
El Ayuntamiento de Madrid, esa distorsión administrativa de Alberto Ruiz-Gallardón que pretende ser sede olímpica y tormento de vecinos y transeúntes, ha inaugurado el «bautizo civil». Una nueva majadería que genera gasto. El bautismo canónico, el sacramento, cursa por cuenta de los padres y padrinos de sus beneficiarios y es, en lo material, cuestión de acuerdo entre la parroquia y sus feligreses. Lo «civil» es la inscripción del recién nacido en el Registro correspondiente; pero añadirle a eso una ceremonia, con ocupación de instalaciones municipales, presencia de funcionarios y discurso de ediles es sólo un exceso que abunda en la confusión de las ideas y en la perversión de los gestos.
Es posible que Pedro Zerolo, el concejal pionero en tan absurda ceremonia, hubiese preferido ser párroco de la Concepción y, convenientemente revestido, oficiar en bautizos, comuniones, bodas y enterramientos; pero eso tiene su trámite. En tanto que concejal, en lugar de buscarle al Ayuntamiento funciones que no le son propias, debiera trabajar por el bienestar de los vecinos de la capital. Si de lo que se trata es de sustituir valores tradicionales, llenos de sentido ético y cultural, por otros más dicharacheros y amenos: hágase, pero sin que nos cueste un euro a quienes sólo aspiramos a que las instituciones sean un marco para la convivencia democrática y no una parodia de valores de mayor respeto.
ABC - Opinión
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