
JOSÉ Montilla, cordobés de cuna, se ha adaptado de tal manera a lo condición que marca su residencia que bien pudiera ser uno de los personajes de Mariona Rebull, el retrato literario que le hizo Ignacio Agustí a la burguesía catalana. Montilla domina el arte del disimulo, elemento esencial de eso que llaman seny, algo más típico que la barretina y mucho más cercano a la cautela táctica que a la sabiduría estratégica.
Ahora, cuando Cataluña vive la vergüenza de un alud de episodios de corrupción que salpica a todos los partidos catalanes, tanto más cuanto mayor sea su grado de independentismo, el president de la Generalitat les pide colaboración a los empresarios del lugar para que la transparencia sea el eje de las relaciones ente el poder político y el económico. «Ni personas corruptas, ni personas que corrompan», ha dicho en alarde de mandanga y con cínico desparpajo el líder del PSC.
Ahora, cuando Cataluña vive la vergüenza de un alud de episodios de corrupción que salpica a todos los partidos catalanes, tanto más cuanto mayor sea su grado de independentismo, el president de la Generalitat les pide colaboración a los empresarios del lugar para que la transparencia sea el eje de las relaciones ente el poder político y el económico. «Ni personas corruptas, ni personas que corrompan», ha dicho en alarde de mandanga y con cínico desparpajo el líder del PSC.
Tiene razón el también cordobés Gervasio Sánchez, el colega curtido en mil guerras -de Angola a Irak pasando por Bosnia o Camboya- que acaba de merecer el Premio Nacional de Fotografía del año 2009, cuando asegura que «es más peligroso el periodismo local» que el que entendemos por aventurero.
Los líderes autonómicos y municipales manejan armas que pueden agostar la cuenta de explotación de los medios próximos y condenar al ostracismo a sus redactores más díscolos o menos integrados y complacientes. Algunas de esas armas son imbatibles y demoledoras.
En Cataluña, a un líder catalanista le basta con envolverse en la senyera para resultar invulnerable, por certeros, precisos y veraces que sean, a los dardos críticos que se le puedan lanzar. Lo descubrió Jordi Pujol cuando fue acusado de falsedad y apropiación indebida como gestor de Banca Catalana y el método sigue en vigor.
Es como si un pacto entre los partidos, de espaldas a la sociedad, hubiera dispuesto la instalación de una red de burladeros cuatribarrados por todo el territorio para que se puedan refugiar en ellos los notables en apuros. Un hijo de Lluis Prenafeta, el ex secretario general de la Presidencia de la Generalitat ahora detenido con Macià Alavedra, ya ha salido al redondel para gritar que la actuación judicial que ha encarcelado a su padre es un ataque a Cataluña. Ya están las «víctimas» tras el burladero. Sólo falta señalar, en la línea marcada por Montilla, a sus presuntos corruptores.
Los líderes autonómicos y municipales manejan armas que pueden agostar la cuenta de explotación de los medios próximos y condenar al ostracismo a sus redactores más díscolos o menos integrados y complacientes. Algunas de esas armas son imbatibles y demoledoras.
En Cataluña, a un líder catalanista le basta con envolverse en la senyera para resultar invulnerable, por certeros, precisos y veraces que sean, a los dardos críticos que se le puedan lanzar. Lo descubrió Jordi Pujol cuando fue acusado de falsedad y apropiación indebida como gestor de Banca Catalana y el método sigue en vigor.
Es como si un pacto entre los partidos, de espaldas a la sociedad, hubiera dispuesto la instalación de una red de burladeros cuatribarrados por todo el territorio para que se puedan refugiar en ellos los notables en apuros. Un hijo de Lluis Prenafeta, el ex secretario general de la Presidencia de la Generalitat ahora detenido con Macià Alavedra, ya ha salido al redondel para gritar que la actuación judicial que ha encarcelado a su padre es un ataque a Cataluña. Ya están las «víctimas» tras el burladero. Sólo falta señalar, en la línea marcada por Montilla, a sus presuntos corruptores.
ABC - Opinión
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