miércoles, 3 de junio de 2009

GM, FINAL DE TRAYECTO. Por M. Martín Ferrand

AUNQUE sea como consecuencia de algo no deseado, no deja de resultar inquietante el hecho de que General Motors, una de las mayores empresas del mundo y de los EE.UU. -algo que ya no es redundante-, haya suspendido pagos y pase a ser, diz que provisionalmente, una empresa pública. Como Lehman Brothers, Washington Mutual, World Com y otros cuantos gigantes que, tras haber sido cumbre y éxito de capitalismo, han devenido en símbolo del final de una era y unos modos de gestión. Algunos recordarán cómo, hace veinte años, se vino abajo el Muro de Berlín. Todos coincidimos en entenderlo como el final de la Guerra Fría y, sobre todo, de un largo periodo histórico bipolar. Parecía, y fue, el gran fracaso del socialismo real y todas sus monsergas doctrinarias; pero fue también, sin parecerlo, el arranque de lo que ahora, con el germen de una crisis financiera, está rematando un modo de entender la libertad y el progreso.

El implacable péndulo de la Historia nunca se detiene. Sus oscilaciones establecen el ritmo de la peripecia humana y la que ahora vivimos, de incierta salida, echa por tierra un montón de supuestos sociales, económicos y políticos que habíamos aceptado como «permanentes». Lo fueron un ratito, pero ya no va más. La crisis de General Motors es algo de mayor trascendencia que el fin de la gran era del automóvil. Es la volatización de un modelo económico que ya no da más de sí y exige cambios y transformaciones muy hondos.

Se trataba en Occidente, para neutralizar la potencia del Este, de crear un Estado de bienestar a base de socializar los beneficios de las empresas, los réditos del capital y las plusvalías generadas por el trabajo y hemos terminado socializando las pérdidas, poniendo en veremos el capital y sus gestores especializados y quedándonos sin trabajo. Quizá no fue un buen negocio la demolición de un Muro simbólico y el fin de una tangible y amenazante Unión Soviética.

Ante algo tan grave y determinante de nuestro futuro común, resulta pasmoso que, aquí y ahora, en irresponsa-bilidad compartida por el Gobierno y la Oposición -la grande y las pequeñas-, el debate nacional se centre en la anécdota menor y ramplona que encarnan dos cabezas de lista que dicen querer ir a Europa, pero que se conforman con zurrarse la badana y subrayar sus mutuas y equivalentes pequeñeces. Realmente, por mirar a un gusano puede perderse la contemplación de un eclipse.

ABC - Opinión

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