domingo, 8 de noviembre de 2009

La realidad abofetea a Obama

Lo ocurrido en noviembre de 2008, lejos de constituir el otorgamiento de una carta blanca a Obama para transformar radicalmente la sociedad norteamericana, ha resultado ser una anomalía histórica que sus ciudadanos están decididos a corregir.

El resultado de las elecciones estatales y locales realizadas esta semana en zonas muy sensibles de los Estados Unidos de América, ha sido todo un jarro de agua fría para la izquierda norteamericana en general y para el Partido Demócrata en particular. Si con la elección de Obama en 2008 los referentes mediáticos del progresismo norteamericano dieron por muerto al Partido Conservador, las victorias republicanas en Virginia y Nueva Jersey han devuelto a la realidad a los que pensaron que la “nueva refundación de América”, impulsada por el nuevo presidente en clave socialista, era un camino sin retorno.


Los estadounidenses han despertado del estado de somnolencia política provocado por un candidato que llegó al poder sin otro bagaje que sus apelaciones a conceptos metafísicos y un lenguaje grandilocuente al que los votantes, desencantados con Bush, hartos de la guerra y en medio de una grave recesión económica, dieron su apoyo, y más cuando la alternativa era un candidato republicano tan poco atractivo como John McCain.

Una vez en el Gobierno, Obama ha mostrado al pueblo norteamericano que, por debajo de esa hojarasca verbal aparentemente inocua, existe una agenda política radical y una disposición firme a llevarla a cabo para transformar la sociedad según el patrón clásico del socialismo. El resultado, en un país que, en líneas generales se mantiene apegado a los viejos principios liberal-conservadores, no podía ser otro que un descenso de popularidad del presidente en tan sólo un año. Mayor incluso que el que experimentó Jimmy Carter en su día, plusmarca no batida durante décadas hasta la llegada de Obama.

El estado de Virginia, en manos de los demócratas desde hace ocho años, vuelve a ser republicano, al igual que Nueva Jersey, esta vez un estado profundamente demócrata, donde también ha sido derrotado su candidato por una amplia diferencia. El resultado de estas dos elecciones es más significativo si se tienen en cuenta los esfuerzos del propio Obama, que no ha dudado en hacer campaña directamente, mientras los candidatos demócratas intentaban zafarse de la imagen presidencial para no dañar sus expectativas electorales en un esfuerzo que finalmente se ha revelado inútil.

Las manifestaciones que han recorrido todo el país en contra de las nuevas medidas socialistas de Obama, motejadas como algaradas minoritarias organizadas por ultraconservadores, no eran, pues, más que la epidermis de una crisis de confianza en el nuevo presidente que los resultados de las primeras elecciones llevadas a cabo bajo su mandato han situado en su justo término.

Lo ocurrido en noviembre de 2008, lejos de constituir el otorgamiento de una carta blanca a Obama para transformar radicalmente la sociedad norteamericana, ha resultado ser una anomalía histórica que sus ciudadanos están decididos a corregir antes de que sea demasiado tarde. Es muy pronto para valorar las consecuencias políticas de este fuerte varapalo electoral a Obama, pero todo parece indicar que Norteamérica no está dispuesta a convertirse en otro laboratorio de experimentos socialistas. Para eso ya está Europa y debería ser más que suficiente.

Libertad Digital - Editorial

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