miércoles, 8 de julio de 2009

Las consecuencias de no decir la verdad. Por Pablo Molina

España sigue siendo diferente. Si te regalan cuatro trajes vas a juicio, en cambio si regalas tú una televisión en abierto a los amigos o diez millonazos a la empresa de tu hija ganas las elecciones.

Si todos los altos cargos que han aceptado alguna vez un regalo dimitieran nos quedábamos sin clase política, algo muy higiénico por otra parte dada la calidad de nuestros profesionales de la cosa pública. Pero no serviría de mucho, porque es dudoso que los sustitutos rompieran con la más arraigada tradición de nuestra democracia, en la que la única forma de hacer negocios con la administración es "llevarse bien" con el poderoso.


Lo que llama la atención en el caso de Francisco Camps es que haya sido tan ingenuo como para provocar él mismo la decisión del tribunal de llevarlo ante un jurado popular. El presidente de la Generalidad Valenciana no dijo la verdad cuando fue interrogado por la autoridad judicial, y ningún juez acepta de buen grado que le mientan a la cara. Camps ha sostenido todo este tiempo que él personalmente pagó los famosos trajes de corte italiano, pero hasta la fecha no ha podido demostrarlo. Al contrario, las evidencias recogidas en el sumario indican que jamás lo hizo. Si le hubiera dicho al juez "mire, Señoría, estos trajes me los regalaron, sí, pero esta mañana los he pagado (aquí tiene el recibo) y he ordenado al comercio que devuelva el importe a quien fuera que los pagase, que por cierto no sé quién pudo ser". Todo se hubiera saldado con una multa y Camps se habría dado un baño de multitudes a las puertas del juzgado, con miles de votantes emocionados y agradecidos al primer político de la Historia de España que reconoce un trinque y, además, lo devuelve. Coste económico siete mil euros incluyendo la multa; coste político cero.

Pero como ningún partido político admite que en sus filas haya personajes "regalados", es difícil que el PP, en última instancia una maquinaria de votos como el resto de formaciones, le hubiera permitido semejante acto de honestidad que hubiera evitado el pequeño calvario al que ahora se enfrenta su líder valenciano. Y además con estas temperaturas, bajo las cuales ni la más fina seda italiana te evita el sofocón.

En todo caso, lo más interesante de este asunto es que no se ha producido un trato de favor a cambio del regalo, como el mismo juez reconoce en el auto, por lo que no ha habido cohecho activo ni, en consecuencia, perjuicio para los contribuyentes. Por eso sorprende que en otros casos en los que las arcas públicas sí han sido saqueadas, las fiscalías sean tan remolonas y los jueces tan pacatos. España sigue siendo diferente. Si te regalan cuatro trajes vas a juicio, en cambio si regalas tú una televisión en abierto a los amigos o diez millonazos a la empresa de tu hija ganas las elecciones. Cosas de nuestro hecho diferencial, qué le vamos a hacer.

Libertad digital - Opinión

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