jueves, 28 de enero de 2010

El sucesor del sucesor. Por Valentí Puig

SOMOS el país de los sucesores. Después de buscarle sucesor a Mariano Rajoy durante meses, ahora se le busca a Zapatero. La sucesión de Zapatero no está hoy por hoy en el menú, aunque eso distrae. Como designación del poder último en los partidos políticos, no es nuevo comparar sucesiones ordenadas y teledirigidas con sucesiones espontáneas e imprevisibles. En general, quien empuña la daga, ya no tendrá opción a encarnar el poder. Véase el asesinato y sustitución de Julio César, a poder ser contado por Shakespeare.

Derrotadas las tropas de Napoleón, a Fernando VII no le place el constitucionalismo gaditano y hace preceder su entrada en Madrid por proclamas absolutistas. De entonces es el tan célebre «Manifiesto de los persas». Los absolutistas decían: «Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento del Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles al monarca sucesor». Indudablemente, incluso los políticos absolutistas escribían mejor que los de ahora. En cuanto a sucesiones, ya se sabía mucho, por lo mínimo desde los persas.

Desde el final del régimen de Franco hasta hoy, la sucesión en el liderato de los partidos contempla páginas de una cierta agitación. En la UCD que pilotó los gobiernos de la transición, fue bajo presiones de la naturaleza más heterogénea que Adolfo Suárez anunció su dimisión al Rey en enero de 1981. El sucesor sería Leopoldo Calvo Sotelo, no sin que el congreso de la UCD en Palma de Mallorca fuese un cúmulo de turbulencias. En la votación de investidura de Calvo Sotelo, Tejero irrumpió a tiros en el hemiciclo. UCD ingresa en un proceso de deterioro irreversible. En las elecciones generales de 1982, el candidato es Landelino Lavilla. El PSOE de Felipe González llega al poder.

El paso de lo que era la Alianza Popular de Fraga al PP fue muy accidentado, con sucesivos cambios nominales y de liderato. Como Coalición Popular, en 1987, elige la candidatura de Hernández Mancha frente a la de Herrero de Miñón. Vuelve Fraga para solventar la crisis permanente y se crea el Partido Popular. Fraga reasume el poder en el partido. En 1990, a propuesta suya, Aznar le sustituye en la presidencia del PP, ya refundado. Gobierna España el PP de 1996 a 2004. A finales de su segundo mandato, Aznar hace el anuncio de que no volverá a presentarse. Finalmente, su propuesta de sucesor es Mariano Rajoy, quien, como candidato, es derrotado por el candidato socialista Rodríguez Zapatero, a muy poco del atentado del 11-M. Han sido variados los intentos internos por erosionar el liderato de Rajoy, aunque en estos momentos parece finalmente afianzado de cara a las elecciones generales de 2012.

Aquel Rodríguez Zapatero que devolvió al PSOE los atributos de La Moncloa era en no poca medida el resultado de una larga crisis del socialismo español, desde la retirada de Felipe González e incluso antes. Factores como la corrupción y el GAL llevaron a la derrota electoral del PSOE en 1996 después de una prolongada etapa de poder felipista. González se aparta. Comienza un paréntesis que dura nada menos que cuatro años. Almunia queda al frente del PSOE, con el interludio de José Borrell, hasta la victoria aznarista del 2000. Es entonces cuando un Rodríguez Zapatero poco conocido opta a la secretaría general del PSOE y gana por un exiguo margen frente a José Bono. No hace falta decir que la política es un oficio muy cruel. También lo será para el sucesor y para el sucesor del sucesor.


ABC - Opinión

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