La puesta en escena de este acto es preocupante en la medida en que antepone el interés mediático del Ministerio de Defensa al tratamiento responsable de un parte de novedades procedente de una zona conflictiva, donde fueron asesinados seis soldados españoles y donde menos conviene que nuestras tropas tengan la mala publicidad de estas confusiones. La posterior rectificación forzosa enviada por el general Prieto no aminora la gravedad de lo sucedido, bien porque se trata de un gesto in extremis para salvar la cara del Ministerio de Defensa, bien porque conlleva la desautorización de un alto mando militar. En general, suelen ser más fiables las manifestaciones iniciales, por su espontaneidad, y hechas con la sinceridad que corresponde a un trámite tan importante en el ámbito castrense como es el parte de novedades. No parece que sea una buena aportación a la misión española la revelación de que existe una operación contra espías israelíes, con participación o sin ella de nuestras tropas. Aunque si ha sido con participación de militares españoles, habría que preguntarse si para esto está el destacamento español y si así se genera confianza en los bandos enfrentados en el Líbano.
Empieza a ser urgente una reflexión en el Ministerio de Defensa -además de la encomiable petición de disculpas de Carme Chacón- sobre estos episodios de publicidad informativa sin control político ni valoración de sus consecuencias. Un ministerio de esta importancia no debe confundir sus prioridades. No es una factoría de propaganda para el Gobierno, sino el gestor de la política de seguridad colectiva de España con sus aliados y con Naciones Unidas. Aunque estuviera animada, y no hay por qué dudarlo, por la mejor de las intenciones de transparencia e información, el fiasco de la videoconferencia con el Líbano debe ser el último. Por encima de la política de escaparate está el respeto a la misión de las tropas españolas y a la imagen de nuestro país en el exterior.
ABC - Editorial
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