Todos los partidos políticos codiciaban a UM porque sólo ansiaban detentar el poder por el poder. Olvidaron sus principios y taparon los escándalos de UM: Munar y los suyos utilizaron sus escaños como moneda de cambio.

Hay personas que no han hecho en su vida nada más que estar en política y que, por tanto, han convertido al control de las Administraciones Públicas en su medio básico de supervivencia. Zapatero es un ejemplo claro, pero ni mucho menos excepcional. España está plagada de políticos profesionales que terminan convirtiéndose en una clase de nueva aristocracia poco interesada en servir al ciudadano y mucho más en someterlo.

María Antonia Munar es otro de esos peligrosos especímenes que pueblan nuestro país y, precisamente por ello, a nadie debería extrañarle su caciquil trayectoria política. Desde los 24 años, cuando accedió a la alcaldía de Costitx, Munar no ha dejado de manejar los hilos del poder en Baleares. En 1990 fue nombrada consellera de Cultura por el popular Gabriel Canellas hasta que, dos años más tarde, fue expulsada para pasar a presidir Unió Mallorquina (UM).


A partir de 1995, UM se apoyó en todas las fuerzas políticas que necesitara para presidir el Consell Insular de Baleares y en 1999 integró ese Pacte de Progrés que constituyó un hexapartido para desalojar al PP de Matas del Gobierno. Todo el arco parlamentario –desde la extrema derecha a la extrema izquierda– se unió contra el PP en un claro antecedente del Pacte del Tinell y del cordón sanitario.

Antich no dudó en mimar tanto como fuera necesario al partido de Munar para continuar ocupando la presidencia de Baleares y Munar y Unió Mallorquina actuaron en consecuencia. Sobradamente conocidas eran en Baleares las prácticas de dudosa legalidad del partido de Munar; allí donde surgían sospechas de corrupción, siempre aparecían más tarde o más temprano las siglas de UM.

Sin embargo, Munar no fue sólo una compañera de viaje deseada por los socialistas; también el PP de Matas, en las elecciones de 2003, sedujo a UM para, a cambio de entregarle todavía más poder en el Consell Insular, lograr su apoyo parlamentario. Y ello pese a que Matas contaba con mayoría absoluta en 2003 para poder gobernar en solitario y sin concesiones inaceptables.

Este nuevo idilio entre PP y UM empezó a romperse, sin embargo, cuando el alcalde de Calvià, Carlos Delgado, se opuso de manera ejemplar a una recalificación de terrenos que habría beneficiado al entorno de UM. Pese a que Matas presionó a Delgado para que cediera a las exigencias de UM, el alcalde de Calvià y hoy candidato a la presidencia del PP balear se mantuvo firme y rechazó cualquier componenda con UM, tuviera el coste político que tuviera.

Así, en 2007 Munar volvió a los brazos del Pacte de Progrés –que para algo eran los mejores postores– con el fin de continuar controlando los resortes del poder insular en beneficio propio. Durante este gris período en el que UM continuó con sus corruptelas, no faltaron intentos por parte del PP de Estaràs –y, de nuevo, con la total oposición de Delgado– de acercar posturas con UM para recuperar el Gobierno balear.

Todos los partidos políticos codiciaban a UM porque sólo ansiaban detentar el poder por el poder. Olvidaron sus principios y taparon los escándalos de UM: pura y simplemente, Munar y los suyos utilizaron sus escaños como moneda de cambio y el resto de partidos baleares se sumaron gustosos a ese obsceno tráfico de votos.

Del PSOE, quien sólo rompió con UM cuando los recientes casos de corrupción ya eran imposibles de ocultar, no cabe esperar mucho más. Del PP catalanista de Baleares, por desgracia, tampoco. El próximo 6 de marzo el candidato oficialista de Rajoy y heredero de esta corriente popular que convirtió a Munar en la princesa de Baleares, José Ramón Bauzá, se enfrentará a quien desde un comienzo se opuso a este proceso de degeneración y renuncia a los valores, Carlos Delgado. Los militantes deberían saber a qué atenerse.


Libertad Digital - Editorial

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