miércoles, 10 de junio de 2009

¿EN QUE SE EQUIVOCO ZAPATERO?. Por Fernando Jáuregui

Tras los resultados electorales del 7 de junio, lo más sencillo es, acaso, decir que el Gobierno socialista gestionó mal la crisis económica. Y que, de paso, se equivocó en no pocas actitudes, desmintiendo una tradición de talante que tantos éxitos le había dado a Zapatero. Pero hay más, mucho más y mucho más profundo en el análisis imprescindible de las razones por las que los resultados del 7-J favorecieron en España a Rajoy y no a los socialistas, quebrando una racha de cinco años de arrasadora marcha zapaterista.

Cierto es que algunas declaraciones y actitudes de miembros del Gobierno deben haber influido algo en los resultados ante las urnas; qué duda cabe de que el empecinamiento de Zapatero en posiciones tan erróneas como persistir en la utilización de un Falcon oficial para acudir a mítines ha irritado a una parte del electorado "neutral"; haber sacado a pasear una reforma de la legislación sobre el aborto ha crispado muchos ánimos; que el vicepresidente Chaves no haya salido personalmente a responder a ciertos ataques -me parece que un poco prendidos con alfileres, pero ese no es ahora el tema_ contra su honorabilidad es algo que sin duda también ha pesado en la campaña y en la votación posterior...

En fin: podríamos traer aquí a colación muchas cosas, bastantes meteduras de pata, ciertos deslices, un ápice de prepotencia, que han hecho un poco más antipático al Gobierno socialista, independientemente de sus errores (o aciertos) a la hora de enfocar la crisis global. Que, por cierto, no afecta solamente a los españoles, ni exclusivamente a los socialistas europeos, que tan mal librados han salido de este lance.

Todo lo dicho ha pesado, qué duda cabe, para lograr los malos resultados electorales de un Gobierno que parece sentirse perseguido personalmente por una crisis que, en teoría, afecta también a otros ejecutivos europeos. Pero hay más: me parece que los electores españoles, y probablemente también muchos en el resto de Europa, piden cambios profundos, mentalidades nuevas, una forma revolucionaria de encarar los problemas. Tengo para mí que acaso estemos viviendo nuestras últimas campañas de formato "clásico": dentro de poco, ni habrá mítines, ni nadie escuchará los vídeos propagandísticos de los partidos, ni conmoverán a los ciudadanos los groseros ataques que unos y otros se cruzan entre ellos. Todos pedirán, pediremos, soluciones.

Y es precisamente aquí donde, en mi opinión, más se han equivocado Zapatero y sus muchachos; la situación requiere, o muchos piensan que requiere, no parches aislados, sino soluciones arriesgadas, un valor torero para encarnar esta coyuntura. Una grandeza de miras que descarta, entre otras cosas, sectarismos o ideas excluyentes. Un gran pacto con el Partido Popular, en suma, y con quienes a él quieran adherirse. Puede que ahora, concluida la feroz campaña electoral, haya llegado el momento de que Zapatero llame a Rajoy a La Moncloa y lleguen a una serie de acuerdos a los que quizá puedan adherirse otras formaciones, aunque sea de forma coyuntural.

Siempre he dicho que la salida más lógica a la situación con la que partimos en 2004 hubiese pasado por un entendimiento de amplio espectro, generoso y magnánimo, entre los socialistas y el Partido Popular, entre los que, al fin y al cabo, no hay tan grandes diferencias como para hacer imposible el pacto. Se ha perdido la oportunidad.

En efecto, no ha sido así, sino precisamente al contrario: el Gobierno de ZP parece poner sus ojos en las pequeñas formaciones parlamentarias, en lugar de en un acuerdo de mayor calibre, para no perder así una cierto concepto de pureza izquierdista.

Y a mí me parece que el principal error de Zapatero consiste en seguir viviendo en una época en la que izquierda y derecha estaban frontalmente enfrentadas, como si no se hubiesen dulcificado los perfiles: esta derecha no es la clerical que niega sus derechos a los obreros. Ni la izquierda es esa corriente utópica enfrentada a los empresarios que algunos en el PP aún pretenden hacernos ver y cuyo espantajo han agitado en la campaña electoral. El diagnóstico correcto consiste, entiendo, en comenzar por admitir esto: de la crisis saldremos juntos...o puede que no salgamos. ¿Habrán entendido esta vez -al fin_ el mensaje de las urnas estos políticos nuestros, tan dados al "instant politik", a la estrategia a muy, muy corto plazo?.

Periodista Digital - Opinión

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