domingo, 28 de febrero de 2010

Ironía y broma. Por Alfonso Ussía

Ha dicho Rajoy que pactar con Zapatero sería traicionar a los españoles.

Demasiado solemne. A los españoles se les traiciona tomándose en serio a Zapatero. Me lo pregunta Antonio Mingote todos los lunes. ¿Y Rajoy, por qué no se ríe de Zapatero en lugar de darle importancia? Le sobra razón al genio aragonés. Rajoy, que en privado tiene un humor sutil y gallego –Wenceslao, Camba, Cunqueiro, Cela, Castroviejo y Alvite, entre otros–, en público se transforma y se muestra casi siempre enfadado. Las encuestas le conceden una clara ventaja sobre el PSOE, pero creo que aún sería mayor si los españoles interpretaran a un Rajoy serio ante lo fundamental y cachondo con las majaderías del Gobierno. Para ello, tiene que remodelar su equipo de comunicación y portavocía, porque María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría no presentan, entre sus muchas virtudes, la del exquisito sentido del humor.

Si Rajoy, un día cualquiera, aprovechara el tiempo reglamentado en el Parlamento para recordar, fuera de ideas y principios, todas las gamberradas, tontadas, bobadas y gansadas que ha dicho o hecho Zapatero en los últimos años, sería sacado a hombros del Palacio del Congreso. Lo que no puede hacer es responder a una sandez de Zapatero con aleccionadora y severa contundencia. Ello le lleva a compartir su misma altura intelectual, que en Zapatero es de vuelo rasante, o como escribió Miguel Hernández en su elegía a Ramón Sijé, de primer andamio de las flores. No hace bien Rajoy enfadándose tanto con un cenutrio cultural y político. Dedíquele sonrisas. Aplíquele palmaditas en la espalda cuando se vean. Deséele suerte en sus intervenciones. Pero no se lo tome en serio, que es el único objetivo de Zapatero si exceptuamos la pulverización de España. O la sonrisa o la valentía clara y sin matices, como la del académico Arturo Pérez-Reverte, al hablar de la Ley de la Memoria Histórica: «Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. España es un país gozosamente inculto, deliberadamente inculto, y con gente así, hacer esa Ley de Memoria Histórica es ponerle una pistola en la mano». Todo dicho en muy pocas palabras y con suficiente sencillez para que sea entendido y asimilado por cualquiera. Y si un día Zapatero dice que tal, la vicepresidenta primera que cual, la segunda que tal cual, y el portavoz Alonso que podría ser tal, cual y tal cual, Rajoy no acierta si comenta con severidad tan repetido cachondeo. Con decir «hoy no estoy para chistes», le basta y le sobra.

El gran fallo, la principal asignatura pendiente del Partido Popular, es su nefasta falta de dominio en el oficio de la comunicación, que en los tiempos que corren se me antoja fundamental. Hay que sonreír más, hay que decir más cosas con menos palabras y mejor elegidas, hay que demostrar sentido del humor y vestir la severidad de ironía. Para ello, hay que colocar frente a la opinión pública a gente tan preparada como flexible, tan culta como irónica. La excesiva pasión por la militancia elimina el sentido común y el sentido del humor. Se ponen en el PP muy serios con las chorradas de Zapatero. Y responder con seriedad a las chorradas es una chorrada mayor. Más humor y menos regaños.


La Razón - Opinión

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