Lo cierto es que echo de menos críticas más de fondo procedentes del partido gobernante. Una petición, desde dentro del partido, de cambio de rumbo. Una autocrítica más sistemática. La duda: quizá nos estemos equivocando.
Zapatero, cansado y ojeroso, mantiene el tipo, a base de sostenella y no enmendalla. No así otros, como su vicepresidente Manuel Chaves, que este miércoles aguantó malencarado el aluvión de ataques que se le vino encima en la sesión de control parlamentario al Gobierno. Quizá el ex presidente de la Junta andaluza, que es un hombre honesto y se indigna con facilidad cuando esta cualidad se le cuestiona, se haya convertido en el eslabón más débil de la cadena. Y, sin duda, está maldiciendo ya el día en el que se le ocurrió "dar el salto" a Madrid, plaza difícil donde no todos los diestros, y menos sus cuadrillas, torean como en casa.
Una posible recuperación del timón de mando está, en todo caso, exclusivamente en las manos de Zapatero. Temo que no ha entendido, por lo que hemos visto hasta el momento, el mensaje de las urnas, que reclama cambios, un lenguaje nuevo, ideas más frescas. Todo, menos "más de lo mismo". Dicen que los dioses, cuando quieren perder a alguien, primero lo ciegan; no hay cosa peor que, sabiendo que retienes un caudal de popularidad, equivocarte en la cuantía e importancia de ese caudal. Y ZP, que llegó midiendo bastante bien los tiempos y las intensidades, está empezando a equivocarse, a ensoberbecerse; aún tiene tiempo, me parece, para reparar los boquetes, pero ese tiempo no es mucho.
Periodista Digital - Opinión
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